Comentario al Evangelio del XXIII Domingo del Tiempo Ordinario Ojea: “La alegría del corazón se dilata cuando podemos ampliar nuestro mundo”
“Con su saliva le moja la lengua, este también es un signo de intimidad para que pueda destrabar su interior y poder comunicarse con plenitud”
“Es necesario que se destape, que se destrabe nuestro corazón y, para ello, poner el oído y poner la palabra donde realmente se necesita siendo un verdadero sostén y apoyo para aquellos hermanos más solos”
Luis Miguel Modino, enviado especial al Sínodo de la Sinodalidad
En el comentario al Evangelio de este XXIII domingo del Tiempo Ordinario, el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Mons. Oscar Ojea, recordó que “le presentan a Jesús un sordomudo, es decir, una persona que está totalmente aislada de su posibilidad de comunicación con los demás, que se halla en estado de profunda soledad y dice el Evangelio que el Señor la lleva aparte, como si quisiera tener un espacio de intimidad con esta persona sola”.
Poder comunicarse en plenitud
Según Ojea, “compromete su cuerpo en el milagro de un modo extraordinario, pone sus manos en las orejas, como indicando que se acerca a su sordera, a su imposibilidad de recibir los mensajes de otro. Con su saliva le moja la lengua, este también es un signo de intimidad para que pueda destrabar su interior y poder comunicarse con plenitud”. El obispo mostró que Jesús, después, mirando al cielo invoca al Espíritu Santo: “Ábrete”, insistiendo en que “le suplica al Señor y entonces el sordomudo queda comunicado y liberado de esta atadura de sus obstáculos para la comunicación”.
En palabras del presidente del episcopado argentino, “este milagro extraordinario podemos entenderlo para cada uno de nosotros”, haciendo algunos cuestionamientos: “¿Cuántas veces somos sordomudos de corazón, somos sordomudos en el espíritu y no recibimos, ni nos comunicamos con aquellos hermanos y hermanas nuestras que están más solos, que están más solas, que están más aislados? ¿Cuántos hermanos nuestros viven en profunda soledad, en profunda incomunicación? ¿Cómo estamos viviendo este fenómeno, de la tristeza, del abandono, del sentirnos fuera, del sentirnos rechazados, sino descartados como dice el Papa Francisco, en nuestra sociedad?”.
Necesidad de que destrabe nuestro corazón
Para Ojea, “allí es necesario que se destape, que se destrabe nuestro corazón y, para ello, poner el oído y poner la palabra donde realmente se necesita siendo un verdadero sostén y apoyo para aquellos hermanos más solos”. El obispo de San Isidro recordó que una vez le dijeron: “Padre, con este compromiso de estar dispuestos, de escuchar a todos y de intentar hablar con todos y de incluir a todos nos llenamos de culpa, porque en el fondo no nos dedicamos a nosotros mismos”.
Ante esa situación, respondió que “es la clave de la felicidad, no hay ninguna culpa, hay solamente la alegría del corazón que se dilata cuando podemos ampliar nuestro mundo, cuando podemos ofrecer nuestra ayuda, nuestro servicio a aquellos que verdaderamente están más solos y lo necesitan”. Para ello pidió “que el Señor nos conceda liberarnos de toda sordomudez de alma y de espíritu”.
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