de La Vanguardia 29 septiembre El mundo que dejo
Una descripción no muy optimista del momento actual y un sueño a lo Luther King
| José Ignacio González Faus
“La sociedad mundial tiene serios fallos estructurales que no se resuelven con parches o soluciones rápidas meramente ocasionales. Hay cosas que deben ser cambiadas con replanteos de fondo y transformaciones importantes” (Francisco ante la cumbre del G7).
Con 90 años largos, ya no puede uno aspirar a muchas mejoras. Por eso es mejor hacer un balance. Pronto me iré de un mundo con:
- Un progreso equivocado: construido en buena parte a base de víctimas pero que ha aceptado ya, desde Hegel, que las víctimas son “el precio de nuestro progreso” y ha avanzado más en la línea técnica y destructiva que en la humana y constructiva. Con la superstición de que el progreso técnico nos irá convirtiendo en más humanos. Citemos una vez más a Walter Benjamin: nuestro progreso se está convirtiendo en un camino de regreso a la barbarie.
- Un enorme problema migratorio que intentamos eliminar más que resolver. Emigran porque nuestro “desarrollo” ha destruido en buena parte sus países. Y Bruselas gasta miles de millones sobornando a Turquía o a Marruecos para que impidan esas migraciones, en lugar de invertirlos en una especie de “plan Marshall” que cree medios de vida en los países de salida, sin buscar por ello beneficios.
- Cientos de millones de personas, hermanos nuestros, en situaciones infrahumanas de hambre y miseria, mientras un 1% del género humano tiene más riqueza que la mitad de la restante población mundial. Y mientras unas mafias de tráfico humano se enriquecen negociando con pobres muchachas a las que engañaron con la promesa de un trabajo digno, para convertirlas en prostitutas a la fuerza. Y sin que esto parezca preocupar mucho a las feministas.
- Un mundo supuestamente convertido en “aldea global” pero sin una autoridad mundial que pueda resolver los problemas y conflictos que han de aparecer lógicamente. Y la ONU que debería ser esa autoridad, convertida en una especie de “Organización de Naciones Sometidas”, por la inmoral negativa a renunciar a su (¡falso!) derecho al veto que se atribuyen los más poderosos en el Consejo de Seguridad (EEUU, Rusia, China, Francia y Gran Bretaña).
- Un mundo con una amenaza creciente de catástrofe ecológica o de guerra nuclear, que podría acabar con toda o casi toda la vida humana en el planeta. Y que confirma esa frase que hemos oído últimamente algunas veces: “el ser humano es la verdadera plaga de la tierra”. Basta con mirar ahora al Líbano a Gaza y a lo que acabo de decir sobre la ONU.
No es un diagnóstico muy optimista y ojalá el futuro muestre que, más que un diagnóstico, eran chocheces de viejo. Terminaré con un síntoma y un sueño.
- Europa. Es curiosa la reacción ante Europa: atractivo y admiración por los valores que proclama y, por el otro lado, aversión y rechazo en mayoría de países de Asia y África. Parece prueba clara de una hipocresía europea que no cumple lo que proclama.
- Y un sueño a lo Luther King, para acabar con la vieja fórmula del “pan y circo” que, desde Roma, ha sostenido a todos los imperios. Soñé que llegaba la copa Davis y que Carlos Alcaraz, con Rafa Nadal, N. Djokovic, J. Sinner y demás publicaban un manifiesto negándose a participar en ningún campeonato mientras no cesara el hambre o la guerra de Gaza o la de Ucrania. Soñé que llegaba la Eurocopa y que Mbappé y Bellingham, Bernardo Silva y otras figuras del fútbol se negaban a jugarla mientras no se resolvieran los problemas antedichos; y que nuestras Aitanas, Alexias y demás se negaban a participar en ningún campeonato de fútbol femenino con las mismas condiciones. Todas ellas y ellos muy conscientes de los riesgos a que se exponían, pero declarando también: “queremos distraer y entretener al personal, no anestesiarlo; no queremos colaborar con todos los poderes que aspiran a mantener al mundo dormido.”.
Luego soñé que me internaban en un psiquiátrico por haber soñado esas cosas. Y mientras seguía soñando me preguntaba: si hay algo de verdad en este diagnóstico ¿cómo tienen que comportarse ante él un cristiano y un seguidor de Jesús de Nazaret?