Tierra buena

LA BUENA TIERRA
En la parábola del sembrador (Mt 13, 1-23) nos imaginamos que el protagonista es el que siembra pero en realidad la que tiene mayor relevancia es la tierra. El sembrador es generoso y hecha simiente en abundancia.

La semilla (la Palabra), es la misma para todas las tierras, es buena porque llega a producir en ocasiones más de lo normal ya que una buena semilla produce al máximo un treinta por uno y en la parábola produce hasta un ciento por uno.

Las tierras en que cayó la semilla son diversas: Una, la del camino, era tierra dura en la que no pudo penetrar la semilla, por esta razón su fin fue ser alimento de las aves.
Otra tierra era un pedregal había más piedras que tierra, en estas condiciones, la semilla brotó rápidamente pero como no pudo echar raíces al salir el sol se abrasó.
Otra tierra estaba llena de zarzas, y éstas ahogaron la semilla.
Otra cayó en tierra buena, bien labrada, y la semilla creció y dio fruto; unos granos dieron cien, otros sesenta y otros treinta.

Los oyentes de Jesús, gente del campo y pescadores, oyeron bien las palabras de Jesús pero el significado se les escapaba.

A nosotros nos puede ocurrir lo mismo. Nuestra cerrazón puede impedir que la Palabra de Dios penetre en nuestro interior, es tierra dura, viene el diablo y se lleva la Palabra. También puede pasar que sí escuchemos la Palabra de Dios pero somos olvidadizos, inconstantes y a la menor dificultad se pierde todo. Podemos escuchar la Palabra pero los afanes e intereses de este mundo, las riquezas la ahogan. Sin embargo si tenemos el corazón dispuesto para escuchar y dispuestos para vivirla ésta dará fruto abundante. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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