Adalberto Jiménez y Txarly Azcona comparten su experiencia sinodal en las Diócesis vascas "Tenemos que entrar desnudos y descalzos donde estos pueblos y ellos nos enseñarán a vivir el Evangelio"
También hubo voces discordantes, y éramos conscientes e informados de las plataformas ultra conservadoras que criticaban este Sínodo, pero, dentro lo que destacaba sobre manera era la sintonía”
“Sin la labor que hacen las mujeres, tanto indígenas, colonas, mestizas, las religiosas, … la Iglesia no avanzaría, se habría estancado”
Aprovechando su paso por Vitoria, y antes de ofrecer su testimonio, pude entrevistar a Monseñor Adalberto Jiménez, quien el pasado 6 de octubre cumplía dos años como obispo del Vicariato apostólico de Aguarico, en Ecuador. Junto a él, otro franciscano capuchino, natural de navarra, Txarly Azcona, que trabaja en la selva amazónica ecuatoriana. Txarly fue uno de los religiosos que vivieron la gestación de la REPAM, Red Eclesial de la PanAmazonía.
En la entrevista Monseñor Jiménez destaca a la hora de describir su vicariato no solo la exuberante vegetación, la flora y la fauna, el Parque Nacional Yasuní, patrimonio de la Humanidad, sino sobre todo los pueblos que la habitan: “tenemos kichwas, que constituyen el grupo más grande, unos veinte mil; y luego otras poblaciones más reducidas como los guarani; los grupos no contactados como los Tagaeri, a manos de quienes murieron monseñor Labaka y la hermana Inés Arango; están también los Sionas, los Secoyas, y, ya hace tiempo desapareció un pueblo, los Teetetes, de los que se tiene constancia por los trabajos realizados por misioneros vascos, navarros.”
Así mismo, Adalberto Jiménez, reconoce que la riqueza de estas tierras es, paradójicamente, la causa de los problemas. Son zonas ricas en petróleo, madera y minería: “Son riquezas de muerte”
El hermano Txarly dice “Dios nos ha bendecido con una maravilla de selva, de ríos, de lagunas, de pueblos, y con la maravilla del respeto entre estos pueblos y su entorno. No han tenido el sistema nuestro de acumular, sino que han recibido de la selva lo que han necesitado, manteniendo esa armonía con la Madre Tierra, con la Creación. Y precisamente hoy, a esta cultura depredadora tiene mucho que enseñarnos la cultura de la armonía que practican ellos.”
Una parte importante de este Sínodo de la Amazonía ha sido el “Pre Sínodo”, los dos años de trabajo realizados en las comunidades y en las iglesias presentes en la Amazonía. Monseñor Jiménez destaca sobre manera el papel de la REPAM, y también que entre las voces recogidas están las de los indígenas y las de representantes de otras iglesias cristianas presentes en la Amazonía: Citando al cardenal Barreto dijo “Sin la REPAM no habría sido posible el Sínodo.”
Señaló como aspecto clave en todo este trabajo presinodal el ser consciente de que las realidades están interconectadas, que lo que sucede en una parte de la amazonía, en Brasil, en Perú, nos afecta a todos, afecta al resto de la amazonía y al resto del mundo.
Tanto monseñor Jiménez como Txarly estuvieron en el Sínodo como portavoces de los pueblos de su vicariato. Txarly recuerda cómo tres representantes indígenas impusieron sus manos sobre el obispo Adalberto confiandole un mensaje que se puede resumir en cuatro puntos:
Denuncia: El grito desesperado de los pueblos, de la Madre Tierra, que nos acusan de un desarrollo que para ellos supone la muerte. Un desarrollo que solo beneficia a los de afuera, no a ellos.
Alarma. Un grito que nos avisa de que si se continúa con esa cultura depredadora talando sus bosques, contaminando sus ríos, esquilmando su flora y su fauna, el final será su exterminio.
Oferta: Una voz que ofrece su sabiduría ancestral, su cultura de la armonía con la Madre Tierra.
Demanda: Una voz que demanda una Iglesia más encarnada. No quieren “misioneros turistas”, y quieren ser protagonistas en su relación con Dios.
Una vez en Roma los dos franciscanos han vivido momentos inolvidables. Para monseñor Jiménez era su primer Sínodo, del que se queda con una imagen de sintonía perfecta: “También hubo voces discordantes, y éramos conscientes e informados de las plataformas ultra conservadoras que criticaban este Sínodo, pero, dentro lo que destacaba sobre manera era la sintonía.” Otra palabra clave que destaca Jiménez es la de “Conversión”, un término usado por el Papa Francisco.
Por su parte Txarly destaca los gestos: “La presencia del Espíritu Santo ha sido maravillosa. Cuando partíamos desde la tumba de San Pedro en el segundo día, el Papa, dejando a los cardenales y obispos, se sumó al grupo de indígenas en esa procesión hacia el aula del sínodo. El Papa defendió la presencia de los indígenas con sus signos y trajes. El Papa ha estado con los pueblos indígenas y ellos así lo han sentido. Y eso es muy importante.”
La semana próxima se encontrarán ya de regreso en Aguarico y tendrán que empezar a construir las consecuencias y conclusiones del Sínodo, para que no quede como un documento más en la estantería. Monseñor Jiménez es consciente de ello y, entre sus propósitos está aprender la lengua kichwa para acompañar mejor en las celebraciones. Por otro lado Adalberto es consciente de la riqueza de los ritos indígenas, y también es sensible a integrarlos en su pastoral.
En esta línea se enmarca el término de “rito amazónico” que se ha repetido durante el Sínodo en numerables ocasiones. Txarly nos lo explica: “ahí está el protagonismo de los indígenas, desde su cultura, sus mitos, su cosmovisión. celebrar el evangelio desde su cultura. Es algo que ya tenemos, pero tiene que ir creciendo. La comisión post sinodal tendrá que trabajar en ello. Pero también ha quedado claro en el Sínodo que ellos, los indígenas, nos tienen que ayudar a ser Iglesia allí. Monseñor Alejandro Labaka decía que cuando vamos allí tenemos que entrar desnudos y descalzos, porque la tierra es sagrada.”
Otro tema que ha marcado para siempre este Sínodo ha sido la voz de la mujer y su rol en la Iglesia. El obispo de Aguarico cree que en este tema ha habido “mucha libertad”, reconoce que existe un machismo en la Iglesia que “hay que ir trabajando en su corrección desde la formación de los seminaristas”, y por último afirma que “sin la labor que hacen las mujeres, tanto indígenas, colonas, mestizas, las religiosas, … la Iglesia no avanzaría, se habría estancado.” Este reconocimiento tendría que desembocar en la creación de nuevos ministerios, o el reconocimiento más bien de los servicios que ya se hacen en campos como el cuidado de la vida, la tierra, las culturas. Ve con buenos ojos la recuperación del diaconado femenino, y destaca cómo el Papa Francisco se reservó el derecho a nombrar mujeres para la comisión post sinodal.
Durante el mes misionero extraordinario en las diócesis vascas se ha recordado con una exposición la figura de Alejandro Labaka e Ines Arango, misioneros que fueron asesinados a lanzadas. Su testimonio martirial es un referente y un acicate para quienes trabajan en la Amazonía y de manera especial para los franciscanos capuchinos. Txarly Azcona nos dejaba estas palabras: “Alejandro e Ines plasman lo que es el sínodo. Oyeron el grito de estos pueblos y dieron su vida. “Si no vamos nosotros les matan a ellos” dijo Alejandro. Dieron la vida por esos pueblos que amaron. Su testimonio resuena en la Iglesia. Los mártires nos enseñan el camino. Tenemos que entrar desnudos y descalzos donde estos pueblos y ellos nos enseñarán a vivir el Evangelio. Una Iglesia que se olvida de los mártires traiciona el mensaje de Jesús.”
Antes de terminar monseñor Adalberto Jimenez quiso hacer una invitación abierta a los laicos especialmente para que como misioneros, como voluntarios pongan su vida y sus conocimientos al servicio de los más pobres, y para ello él ofrece el Vicariato de Aguarico.
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Non solum sed etiam
Siempre es un lujo el poder compartir con personas de otras culturas, de otras vivencias, es un regalo de esta labor comunicadora. Pero, hay ocasiones, como esta, en la que uno encuentra un plus, un valor añadido. El poder compartir en privado unos minutos con personas que han vivido un acontecimiento como el Sínodo de la Amazonía en primer apersona, y que además vivirán en primera persona sus efectos, y serán coprotagonistas de una Nueva forma de entender y hacer la evangelización de los Pueblos, pues es un lujo.
Hemos de aceptar que haya voces discordantes, que el miedo a lo nuevo les constriña el cerebro a fundamentalistas que se creen en posesión de la Verdad Única y Absoluta, cuando esta no existe, y si existe no es en este mundo.
Seguiré haciéndome eco de los ecos del Sínodo, y si Dios me lo permite, daré fe de aquellos avances, logros y bendiciones que Dios derrame sobre el pueblo/ pueblos de la Amazonía, y sobre todos nosotros de rebote.