Entrevista con el investigador brasileño Moises Sbardelotto: “Es imposible pensar en una Iglesia sinodal sin tener en cuenta la cultura digital”
“Con la cultura digital, cambian los lenguajes, cambian los métodos, cambian también los ambientes de relación, hasta el punto de que el Papa Francisco habla de una cultura en gran parte digitalizada”
“El problema hoy es que la Iglesia, por todo el proceso histórico que tiene, por el largo período histórico de vida que tiene, también está trayendo consigo ciertas cristalizaciones, endurecimientos, en sus métodos, en sus lenguajes”
“La cultura digital puede ser el veneno y la medicina a la hora de abordar las diferencias”
“El riesgo hoy es que estamos reforzando unidades individualistas, minoritarias, sin ser capaces de mantener esta perspectiva de diversidad”
“El reto es cómo caminar juntos, no a pesar de estas diferencias, sino teniendo en cuenta estas diferencias, porque también enriquecen a la propia Iglesia, en esta diversidad”
“La cultura digital puede ser el veneno y la medicina a la hora de abordar las diferencias”
“El riesgo hoy es que estamos reforzando unidades individualistas, minoritarias, sin ser capaces de mantener esta perspectiva de diversidad”
“El reto es cómo caminar juntos, no a pesar de estas diferencias, sino teniendo en cuenta estas diferencias, porque también enriquecen a la propia Iglesia, en esta diversidad”
“El reto es cómo caminar juntos, no a pesar de estas diferencias, sino teniendo en cuenta estas diferencias, porque también enriquecen a la propia Iglesia, en esta diversidad”
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe
A lo largo de la historia, los procesos evangelizadores han ido cambiando, y hoy en día están cada vez más influenciados por el mundo digital, siendo la cultura digital un elemento que determina los procesos evangelizadores. Ante esta realidad, Moisés Sbardelotto considera que “a lo largo de la historia, el desafío ha sido siempre establecer un diálogo entre fe y cultura”. En este punto, recuerda que el Papa Pablo VI dijo que el problema radica precisamente en la actual ruptura entre fe y cultura.
Una cultura digitalizada
“También hoy, con la cultura digital, cambian los lenguajes, cambian los métodos, cambian también los ambientes de relación, hasta el punto de que el Papa Francisco habla de una cultura en gran parte digitalizada. Él dice que esto tiene un efecto en la propia identidad y en las relaciones que las personas establecen”, afirma Sbardelotto. Según el investigador, “en los últimos 30 años, desde que internet se generalizó en la sociedad en general, prácticamente todo lo que hacemos ha cambiado de alguna manera, en el ámbito de la política, la sanidad, la educación. Y está claro que esto también afectará a la práctica religiosa y, en este caso, al proceso de evangelización en las iglesias cristianas”.
El reto, según Sbardelotto, está en “intentar comprender estas transformaciones, sobre todo intentar comprender esta cultura, que trae todo este cambio, que es muy rápido, muy intenso”. Dice que, “pensando en la relación entre la historia de la Iglesia, que abarca milenios, y esta transformación digital que se está produciendo en pocos años, tenemos un choque cultural muy fuerte”. Esto significa que “la Iglesia, desde un punto de vista más institucional, tarda en responder a esta nueva realidad, pero es fundamental al menos entender esta nueva cultura, porque de lo contrario esta división entre fe y cultura va a aumentar cada vez más”.
Acercamiento de la Iglesia a los entornos digitales
Sbardelotto reconoce que “la Iglesia, al menos, ha ido dando pasos, de forma consciente, reflexiva, con mucha cautela, pero al mismo tiempo con mucho coraje, hacia este acercamiento a los entornos digitales. Hasta el punto de que ahora, en el debate que está teniendo lugar en torno al Sínodo sobre la Sinodalidad, éste es uno de los temas centrales, incluso votado por la Asamblea sinodal como un eje de reflexión necesario”. Recuerda que “ya en el Informe de Síntesis, la cultura digital aparece como algo positivo, como una dimensión crucial, según el Informe, para la misión de la Iglesia hoy. Es imposible pensar en una Iglesia sinodal sin tener en cuenta la cultura digital, pero al mismo tiempo hay algunos problemas que esta cultura trae a la propia noción de evangelización”.
El profesor de la PUC Minas define esta cultura como “mucho más efímera, individualista, en la que los vínculos son también mucho más débiles”. Según él, “la noción de autoridad y de comunidad también están siendo cuestionadas, y esto, por supuesto, afectará a la evangelización”.
Escucha, diálogo, para una Iglesia comunidad de comunidades
Esta individualidad, esta efimeridad, entra en debate con la sinodalidad y una Iglesia de procesos, de la que habla el Papa Francisco. Esto es considerado por Sbardelotto como un gran desafío, afirmando que la forma en que se está desarrollando el Sínodo “tiene un nivel comunicativo, comunicacional, que es clave en todo esto”. Se refiere a la importancia de la escucha destacada por el Papa Francisco, y al método propuesto de conversación en el Espíritu, viendo que “la escucha, el diálogo, la conversación, son procesos fundamentales para que podamos ser una Iglesia que sea efectivamente una comunidad de comunidades, y no sólo núcleos aislados que ya casi no dialogan, y esto es un riesgo”, afirmando que esto es en la Iglesia en general y en Brasil, algo que surge “debido a cuestiones políticas, incluso culturales, cuestiones que están entrando en la agenda pública, y el catolicismo también se está pulverizando. Y vemos catolicismos, en plural, que ya no son capaces de entrar en diálogo”.
Actitudes que Sbardelotto considera “un grave problema, un contra testimonio contra la vocación de la Iglesia, que es ser una, como reza el mismo Jesús en la Oración Sacerdotal”. Cree que “hay cuestiones que hoy son cruciales para pensar la sinodalidad, y en esto entra la comunicación, con la importancia de pensarla más allá de la cuestión mediática. Es la comunicación como proceso, que es fundamental para la relación entre los fieles, las comunidades y también para poder establecer un diálogo con el mundo”. El profesor insiste en que “sin esta comunicación, sin que la Iglesia se vuelque, reflexione y comprenda estos procesos de comunicación, la idea de sinodalidad se vuelve muy frágil, muy aérea”.
Volver a las fuentes
En esta dinámica cultura digital, en la que los jóvenes participan mucho más, nos encontramos con el miedo de la Iglesia al diálogo con los diferentes, con la diversidad, un miedo que el Papa Francisco no tiene, y que exige que la Iglesia pierda el miedo a dialogar de igual a igual con los jóvenes, con los que piensan diferente, con los alejados de la Iglesia, con los que no tienen religión o son de otras religiones. Ante esta realidad, Sbardelotto piensa en la necesidad de “volver a las fuentes, a la persona de Jesús. No se puede pensar en esta apertura a la diversidad sin tener en cuenta la propia misión de la Iglesia, el modo en que fue llamada a constituirse en la persona de Jesús, el modo en que actuó con la gente”.
Sbardelotto cree que “el problema hoy es que la Iglesia, por todo el proceso histórico que tiene, por el largo período histórico de vida que tiene, también está trayendo consigo ciertas cristalizaciones, endurecimientos, en sus métodos, en sus lenguajes”. Según él, “la Iglesia, a partir de una experiencia de fe con la persona de Jesús, acabó convirtiéndose mucho más en una institución religiosa. Y una institución religiosa que siempre tratará de defender sus propios intereses, sus propios procesos, necesitará protegerse para mantener una cierta identidad clara, todo lo cual ha sucedido a lo largo de la historia”.
Dialogar con las diferencias
“Esto impide que la Iglesia pueda dialogar con las distintas diferencias, porque parte de ciertos presupuestos, que impedirán precisamente ese diálogo, que no encaja con lo que la institución ha definido como verdad o como parte de su identidad”, señala el profesor. Según él, “esto niega la propia historia de la Iglesia, que siempre ha sido capaz, desde sus orígenes, de abrirse a culturas diferentes. Y la experiencia creativa que la Iglesia ha tenido desde sus orígenes, en el sentido de traducir esa experiencia inicial de Jesús a diferentes lenguas y diferentes culturas”.
Sobre este punto, Sbardelotto considera que “hoy el desafío con la cultura digital es un poco esto, porque al mismo tiempo, esta cultura nos permite tener acceso y hacer visible esta diversidad cultural, porque todo lo que tenemos que hacer es entrar en línea y podemos ver esta diversidad. Pero, al mismo tiempo, siempre acabamos cayendo en las llamadas burbujas sociales, donde el diálogo es más fácil porque son personas que piensan igual, utilizan el mismo lenguaje”. Pero “esto nos impide entrar en contacto, en diálogo con las diferencias”, afirma, señalando que “la cultura digital puede ser el veneno y la medicina a la hora de abordar las diferencias”.
La comunicación es la armonización de las diferencias
Desde esta perspectiva, considera que “la comunicación es un proceso central”, parafraseando al Papa Francisco y afirmando que “la comunicación es la armonización de las diferencias”. Sbardelotto afirma que “una sociedad está llena de diferencias. La propia Iglesia católica está llena de diferencias, culturales, históricas, formas de pensar la teología. Pero lo que se necesita es que estas diferencias puedan vivir en armonía, manteniendo la unidad sin negar la diversidad”. Subraya que “el riesgo hoy es que estamos reforzando unidades individualistas, minoritarias, sin ser capaces de mantener esta perspectiva de diversidad”.
Algo que, dice, trae a colación “este desafío del Papa Francisco de pensar en la sinodalidad, es decir, darnos cuenta hoy, frente a toda esta diversidad cultural y este proceso de globalización del propio catolicismo, que el catolicismo es una religión global y tiene diferencias llamativas desde el punto de vista cultural. Pero al mismo tiempo el reto es cómo caminar juntos, no a pesar de estas diferencias, sino teniendo en cuenta estas diferencias, porque también enriquecen a la propia Iglesia, en esta diversidad. Pero esta diversidad hay que trabajarla a través de procesos comunicativos y elevarla a una experiencia de unidad, de un cuerpo que tiene la misma fe, que parte de la misma experiencia de fe y logra expresarla en las distintas realidades culturales, manteniendo la unidad, que es el gran desafío”.
Dificultad de escuchar
Frente a la polarización que existe en Brasil, incluso en la vivencia religiosa, avanzar por este camino, según Sbardelotto, “es un problema, porque cuando pensamos en la idea de diálogo, tenemos que tomar como presupuesto que el diálogo también exige apertura mutua y reciprocidad, y el problema de hoy es justamente la dificultad de escucha por parte de ciertos grupos”. Señala que “tenemos muchas posibilidades de discurso, de producción de discursos y contenidos, pero poca apertura para escuchar al otro”. Según el profesor, “en Brasil acabamos viviendo esta radicalización de la polarización, desde el punto de vista religioso, en la que ya no hay puntos comunes que hagan posible este diálogo”.
“Cuando se cierra la puerta, por parte de uno u otro, el diálogo se hace prácticamente imposible”, afirma Sbardelotto, que considera esta actitud un gran riesgo, “cuando ya no hay puntos en común dentro de una misma experiencia de fe, como el cristianismo, iglesias cristianas que ya no encuentran ningún punto en común para el diálogo, para la convivencia, para un momento de compartir”. Una vez más, insiste en la necesidad de volver a las fuentes de la Iglesia, “cuando la comunicación básica de los cristianos desde el principio, cuando el diálogo era imposible con la cultura de la época, se establecía a través del testimonio, que, en el origen del cristianismo, fue el propio martirio, que se convirtió en la gran comunicación e incluso consiguió deconstruir, en cierto modo, los valores y supuestos sobre los que se edificó el Imperio Romano”.
Comunicar lo esencial del Evangelio
Hablando del tiempo presente, dice que “cuando dentro del propio cristianismo brasileño no hay posibilidad de diálogo, debido a las diferencias teológicas y políticas, es necesario que hagamos como aquellos cristianos de los orígenes, que se inspiraron de verdad y buscaron vivir la experiencia del encuentro con Jesús de Nazaret, manteniendo un testimonio de vida. Más allá de las palabras, nuestra práctica tiene que ser dialógica, tiene que comunicar la fuente esencial del Evangelio”.
En este sentido, Sbardelotto afirma que “quizás a través de este testimonio también sea posible al menos suscitar algunas preguntas, alguna posibilidad de diálogo, si no por parte de los líderes religiosos, al menos por parte de la sociedad, que pueda mirarnos y decir: ‘Mira cómo se aman, mira cómo tienen realmente una práctica diferente’. Y que esto pueda al menos intentar abrir algún tipo de diálogo, de conversación, de cuestionamiento por parte de esos otros cristianos que son cerrados, intolerantes, que no buscan el diálogo. Porque esto también es un contra testimonio por su parte, es incoherente con los valores del Evangelio”.