Hace unos días recibí un email que me alegró, desde la distancia física de muchos kilómetros, se hacía presente una amiga, religiosa dominica de otra congregación, con la que compartí unos años en Jerusalén. Aunque pase el tiempo, cada una viva en otro lugar, cuando se ha compartido desde la cercanía del corazón, esa gracia permanece y a la vez fortalece.

Vinieron de golpe muchos gratos recuerdos, también compartido lágrimas y en todo siempre hay agradecimiento a Dios por tanto como nos da, en todo lo que vivimos, en el ayer que nos hace llevar una mochila que nos nutre, en el hoy donde tiene que estar nuestra entrega y la confianza en que Él seguirá conduciendo nuestros pasos en el camino de la fidelidad a su Amor en la vida religiosa.

"Gracias por haber compartido años maravillosos de caminar como hermanas en Jerusalén…". Sus palabras las acojo también como agradecimiento por todo lo compartido, ya que, el haberla conocido en una etapa muy enriquecedora para mí en Tierra Santa fue un gran regalo, en el que nos ayudamos mutuamente.

Qué importante es ser agradecidos, saber hacernos presentes desde la fraternidad, fortalecer lazos y que nos “contagie” el amor de Dios que se derrama siempre en nuestro corazón. 

“El peligro de contagio de un virus debe enseñarnos otro tipo de 'contagio', el del amor, que se transmite de corazón a corazón” (Papa Francisco).