Lacismo versus religión (Conferencia)
Uno de los debates culturales mas serios del momento actual es el que mantienen entre sí el laicismo y religión. Dos fuerzas que aspiran a asumir la hegemonía del humanismo contemporáneo, posturas bien diferenciadas, con actitudes y discursos contrapuesto. Son como los dos polos sobre los que gravita el pensamiento contemporáneo y en medio de estos dos frentes nos encontramos nosotros, los hombres y mujeres del siglo XXI obligados a tomar una postura en consonancia con nuestras aspiraciones personales.
Esta confrontación que tiene dividida a la humanidad en dos bandos puede ser contemplada desde la dimensión intelectual. En el plano cognoscitivo el laicismo se nos muestra como un pensamiento ideologizado que fundamenta sus certezas en la razón, mientras que el catolicismo está abierto a las certezas sobrenaturales procedentes de la revelación. Para los laicistas más radicales se trata de dos vías de conocimiento irreductibles , lo racional frente a lo irracional, lo objetivo frente a lo subjetivo, lo material frente a lo espiritual. Desde su personal punto de vista, la fe hoy día no deja de ser una antigualla, no más que expresión de un conocimiento precientífico que nos retrotrae a sociedades primitivas, un subproducto de culturas poco desarrolladas que no resiste ya por más tiempo las críticas de la razón y que se aleja de las exigencias de un mundo supercivilizado. Yo he podido asistir a algún discurso laicista en el que se presentaba a la fe religiosa como una falacia para ingenuos, equiparable al mito, pura fantasía que ya no tiene cabida en un mundo tecnificado y cienticista. Llegado es el momento, se dice, de agradecer a la religión los servicios prestados y disponernos a vivir una época posrreligiosa, sin recuerdos nostálgicos, que para lo único que servirían ya es para obstaculizar el progresocultural ¿Será esto verdad?
No estaría mal que echáramos un vistazo a la historia para comprobarlo. A través del pasado lo que podemos constatar es que dentro del cristianismo fe y razón han caminado juntas. Desde tiempos de S. Agustín los teólogos se han venido manteniendo fieles a la consigna credo ut intellegam, intellego ut credam ( Creo para que pueda entender entiendo para que pueda creer) o aquella otra que se viene repitiendo desde S. Anselmo ”Fides quaerens intellectum” (la fe queda iluminada por la inteligencia). En el seno del catolicismo nunca han ido por separado la razón y la fe, sencillamente porque que Dios es autor de ambas y no va a contradecirse así mismo. Este es un hecho histórico irrefutable, como lo es también que la fe católica ha sido la inspiradora de genios incomparables, artistas, músicos, poetas, pensadotes, científicos , filósofos, nadie en su sano juicio puede negar esta evidencia.. En general nuestra rica y exuberante cultura europea ha tenido como nodriza al cristianismo. Hechos como el de Galileo y otros errores puntuales cometidos en el entorno del cristianismo están siendo utilizados hábilmente por la crítica laicista; pero ello no debiera ser motivo suficiente para ensombrecer la ingente labor llevada a cabo por el pensamiento cristianismo a favor de la cultura. Si tuviéramos que poner en un platillo todas sus aportaciones positivas y en el otro las negativas, es seguro de que lado se inclinaría balanza. Como se viene repitiendo, poco quedaría de nuestra cultura occidental si la desvinculáramos de sus raíces religiosas y cristianas
Sin duda el catolicismo ha sido y sigue siendo una religión ilustrada que actualmente está siendo avalada por la ciencias, la historia y la arqueología. Ciertamente el catolicismo, no es retrógrado sino que está como no podía ser de otra forma, a favor del progreso , el desarrollo y los avances científicos, a lo que sí se opone, entiéndase bien, es al mal uso que de los nuevos técnicas e inventos puedan hacerse, pues no todo lo que está al alcance de la ciencia y la técnica es lícito. Tampoco es identificable progreso y desarrollo con laicismo, pues no siempre ambos van en la misma dirección. Está por demostrar que los no creyentes sean más cultos que los creyentes.
Los libre pensadores de siempre han tenido la propensión de sentirse seres incontaminados liberados de prejuicios, al margen de opresión religiosas o dependencias dogmáticas . En su versión más radicalizada profesan el pensamiento único, alimentado por una razón laica excluyente que tratan de imponer a los demás, con la excusa de liberarles de un fanatismo obscurantista y perturbador. Su culto a la razón les hace refractarios a otros tipos de conocimiento. Todo con la razón , nada sin la razón. Lo racional vale, lo demás carece de sentido, por ello no están muy interesados en entablar diálogo abierto con el pensamiento religioso. Pues bien, sin negar los valores inherentes a la racionalidad, es obligado decir que una razón secular más humilde y menos arrogante resultaría más atractiva. El primero en mostrase autocrítico con la actitudes laicistas tan radicalizadas ha sido Habermas quien al igual que lo hiciera en su tiempo Ortega y Gasset ven en ello un claro signo de totalitarismo. Y es que la razón humana tiene sus límites que es preciso reconocer. La vida humana está llena de misterios impenetrables para el humano conocimiento. Existe lo sublime , lo inefable, lo supra racional, existe el mundo religioso que como bien dice Wittgenstein sólo es expresable con un lenguaje místico.
Cultura laica y religión están condenadas a entenderse, la escisión entre ambas resultaría empobrecedora y colocar una barrera infranqueable entre ellas no sería nada recomendable. ¿Por qué la cultura ha de quedar circunscrita simplemente al conocimiento científico cuantificable, experimentalmente verificable?; cultura es también todo lo que corresponde al amplio complejo de manifestaciones humanas entre las que se encuentra el sentimiento religioso. No verlo así supondría desvirtuar el significado profundo de la cultura o de la religión. Lo que se necesita es un dialogo constante entre cultura laica y religión a sabiendas de que el entendimiento mutuo entre ellas no ha de ser fácil ; pero sí deseable siempre
La fe religiosa ha sido siempre expresión del misterio sagrado ; pero también de paradojas y escándalos. En todos los tiempos la religiosidad ha estado condenada a medirse con la cultura de su tiempo; a veces ello ha sido fácil, en otras no tanto, en nuestro tiempo ello resulta especialmente complicado. En el fondo se trata de un problema de confrontación dimensional, un drama que siempre ha estado latente a lo largo de la historia, lo que hace que la fe religiosa se encuentre en permanente estado agónico de lucha, que la obliga a constantes adaptaciones y cambios, aunque eso sí, manteniéndose fiel a sus esencias. El posicionamiento religioso nunca es definitivo, nunca se puede hablar de triunfalismos, nunca se puede descansar tranquilos inmersos en formalismos prestablecidos e inmovilistas.
La religiosidad se vive en y desde la temporalidad con todas las limitaciones y tensiones que implica querer vivir a nivel de la tierra las realidades que están por encima. Ésta es la gran paradoja de la fe, por ello a los ojos del mundo, la religiosidad ha sido, en muchas ocasiones, motivo de escándalo y ha de seguir siéndolo. La paradoja de armonizar lo inmutable con lo mutable, la paradoja de vivir en el tiempo presente una esperanza de vida nueva. Nada librará al creyente de involucrarse en la trama humana. No ha habido nunca un hombre tan espiritual que no haya sabido de las zozobras de la vida, de tensiones y dudas espirutuales, que no haya tenido que asumir los riesgos de ser sujeto religioso inmerso en los vaivenes de la de la historia; pero lo mismo cabría decir en sentido inverso de los que no son creyentes.
La postura del ateo tampoco es una postura cómoda, no lo fue para Andre Gide porque para ser ateo hay que abstenerse de mirar a la naturaleza, cerrar los ojos para no sentir la necesidad de interpretar lo que tenemos delante. No, no es fácil ser ateo; lo dicen ellos mismos. La negación de la existencia de Dios declaraba J. P. Sartre es una tarea larga y difícil que tiene que empezar cada día. Para Simonne de Beauvoir dejar morir a Dios es precipitarse en los abismos de la nada. Así lo reconoce también Jean Rostand “ He dicho que no a Dios …pero en cada momento la cuestión vuelve a presentarse… no es un ateismo sereno, ni jubiloso ni contento”, hasta el mismo Nietzsche que tantas veces renegó del dios cruel y verdugo, en algún momento de su vida no puede contener los latidos de su corazón y se dirige a Él para decirle en tono de plegaria “todos los arroyos de mis lágrimas corren hacia Ti y la última llama de mi corazón para ti se abre ardiente”
Dios necesariamente ha de representar el punto más alto de las posibilidades humanas que permite al hombre adentrarse en el reino de la numinosidad. Escamotear al hombre la creencia religiosa es privarle de algo que en esencia le pertenece. Cerrarse a la llamada sobrenatural es cerrarse a la fundamentalidad de la vocación humana. La visión de un mundo desacralizado puede que sea uno de los espectáculo más dolorosos para el hombre religioso incluso para quien no lo es. “ No concibo, llegó a decir Ortega y Gasset, que ningún hombre pueda renunciar sin dolor al mundo de lo religioso. A mi, al menos, continua diciendo, me produce un enorme pesar sentirme excluido de la participación de este mundo”
II
Si pasamos al terreno político la confrontación entre laicismo y religión resulta aún más áspera como todos los españoles hemos tenido ocasión de comprobar. Estamos cansados de oir decir que la religión tiene que desaparecer del ámbito publico y quedar relegada a la sacristía como si se tratara de una amenaza para la sociedad. Su voz debe ser silenciada, sus manifestaciones públicas prohibidas, sus signos y símbolos retirados de los lugares públicos, si algún derecho tiene a existir sería única y exclusivamente en el ámbito estrictamente privado ¿Por qué? ¿ por qué?... pues porque un Estado debe ser laico que es tanto como decir neutral y la neutralidad es ausencia de religión.. Estamos cansado de oír decir por ahí , que para ser libre no hay que creer en nada…. Falacias y más falacias. “¿Qué se va a poner donde estaba el tradicional Cristo agonizante? Se preguntaba Unamuno ¿Una hoz y un martillo? ¿Un compás y una escuadra? O ¿qué otro emblema confesional? Porque hay que decirlo claro, y de ello tendremos que ocuparnos: la campaña es de origen confesional. Claro que de confesión anticatólica y anticristiana. Porque lo de la neutralidad es una engañifa»” Lo decía Unamuno y lo dice también Benedicto XVI “ El laicismo ha dejado de constituir un elemento de neutralidad capaz de abrir espacios de libertad para todos”. , El laicista, cuando habla de religión, no le da igual una cosa u otra, claro que no, se muestra abiertamente en contra de ella y esto no es neutralidad
El laicismo no es neutral cuando trata de excluir al creyente de la vida publica y relegarle a la sacristía. No se es neutral cuando se comporta , como lo viene haciendo el Parlamento Europeo acusando tendenciosamente a unos y exculpando a otros o el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo al prohibir la presencia de crucifijos en las escuelas. No se es neutral cuando al creyente se le coarta y restringe sus derechos y libertades. No se es neutral cuando a través de los medios de comunicación se manipulan las noticias, aireando lo que perjudica y silenciando lo que favorece a la Iglesia. No se está siendo neutral con lo que está pasando en Nigeria. El presunto neutralismo laicista , no es tal, ni nunca lo ha sido. En realidad, los hombres y la mujeres, necesitan creer en algo, lo que sea. Sucede que hay una confesionalidad sin Dios; pero al fin y al cabo confesionalidad y los dogmas religiosos de los que se prescinde, acaban siendo sustituidos por otros. La aconfesionalidad ligada a la inocencia política, en la práctica, no existe, lo que sucede hoy es que el celo laicista por hacer olvidar a Dios, es bastante más intolerante que el celo del creyente por hacerle presente. Los católicos de hoy se conforman con bien poco, basta con que no se les excluya del espacio social y político, que se les permita intervenir en el diálogo abierto sobre cultura , familia, educación y moralidad, tienen suficiente con que se respete su libertad religiosa y se les trate como ellos tratan a los demás. No exigen privilegios; pero tampoco están por las injustas discriminaciones.
Los católicos se sienten obligados a reconocer los valores del pensamiento secular, claro que sí ; pero al mismo tiempo piden un reconocimiento de los valores religiosos . Unos y otros deberían ser receptivos y tratar de conocerse mejor. ¿Es esto una utopía? , ¿resulta impensable ver al máximo representantes de la Iglesia católica sentarse frente a la máxima autoridad de pensamiento secular para debatir el tema sobre relación entre política y religión?. No, esto no es utopía, ha sucedido ya . Tubo lugar el 19 de Enero del 2004. En esta fecha dos gigantes del pensamiento el Cardenal Joseph Ratzinger –ahora Benedicto XVI- y el filósofo de Jürgen Habermas, protagonizaban un histórico encuentro en la Academia, Católica de Munich, para debatir sobre este tema en cuestión. Recientemente hemos tenido la ocasión de ver a Monsr. Cañizares frente a frente debatiendo en torno al humanismo del siglo XXI con el Ex -presidende de gobierno español Sr . Rodríguez Zapatero. Seguramente que Nadie convenció a nadie, es verdad. Benedicto XVI permanecerá firme en sus convicciones y el filósofo de la Escuela de Frankfurt sigue “sin oído para la Religión” aún así el hecho de haber podido disentir libremente y entablar un dialogo interreligioso pone de manifiesto que la Iglesia no tiene ningún complejo en frente a la razón laicita; pero es que hubo mucho más
Allí salieron a relucir cuestiones de sumo interés. Una de ellas resulta fundamental, a mi modo de ver y que se planteaba en estos términos. ¿Es obligado o no recurrir a la Ley Natural en busca de una orientación precisa sobre la verdadera naturaleza del estado político?.. ¿ El Estado político necesita apoyarse en supuestos normativos pre-estatles superiores a él, que están por encima de los acuerdos mayoritarios del Parlamento? La pregunta en cuestión tiene dos posibles salidas. Si respondemos de forma negativa como lo hace Habermas, diciendo que el estado se basta así mismo, lo que estamos haciendo es dar al Estado un valor definitivo y supremo. Si respondemos positivamente lo que estamos haciendo es supeditar el Estado a las exigencias de la Ley Natural como sostiene la Iglesia. La diferencia está en que para Habermas, el Estado está por encima del bien y del mal, él es él creador de la Verdad y el Bien y para la Iglesia en cambio el Estado ha de ajustarse a la Verdad y Bien que están por encima de toda potestad legislativa. Para los librepensadores los principios inamovibles y las verdades absolutas cercenan la libertad democrática e imposibilitan el diálogo político Así Hans Kelsen llegó a decir “ que la causa de la democracia resulta desesperada , si se parte de la idea de que es posible el conocimiento de la Verdad Absoluta. No lo ven así otros muchos pensadores para quienes dichos principios, inspirados en la Ley Natural están por encima de la dinámica democrática siendo tales principios la fuente de legitimidad y cuando no son respetados el mismo orden constitucional se desmorona, se viene abajo ¿Que pensar de esto ?
Otro asunto sumamente importante gira en torno a la confesionalidad del estado. En esta cuestión hay que recocer los esfuerzos de Benedicto XVI por acercarse al pensamiento secularizado hasta el punto de llegar a elogiar encendidamente al estado laico y la laicidad como pudo verse en sus intervenciones en los foros políticos, ante la Presidencia de la República Italiana o ante el Presidencia Francesa, con Sarkozy a la cabeza, durante su viaje a la nación gala en septiembre de 2006 , donde abiertamente abogó por la legitimidad de los estados laicos y por la laicidad como tal.
El convencimiento expresado tan contundentemente por Benedicto XVI de que la laicidad es cada vez más importante y necesaria, ha hecho pensar, si no será ésta una de las aportaciones más importantes de su pontificado. Pero ojo, no se está refiriendo a un estado laico y a una laicidad cualquiera sino a un Estado y laicidad positivos. Ello quiere decir que ha de reconocerse de forma clara y explícita que la Iglesia tiene sus propias competencias y al igual que ella no puede intrometerse en los asuntos políticos, tampoco el estado puede hacerlo en asuntos religiosos. Al Estado y a la Iglesia hay que pedirles mutuo reconocimiento y colaboración; pero sin salirse de su propio territorio. “ Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”, evitando así que en los parlamentos se traten asuntos de sacristía y en la sacristía se traten cuestiones políticas. El legislador no es ni teólogo, ni pastor; su competencia en materia religiosa es nula y cuando entra en este campo vedado, han de saber que la Iglesia no va a aceptarlo, porque no puede hacerlo sin autodestruirse ya que su vocación es obedecer a Dios antes que a los hombres. Por ello la supeditación total y absoluta del orden religioso al orden civil es inadmisible. Si en nombre de la libertad religiosa no se puede obligar a creer en Dios, tampoco en nombre de esta misma libertad se puede imponer el ateismo por parte del Estado. Si a un no creyente no se le puede exigir que se comporte como creyente, tampoco a un creyente se le puede pedir que se comporte como un ateo.
III
Sin restar importancia a la dimensión intelectual y política de la confrontación laico-religosa, cabe decir que es en el terreno moral donde la contienda toma una especial relevancia. Creyentes y no creyentes pertenecen a la misma familia humana, comparten los mismos miedos, se sienten agitados por las mismas ansias de felicidad. Todos se ven en la necesidad de tener que admitir que la muerte es parte de la vida. Sobre unos y otros gravita el mismo interrogante, no exento de dramatismo ¿ Qué nos queda después de haber vivido? La inmanencia o la trascendencia son las dos posibles respuestas a esta pregunta, hay que elegir entre el más acá o el más allá, entre la nada o la infinitud, dos abismos sin fondo ambos estremecedores; pero no hay otras alternativas posibles y es aquí donde los caminos de unos y de otros se separan
Hubo un tiempo en que la gente estaba preocupados por el futuro, hoy no, hoy se vive con intensidad el presente, al más puro estilo del “Carpe diem”, sin más expectativas de futuro que la previsión del tiempo para el próximo fin de semana. Los hombres y mujeres de hoy quieren ser felices aquí abajo, siguiendo la consigna de Nietzsche. “ Os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no deis crédito a los que os hablan de fe en esperanzas sobrenaturales”. El actual laicismo ha sabido traducir bien este mensaje nietzschiano en un slogan publicitario que colgado de los autobuses ha deambulando por acá y por allá haciéndose visible en plazas y calles de nuestra ciudades y que reza así: “ PROBABLEMENTE DIOS NO EXISTE. DEJA DE PREOCUPARTE Y DISFRUTA DE LA VIDA. Se trata de una llamada dirigida a las personas. Se nos invita a comer de todos los frutos prohibidos de un huerto que ya no tiene dueño. La estrategia laicista se pone así de de manifiesto; no se pretende ya sólo expulsar a Dios de la sociedad y del estado, también de las familias y de las conciencias ¿por qué? ¿Por qué así? Sencillamente porque Dios es considerado el enemigo de la vida y de todo lo humano; se piensa que mientras Él esté presente, los hombres no podrán nunca ser felices y libres. La afirmación del hombre conlleva la negación de Dios, en consecuencia para poder disfrutar de la vida, previamente hemos de liberarnos de unos mandatos y preceptos divinos opresivos que la religión se ha encargado de imponer a las conciencias. La última razón en la que el laicismo se fundamenta para combatir a la moral religiosa, es la de que mata los anhelos de las aspiraciones humanas; pero habría que preguntarse; una vez removido Dios del horizonte moral ¿ qué queda ya? no más que el vacío, así lo reconocen los mismos ateos. Fue el propio Sartre quien dijo. Si Dios no existe todo está permitido. ¿ Como podremos justificar ya que la lealtad es preferible a la traición ¿ Cómo discernir lo lícito de lo ilícito cuando la Verdad y el Bien han desaparecido de nuestro horizonte moral?
Cuando la fuente objetiva de moralidad ha sido sustituida por la arbitrariedad nos encontramos avocados al relativismo en lo personal y en lo social y ya sólo nos queda el ordenamiento legal que pretende ser el sustituto de un sistema ético desaparecido y así es como va tirando esta nuestra sociedad inmersa en el nihilismo moral . Con esto no estoy negando la existencia de una moral laica, pues naturalmente que ésta existe. Lo que estoy diciendo es que el tipo de moral laica hoy al uso es de tipo relativista, lo que significa, que las normas y los valores morales no son consideradas como entidades independientes por encima del hombres , sino creaciones del propio hombre; de modo que lo que se venía atribuyendo a Dios, ahora se le atribuye al hombre que de medido ha pasado a ser el medidor erigiéndose en el creador de los valores y de la moral. Vuelve a aparecer el “homo homini deus” que tanto gusta al laicismo. Más que de moralidad civil unitaria, habría que hablar de un pluralismo moral que tiene dividido a la ciudadanía. Por eso en nuestra sociedad hay un debate abierto sobre la licitud o licitud de ciertos comportamientos morales que todos tenemos en la memoria y donde hay para todos los gustos como corresponde a una moral de circunstancias donde la virtud y el vicio son definidas como a cada cual le parece
Previo a este debate moral abierto en nuestra sociedad existe una cuestión importantísima que está por dilucidar. Es la que se refiere a la participación de la Iglesia en este debate público. Tal es la “causa belli” de la contienda que tiene enfrentados al laicismo con la Iglesia en el terreno de la moralidad pública. En este asunto, los “Pastores de la Iglesia” tienen claro que una cosa es tener cuidado de su grey y otra bien distinta, tratar de imponer su autoridad a ovejas que no son de su rebaño, tal como lo exige la libertad religiosa; ello no quita para que en cuestiones de moralidad puedan expresarse públicamente por tratarse de una dimensión que a todos nos afecta independientemente de que seamos o no creyentes. Las exigencias morales son comunes a todos los ciudadanos y no se entiende por que el papa , los obispos y los católicos en general han de quedar excluidos del debate público sobre asuntos de moralidad que son competencia de todos los miembros de la sociedad
¿ no sería discriminativo que parte de la ciudadanía quedara fuera de este debate?
Bajo mi punto de vista, todas las voces son necesarias en una sociedad pluralista como la nuestra. Bienvenidas sean todas las aportaciones positivas al campo del conocimiento, la política, o la moralidad vengan de donde vengan. ¿ Que razones hay para pensar que la Iglesia no pueda contribuir con sus aportaciones al mejoramiento de la sociedad? Su compromiso no es sólo con los valores religiosos, también con los valores cívicos y humanos, ella enseña a ser respetuoso con la ley y la autoridad, estimula a trabajar por el Bien Común, trata de poner en práctica la caridad , misericordia y perdón que son la base de toda convivencia pacífica. Todos son necesarios. Unos y otros están condenados a convivir pacíficamente. Diré más, en el interior de cada persona surge a veces el conflicto entre el sentido religioso y secular que hay que saber armonizar. Hubo incluso hombres como Unamuno que de la tensión entre ambos hicieron la razón de su existencia. La cabeza le decía que no , el corazón le decía que sí. ¿Creyente , no creyente? ¿ Quien lo sabe? Seguramente ni el mismo lo supo nunca. Fue con toda certeza, eso sí un infatigable buscador de Dios y ya se sabe… el que busca algo es por que no lo tiene todavía; pero lucha con la esperanza de poderlo encontrar. La palabras de Benedicto XVI en Friburgo hablando de que los agnósticos con inquietud están más cerca de Dios que los creyentes rutinarios, a mi no me han impresionado en moso alguno. Esto podía ser motivo de reflexión para unos cristianos como los de hoy que rehuyen todo compromiso.
Esta confrontación que tiene dividida a la humanidad en dos bandos puede ser contemplada desde la dimensión intelectual. En el plano cognoscitivo el laicismo se nos muestra como un pensamiento ideologizado que fundamenta sus certezas en la razón, mientras que el catolicismo está abierto a las certezas sobrenaturales procedentes de la revelación. Para los laicistas más radicales se trata de dos vías de conocimiento irreductibles , lo racional frente a lo irracional, lo objetivo frente a lo subjetivo, lo material frente a lo espiritual. Desde su personal punto de vista, la fe hoy día no deja de ser una antigualla, no más que expresión de un conocimiento precientífico que nos retrotrae a sociedades primitivas, un subproducto de culturas poco desarrolladas que no resiste ya por más tiempo las críticas de la razón y que se aleja de las exigencias de un mundo supercivilizado. Yo he podido asistir a algún discurso laicista en el que se presentaba a la fe religiosa como una falacia para ingenuos, equiparable al mito, pura fantasía que ya no tiene cabida en un mundo tecnificado y cienticista. Llegado es el momento, se dice, de agradecer a la religión los servicios prestados y disponernos a vivir una época posrreligiosa, sin recuerdos nostálgicos, que para lo único que servirían ya es para obstaculizar el progresocultural ¿Será esto verdad?
No estaría mal que echáramos un vistazo a la historia para comprobarlo. A través del pasado lo que podemos constatar es que dentro del cristianismo fe y razón han caminado juntas. Desde tiempos de S. Agustín los teólogos se han venido manteniendo fieles a la consigna credo ut intellegam, intellego ut credam ( Creo para que pueda entender entiendo para que pueda creer) o aquella otra que se viene repitiendo desde S. Anselmo ”Fides quaerens intellectum” (la fe queda iluminada por la inteligencia). En el seno del catolicismo nunca han ido por separado la razón y la fe, sencillamente porque que Dios es autor de ambas y no va a contradecirse así mismo. Este es un hecho histórico irrefutable, como lo es también que la fe católica ha sido la inspiradora de genios incomparables, artistas, músicos, poetas, pensadotes, científicos , filósofos, nadie en su sano juicio puede negar esta evidencia.. En general nuestra rica y exuberante cultura europea ha tenido como nodriza al cristianismo. Hechos como el de Galileo y otros errores puntuales cometidos en el entorno del cristianismo están siendo utilizados hábilmente por la crítica laicista; pero ello no debiera ser motivo suficiente para ensombrecer la ingente labor llevada a cabo por el pensamiento cristianismo a favor de la cultura. Si tuviéramos que poner en un platillo todas sus aportaciones positivas y en el otro las negativas, es seguro de que lado se inclinaría balanza. Como se viene repitiendo, poco quedaría de nuestra cultura occidental si la desvinculáramos de sus raíces religiosas y cristianas
Sin duda el catolicismo ha sido y sigue siendo una religión ilustrada que actualmente está siendo avalada por la ciencias, la historia y la arqueología. Ciertamente el catolicismo, no es retrógrado sino que está como no podía ser de otra forma, a favor del progreso , el desarrollo y los avances científicos, a lo que sí se opone, entiéndase bien, es al mal uso que de los nuevos técnicas e inventos puedan hacerse, pues no todo lo que está al alcance de la ciencia y la técnica es lícito. Tampoco es identificable progreso y desarrollo con laicismo, pues no siempre ambos van en la misma dirección. Está por demostrar que los no creyentes sean más cultos que los creyentes.
Los libre pensadores de siempre han tenido la propensión de sentirse seres incontaminados liberados de prejuicios, al margen de opresión religiosas o dependencias dogmáticas . En su versión más radicalizada profesan el pensamiento único, alimentado por una razón laica excluyente que tratan de imponer a los demás, con la excusa de liberarles de un fanatismo obscurantista y perturbador. Su culto a la razón les hace refractarios a otros tipos de conocimiento. Todo con la razón , nada sin la razón. Lo racional vale, lo demás carece de sentido, por ello no están muy interesados en entablar diálogo abierto con el pensamiento religioso. Pues bien, sin negar los valores inherentes a la racionalidad, es obligado decir que una razón secular más humilde y menos arrogante resultaría más atractiva. El primero en mostrase autocrítico con la actitudes laicistas tan radicalizadas ha sido Habermas quien al igual que lo hiciera en su tiempo Ortega y Gasset ven en ello un claro signo de totalitarismo. Y es que la razón humana tiene sus límites que es preciso reconocer. La vida humana está llena de misterios impenetrables para el humano conocimiento. Existe lo sublime , lo inefable, lo supra racional, existe el mundo religioso que como bien dice Wittgenstein sólo es expresable con un lenguaje místico.
Cultura laica y religión están condenadas a entenderse, la escisión entre ambas resultaría empobrecedora y colocar una barrera infranqueable entre ellas no sería nada recomendable. ¿Por qué la cultura ha de quedar circunscrita simplemente al conocimiento científico cuantificable, experimentalmente verificable?; cultura es también todo lo que corresponde al amplio complejo de manifestaciones humanas entre las que se encuentra el sentimiento religioso. No verlo así supondría desvirtuar el significado profundo de la cultura o de la religión. Lo que se necesita es un dialogo constante entre cultura laica y religión a sabiendas de que el entendimiento mutuo entre ellas no ha de ser fácil ; pero sí deseable siempre
La fe religiosa ha sido siempre expresión del misterio sagrado ; pero también de paradojas y escándalos. En todos los tiempos la religiosidad ha estado condenada a medirse con la cultura de su tiempo; a veces ello ha sido fácil, en otras no tanto, en nuestro tiempo ello resulta especialmente complicado. En el fondo se trata de un problema de confrontación dimensional, un drama que siempre ha estado latente a lo largo de la historia, lo que hace que la fe religiosa se encuentre en permanente estado agónico de lucha, que la obliga a constantes adaptaciones y cambios, aunque eso sí, manteniéndose fiel a sus esencias. El posicionamiento religioso nunca es definitivo, nunca se puede hablar de triunfalismos, nunca se puede descansar tranquilos inmersos en formalismos prestablecidos e inmovilistas.
La religiosidad se vive en y desde la temporalidad con todas las limitaciones y tensiones que implica querer vivir a nivel de la tierra las realidades que están por encima. Ésta es la gran paradoja de la fe, por ello a los ojos del mundo, la religiosidad ha sido, en muchas ocasiones, motivo de escándalo y ha de seguir siéndolo. La paradoja de armonizar lo inmutable con lo mutable, la paradoja de vivir en el tiempo presente una esperanza de vida nueva. Nada librará al creyente de involucrarse en la trama humana. No ha habido nunca un hombre tan espiritual que no haya sabido de las zozobras de la vida, de tensiones y dudas espirutuales, que no haya tenido que asumir los riesgos de ser sujeto religioso inmerso en los vaivenes de la de la historia; pero lo mismo cabría decir en sentido inverso de los que no son creyentes.
La postura del ateo tampoco es una postura cómoda, no lo fue para Andre Gide porque para ser ateo hay que abstenerse de mirar a la naturaleza, cerrar los ojos para no sentir la necesidad de interpretar lo que tenemos delante. No, no es fácil ser ateo; lo dicen ellos mismos. La negación de la existencia de Dios declaraba J. P. Sartre es una tarea larga y difícil que tiene que empezar cada día. Para Simonne de Beauvoir dejar morir a Dios es precipitarse en los abismos de la nada. Así lo reconoce también Jean Rostand “ He dicho que no a Dios …pero en cada momento la cuestión vuelve a presentarse… no es un ateismo sereno, ni jubiloso ni contento”, hasta el mismo Nietzsche que tantas veces renegó del dios cruel y verdugo, en algún momento de su vida no puede contener los latidos de su corazón y se dirige a Él para decirle en tono de plegaria “todos los arroyos de mis lágrimas corren hacia Ti y la última llama de mi corazón para ti se abre ardiente”
Dios necesariamente ha de representar el punto más alto de las posibilidades humanas que permite al hombre adentrarse en el reino de la numinosidad. Escamotear al hombre la creencia religiosa es privarle de algo que en esencia le pertenece. Cerrarse a la llamada sobrenatural es cerrarse a la fundamentalidad de la vocación humana. La visión de un mundo desacralizado puede que sea uno de los espectáculo más dolorosos para el hombre religioso incluso para quien no lo es. “ No concibo, llegó a decir Ortega y Gasset, que ningún hombre pueda renunciar sin dolor al mundo de lo religioso. A mi, al menos, continua diciendo, me produce un enorme pesar sentirme excluido de la participación de este mundo”
II
Si pasamos al terreno político la confrontación entre laicismo y religión resulta aún más áspera como todos los españoles hemos tenido ocasión de comprobar. Estamos cansados de oir decir que la religión tiene que desaparecer del ámbito publico y quedar relegada a la sacristía como si se tratara de una amenaza para la sociedad. Su voz debe ser silenciada, sus manifestaciones públicas prohibidas, sus signos y símbolos retirados de los lugares públicos, si algún derecho tiene a existir sería única y exclusivamente en el ámbito estrictamente privado ¿Por qué? ¿ por qué?... pues porque un Estado debe ser laico que es tanto como decir neutral y la neutralidad es ausencia de religión.. Estamos cansado de oír decir por ahí , que para ser libre no hay que creer en nada…. Falacias y más falacias. “¿Qué se va a poner donde estaba el tradicional Cristo agonizante? Se preguntaba Unamuno ¿Una hoz y un martillo? ¿Un compás y una escuadra? O ¿qué otro emblema confesional? Porque hay que decirlo claro, y de ello tendremos que ocuparnos: la campaña es de origen confesional. Claro que de confesión anticatólica y anticristiana. Porque lo de la neutralidad es una engañifa»” Lo decía Unamuno y lo dice también Benedicto XVI “ El laicismo ha dejado de constituir un elemento de neutralidad capaz de abrir espacios de libertad para todos”. , El laicista, cuando habla de religión, no le da igual una cosa u otra, claro que no, se muestra abiertamente en contra de ella y esto no es neutralidad
El laicismo no es neutral cuando trata de excluir al creyente de la vida publica y relegarle a la sacristía. No se es neutral cuando se comporta , como lo viene haciendo el Parlamento Europeo acusando tendenciosamente a unos y exculpando a otros o el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo al prohibir la presencia de crucifijos en las escuelas. No se es neutral cuando al creyente se le coarta y restringe sus derechos y libertades. No se es neutral cuando a través de los medios de comunicación se manipulan las noticias, aireando lo que perjudica y silenciando lo que favorece a la Iglesia. No se está siendo neutral con lo que está pasando en Nigeria. El presunto neutralismo laicista , no es tal, ni nunca lo ha sido. En realidad, los hombres y la mujeres, necesitan creer en algo, lo que sea. Sucede que hay una confesionalidad sin Dios; pero al fin y al cabo confesionalidad y los dogmas religiosos de los que se prescinde, acaban siendo sustituidos por otros. La aconfesionalidad ligada a la inocencia política, en la práctica, no existe, lo que sucede hoy es que el celo laicista por hacer olvidar a Dios, es bastante más intolerante que el celo del creyente por hacerle presente. Los católicos de hoy se conforman con bien poco, basta con que no se les excluya del espacio social y político, que se les permita intervenir en el diálogo abierto sobre cultura , familia, educación y moralidad, tienen suficiente con que se respete su libertad religiosa y se les trate como ellos tratan a los demás. No exigen privilegios; pero tampoco están por las injustas discriminaciones.
Los católicos se sienten obligados a reconocer los valores del pensamiento secular, claro que sí ; pero al mismo tiempo piden un reconocimiento de los valores religiosos . Unos y otros deberían ser receptivos y tratar de conocerse mejor. ¿Es esto una utopía? , ¿resulta impensable ver al máximo representantes de la Iglesia católica sentarse frente a la máxima autoridad de pensamiento secular para debatir el tema sobre relación entre política y religión?. No, esto no es utopía, ha sucedido ya . Tubo lugar el 19 de Enero del 2004. En esta fecha dos gigantes del pensamiento el Cardenal Joseph Ratzinger –ahora Benedicto XVI- y el filósofo de Jürgen Habermas, protagonizaban un histórico encuentro en la Academia, Católica de Munich, para debatir sobre este tema en cuestión. Recientemente hemos tenido la ocasión de ver a Monsr. Cañizares frente a frente debatiendo en torno al humanismo del siglo XXI con el Ex -presidende de gobierno español Sr . Rodríguez Zapatero. Seguramente que Nadie convenció a nadie, es verdad. Benedicto XVI permanecerá firme en sus convicciones y el filósofo de la Escuela de Frankfurt sigue “sin oído para la Religión” aún así el hecho de haber podido disentir libremente y entablar un dialogo interreligioso pone de manifiesto que la Iglesia no tiene ningún complejo en frente a la razón laicita; pero es que hubo mucho más
Allí salieron a relucir cuestiones de sumo interés. Una de ellas resulta fundamental, a mi modo de ver y que se planteaba en estos términos. ¿Es obligado o no recurrir a la Ley Natural en busca de una orientación precisa sobre la verdadera naturaleza del estado político?.. ¿ El Estado político necesita apoyarse en supuestos normativos pre-estatles superiores a él, que están por encima de los acuerdos mayoritarios del Parlamento? La pregunta en cuestión tiene dos posibles salidas. Si respondemos de forma negativa como lo hace Habermas, diciendo que el estado se basta así mismo, lo que estamos haciendo es dar al Estado un valor definitivo y supremo. Si respondemos positivamente lo que estamos haciendo es supeditar el Estado a las exigencias de la Ley Natural como sostiene la Iglesia. La diferencia está en que para Habermas, el Estado está por encima del bien y del mal, él es él creador de la Verdad y el Bien y para la Iglesia en cambio el Estado ha de ajustarse a la Verdad y Bien que están por encima de toda potestad legislativa. Para los librepensadores los principios inamovibles y las verdades absolutas cercenan la libertad democrática e imposibilitan el diálogo político Así Hans Kelsen llegó a decir “ que la causa de la democracia resulta desesperada , si se parte de la idea de que es posible el conocimiento de la Verdad Absoluta. No lo ven así otros muchos pensadores para quienes dichos principios, inspirados en la Ley Natural están por encima de la dinámica democrática siendo tales principios la fuente de legitimidad y cuando no son respetados el mismo orden constitucional se desmorona, se viene abajo ¿Que pensar de esto ?
Otro asunto sumamente importante gira en torno a la confesionalidad del estado. En esta cuestión hay que recocer los esfuerzos de Benedicto XVI por acercarse al pensamiento secularizado hasta el punto de llegar a elogiar encendidamente al estado laico y la laicidad como pudo verse en sus intervenciones en los foros políticos, ante la Presidencia de la República Italiana o ante el Presidencia Francesa, con Sarkozy a la cabeza, durante su viaje a la nación gala en septiembre de 2006 , donde abiertamente abogó por la legitimidad de los estados laicos y por la laicidad como tal.
El convencimiento expresado tan contundentemente por Benedicto XVI de que la laicidad es cada vez más importante y necesaria, ha hecho pensar, si no será ésta una de las aportaciones más importantes de su pontificado. Pero ojo, no se está refiriendo a un estado laico y a una laicidad cualquiera sino a un Estado y laicidad positivos. Ello quiere decir que ha de reconocerse de forma clara y explícita que la Iglesia tiene sus propias competencias y al igual que ella no puede intrometerse en los asuntos políticos, tampoco el estado puede hacerlo en asuntos religiosos. Al Estado y a la Iglesia hay que pedirles mutuo reconocimiento y colaboración; pero sin salirse de su propio territorio. “ Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”, evitando así que en los parlamentos se traten asuntos de sacristía y en la sacristía se traten cuestiones políticas. El legislador no es ni teólogo, ni pastor; su competencia en materia religiosa es nula y cuando entra en este campo vedado, han de saber que la Iglesia no va a aceptarlo, porque no puede hacerlo sin autodestruirse ya que su vocación es obedecer a Dios antes que a los hombres. Por ello la supeditación total y absoluta del orden religioso al orden civil es inadmisible. Si en nombre de la libertad religiosa no se puede obligar a creer en Dios, tampoco en nombre de esta misma libertad se puede imponer el ateismo por parte del Estado. Si a un no creyente no se le puede exigir que se comporte como creyente, tampoco a un creyente se le puede pedir que se comporte como un ateo.
III
Sin restar importancia a la dimensión intelectual y política de la confrontación laico-religosa, cabe decir que es en el terreno moral donde la contienda toma una especial relevancia. Creyentes y no creyentes pertenecen a la misma familia humana, comparten los mismos miedos, se sienten agitados por las mismas ansias de felicidad. Todos se ven en la necesidad de tener que admitir que la muerte es parte de la vida. Sobre unos y otros gravita el mismo interrogante, no exento de dramatismo ¿ Qué nos queda después de haber vivido? La inmanencia o la trascendencia son las dos posibles respuestas a esta pregunta, hay que elegir entre el más acá o el más allá, entre la nada o la infinitud, dos abismos sin fondo ambos estremecedores; pero no hay otras alternativas posibles y es aquí donde los caminos de unos y de otros se separan
Hubo un tiempo en que la gente estaba preocupados por el futuro, hoy no, hoy se vive con intensidad el presente, al más puro estilo del “Carpe diem”, sin más expectativas de futuro que la previsión del tiempo para el próximo fin de semana. Los hombres y mujeres de hoy quieren ser felices aquí abajo, siguiendo la consigna de Nietzsche. “ Os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no deis crédito a los que os hablan de fe en esperanzas sobrenaturales”. El actual laicismo ha sabido traducir bien este mensaje nietzschiano en un slogan publicitario que colgado de los autobuses ha deambulando por acá y por allá haciéndose visible en plazas y calles de nuestra ciudades y que reza así: “ PROBABLEMENTE DIOS NO EXISTE. DEJA DE PREOCUPARTE Y DISFRUTA DE LA VIDA. Se trata de una llamada dirigida a las personas. Se nos invita a comer de todos los frutos prohibidos de un huerto que ya no tiene dueño. La estrategia laicista se pone así de de manifiesto; no se pretende ya sólo expulsar a Dios de la sociedad y del estado, también de las familias y de las conciencias ¿por qué? ¿Por qué así? Sencillamente porque Dios es considerado el enemigo de la vida y de todo lo humano; se piensa que mientras Él esté presente, los hombres no podrán nunca ser felices y libres. La afirmación del hombre conlleva la negación de Dios, en consecuencia para poder disfrutar de la vida, previamente hemos de liberarnos de unos mandatos y preceptos divinos opresivos que la religión se ha encargado de imponer a las conciencias. La última razón en la que el laicismo se fundamenta para combatir a la moral religiosa, es la de que mata los anhelos de las aspiraciones humanas; pero habría que preguntarse; una vez removido Dios del horizonte moral ¿ qué queda ya? no más que el vacío, así lo reconocen los mismos ateos. Fue el propio Sartre quien dijo. Si Dios no existe todo está permitido. ¿ Como podremos justificar ya que la lealtad es preferible a la traición ¿ Cómo discernir lo lícito de lo ilícito cuando la Verdad y el Bien han desaparecido de nuestro horizonte moral?
Cuando la fuente objetiva de moralidad ha sido sustituida por la arbitrariedad nos encontramos avocados al relativismo en lo personal y en lo social y ya sólo nos queda el ordenamiento legal que pretende ser el sustituto de un sistema ético desaparecido y así es como va tirando esta nuestra sociedad inmersa en el nihilismo moral . Con esto no estoy negando la existencia de una moral laica, pues naturalmente que ésta existe. Lo que estoy diciendo es que el tipo de moral laica hoy al uso es de tipo relativista, lo que significa, que las normas y los valores morales no son consideradas como entidades independientes por encima del hombres , sino creaciones del propio hombre; de modo que lo que se venía atribuyendo a Dios, ahora se le atribuye al hombre que de medido ha pasado a ser el medidor erigiéndose en el creador de los valores y de la moral. Vuelve a aparecer el “homo homini deus” que tanto gusta al laicismo. Más que de moralidad civil unitaria, habría que hablar de un pluralismo moral que tiene dividido a la ciudadanía. Por eso en nuestra sociedad hay un debate abierto sobre la licitud o licitud de ciertos comportamientos morales que todos tenemos en la memoria y donde hay para todos los gustos como corresponde a una moral de circunstancias donde la virtud y el vicio son definidas como a cada cual le parece
Previo a este debate moral abierto en nuestra sociedad existe una cuestión importantísima que está por dilucidar. Es la que se refiere a la participación de la Iglesia en este debate público. Tal es la “causa belli” de la contienda que tiene enfrentados al laicismo con la Iglesia en el terreno de la moralidad pública. En este asunto, los “Pastores de la Iglesia” tienen claro que una cosa es tener cuidado de su grey y otra bien distinta, tratar de imponer su autoridad a ovejas que no son de su rebaño, tal como lo exige la libertad religiosa; ello no quita para que en cuestiones de moralidad puedan expresarse públicamente por tratarse de una dimensión que a todos nos afecta independientemente de que seamos o no creyentes. Las exigencias morales son comunes a todos los ciudadanos y no se entiende por que el papa , los obispos y los católicos en general han de quedar excluidos del debate público sobre asuntos de moralidad que son competencia de todos los miembros de la sociedad
¿ no sería discriminativo que parte de la ciudadanía quedara fuera de este debate?
Bajo mi punto de vista, todas las voces son necesarias en una sociedad pluralista como la nuestra. Bienvenidas sean todas las aportaciones positivas al campo del conocimiento, la política, o la moralidad vengan de donde vengan. ¿ Que razones hay para pensar que la Iglesia no pueda contribuir con sus aportaciones al mejoramiento de la sociedad? Su compromiso no es sólo con los valores religiosos, también con los valores cívicos y humanos, ella enseña a ser respetuoso con la ley y la autoridad, estimula a trabajar por el Bien Común, trata de poner en práctica la caridad , misericordia y perdón que son la base de toda convivencia pacífica. Todos son necesarios. Unos y otros están condenados a convivir pacíficamente. Diré más, en el interior de cada persona surge a veces el conflicto entre el sentido religioso y secular que hay que saber armonizar. Hubo incluso hombres como Unamuno que de la tensión entre ambos hicieron la razón de su existencia. La cabeza le decía que no , el corazón le decía que sí. ¿Creyente , no creyente? ¿ Quien lo sabe? Seguramente ni el mismo lo supo nunca. Fue con toda certeza, eso sí un infatigable buscador de Dios y ya se sabe… el que busca algo es por que no lo tiene todavía; pero lucha con la esperanza de poderlo encontrar. La palabras de Benedicto XVI en Friburgo hablando de que los agnósticos con inquietud están más cerca de Dios que los creyentes rutinarios, a mi no me han impresionado en moso alguno. Esto podía ser motivo de reflexión para unos cristianos como los de hoy que rehuyen todo compromiso.