"El diálogo se ha empobrecido y la fuerza se ha convertido en el método de resolver los conflictos" Chomali: "¿Qué puede hacer la Iglesia ante el bullying? Hacer presente a Dios en la escuela y la familia"
"El gran drama del siglo XXI es la pobreza espiritual y la soledad. Los jóvenes se sienten solos, faltos de afectos y de oportunidades para sacar adelante sus propias vidas. Pareciera ser que el escepticismo frente a la vida y a un futuro mejor ha anestesiado el valor de la vida propia y ajena. La violencia se presenta como un escapismo o la triste manera de decirle a los demás que valgo y que tengo poder"
"¡Lo que hasta hace poco era considerado una afrenta pública, hoy para muchos, es signo de valentía! El diálogo se ha empobrecido y la fuerza se ha convertido en el método de resolver los conflictos"
"¿Qué hacer? Sin duda alguna que la Iglesia tiene una gran responsabilidad a la hora de dar respuesta a esta pregunta. Y la respuesta es anunciar la verdad acerca del hombre revelada por quien es la Verdad, Jesucristo. Sólo él es capaz de convertir los corazones de piedra en corazones de carne. Y hacer que el odio, la violencia no sea la última palabra sino que la vida, la vida verdadera que es amarse los unos a los otros como Él nos ha amado"
"¿Qué hacer? Sin duda alguna que la Iglesia tiene una gran responsabilidad a la hora de dar respuesta a esta pregunta. Y la respuesta es anunciar la verdad acerca del hombre revelada por quien es la Verdad, Jesucristo. Sólo él es capaz de convertir los corazones de piedra en corazones de carne. Y hacer que el odio, la violencia no sea la última palabra sino que la vida, la vida verdadera que es amarse los unos a los otros como Él nos ha amado"
| Fernando Chomali Garib. Arzobispo de Santiago de Chile
El bullying es una práctica más habitual de lo que creemos. Se da en la escuela, en el trabajo, en la propia familia, en la sociedad. Hasta suicidios ha habido. ¡Un drama! El bullying es un acto de cobardía al ser una agresión en contra del más débil. Muchos jóvenes se avergüenzan de ser objeto de esta mala práctica y no lo revelan. Lo que hace difícil dimensionar el problema.
Es un acto de violencia, contrario a la razón y a las sanas normas de convivencia. Muchas veces se realiza a vista y paciencia de los mayores, que de cierta forma se hacen cómplices. Quienes lo practican suelen tener una pobre imagen de sí mismos, muchas veces hasta odio, que lo proyectan en los más débiles, en los que no pueden defenderse.
Detrás de los actos de violencia se esconde una historia. Nadie es violento o agresivo porque sí. Es tan fuerte el vínculo entre lo que somos y hacemos que agredir al otro es la muestra del malestar que se experimenta al no tener amor, cariño y comprensión.
Carentes de amor
En general, quienes abusan de los demás suelen ser personas carentes de amor, de comprensión y de sentirse parte de un proyecto social. Detrás de cada acto de violencia hay una gran desesperanza en cuanto a la posibilidad de salir de las frustraciones presentes. Quienes practican el bullying no se sienten ni conformes ni felices consigo mismos y, en el fondo, es un acto no sólo de cobardía, sino de rebeldía. Golpeando al otro, al más débil, en definitiva, golpea a la sociedad que rechaza.
El gran drama del siglo XXI es la pobreza espiritual y la soledad. Los jóvenes se sienten solos, faltos de afectos y de oportunidades para sacar adelante sus propias vidas. Pareciera ser que el escepticismo frente a la vida y a un futuro mejor ha anestesiado el valor de la vida propia y ajena. La violencia se presenta como un escapismo o la triste manera de decirle a los demás que valgo y que tengo poder. Muchos golpeadores en el sentido amplio de la palabra han sido golpeados.
Son cada vez más son las personas que sienten un gran desprecio por la autoridad, venga de dónde venga. Los jóvenes a los adultos, ¡no nos creen! Se suma a ello un fenómeno nuevo: muchos padres les temen a sus hijos y muchos profesores les temen a sus alumnos. No nos olvidemos que en Chile, hace algunos años, una joven fue felicitada por sus pares cuando le lanzó un jarro de agua a la ministra de Educación de entonces.
¿Qué hacer?
¡Lo que hasta hace poco era considerado una afrenta pública, hoy para muchos, es signo de valentía! El diálogo se ha empobrecido y la fuerza se ha convertido en el método de resolver los conflictos.
¿Qué hacer? Sin duda alguna que la Iglesia tiene una gran responsabilidad a la hora de dar respuesta a esta pregunta. Y la respuesta es anunciar la verdad acerca del hombre revelada por quien es la Verdad, Jesucristo. Sólo él es capaz de convertir los corazones de piedra en corazones de carne. Y hacer que el odio, la violencia no sea la última palabra sino que la vida, la vida verdadera que es amarse los unos a los otros como Él nos ha amado.
Dios es el fundamento de una conciencia recta que percibe con claridad que los conflictos, propios de la vida, se resuelven con el diálogo fecundo, con ser capaz de entregar lo mejor de sí y acoger lo mejor del otro.
La familia es la gran educadora en los valores que animan una sociedad como el respeto por el otro, la auténtica tolerancia y sobre todo comprender la vida como un servicio. Para ello potenciar la presencia de Dios en la educación y en la familia es fundamental.
Creo que el desarrollo económico sin la consideración del hombre como centro de éste nos puede llevar a tener calles iluminadas, parques hermosos, pero ciudadanos frustrados y carentes de lo único que nos importa y deseamos: amar y ser amados. Esta carencia se traduce, tarde o temprano, en actos de violencia, y a muy temprana edad.