Un balance esperanzado de 2022, con la mirada puesta en el año que arranca Puertas que se abren y se cierran
Sí, el tema no es nuevo y el Vaticano II, sin usar la palabra de moda, nos obligó a plantearnos que, si todos somos “pueblo de Dios”, todos tenemos la obligación de empujar el carro de la Iglesia en la misma dirección
Ojalá a nivel eclesial, el 2023 nos depare gratas y agradables sorpresas. De momento sabemos que el tema de la sinodalidad va a estar en el centro. Y además ahí nos jugamos mucho como Iglesia: en las viejas cristiandades y en las más jóvenes. No podemos seguir contra corriente
Dos temas me atrevo a pronosticar como fundamentales para este año: los nuevos ministerios (sin ordenar y ordenados, para solteros y para casados) y el rol de la mujer en la iglesia. Por distintos motivos, fundamentales en lugares muy dispersos pero con vitalidad y en aquellos de “vieja cristiandad”, necesitados de que el viejo tronco de Jesé eche retoños
Dos temas me atrevo a pronosticar como fundamentales para este año: los nuevos ministerios (sin ordenar y ordenados, para solteros y para casados) y el rol de la mujer en la iglesia. Por distintos motivos, fundamentales en lugares muy dispersos pero con vitalidad y en aquellos de “vieja cristiandad”, necesitados de que el viejo tronco de Jesé eche retoños
| José María Rojo G.
El final de un año y comienzo de otro siempre invitan a la síntesis o resumen por un lado y a la tentación de futuristas por el otro. Seguro que los expertos ya lo han hecho, ya han “craneado” duro, como se dice por acá.
A nivel eclesial, la muerte el 31 D del papa emérito, Benedicto XVI, seguro ha prestado muchos elementos para lo primero. Ahí los historiadores y sesudos analistas seguro han encontrado buenos filones. Mucho más humildemente, desde esta Lima que -¿por días, por horas?- sigue viviendo esa tregua no pactada, trato de acentuar algún punto, seguro que no original.
Ríos de tinta y montañas de páginas virtuales se acumularon el 2022 alrededor del tema de la sinodalidad. Y me alegra que así haya sido. En algunos casos, demasiado teóricamente, como si fuera algo ya vivido y que ahora el papa Francisco nos obliga a retomar. Sí, el tema no es nuevo y el Vaticano II, sin usar la palabra de moda, nos obligó a plantearnos que, si todos somos “pueblo de Dios”, todos tenemos la obligación de empujar el carro de la Iglesia en la misma dirección. Pero, la verdad es que, en unos casos, algunos sólo quieren llevar el carro ellos y, en otros casos, son los otros los que no quieren ni sudar empujando. Aparecida (Brasil 2007) dio un paso más y nos remachó que todos los cristianos somos discípulos misioneros
Es posible que en estos días volvamos a ver esa impactante imagen en torno al féretro de Benedicto XVI: un primer círculo de solo varones, viejos y célibes (los cardenales ¿decidiendo el futuro aún sin cónclave?); un segundo círculo, religiosas la mayoría, llorando y rezando y luego ya el tercero “el pueblo de Dios” dispuesto a seguir pasivamente… Exagero, ya lo sé.
El 2022 fue el año de la Praedicate Evangelium. Bien anunciada y ya casi nos habíamos olvidado, cansados de esperar: la constitución sobre la renovación de la Curia Romana. Una renovación que Francisco siempre ha recordado le fue pedida antes de entrar al cónclave, donde lo eligieron papa. Podemos aventurarnos también a pensar que fue fruto de esa situación de la Iglesia que le “obligó” a Benedicto XVI a renunciar y ante la que los cardenales no vieron a muchos capaces de “coger aquella papa caliente” (parece Bergoglio era uno de los pocos). Y nos llegó esa propuesta de renovación profunda. No un mero maquillaje o barniz, no. Tendremos tiempo para sacarle todas las consecuencias (para algunos ya ha significado un verdadero terremoto).
Por debajo, no cabe duda están los serios y graves problemas que se fueron destapando en distintos lugares de la iglesia: algunos en el mismísimo vaticano como las fuertes movidas de oposición al papa Francisco (nunca se había vistos a tan altos jerarcas, tan obedientes ellos, atacando al papa de frente) o en personas muy cercanas a él como el cardenal Becciu. También movidas fuertes en iglesias históricas y viejas (casos de pederastia a altos niveles como en Francia) o signos -para muchos- de madurez eclesial como todo lo ocurrido en torno al Sínodo Alemán y sus repercusiones mundiales. De admirar, en todo ello, el aplomo y la serenidad del papa Francisco.
Y justo, en medio de los constantes rumores de su deteriorada salud y su posible renuncia, él sigue retando hasta a los médicos -obligados a frenarlo- con sus viajes programados. Viajes todos para los que tiene que prepararse bien, con riesgo de equivocarse y con todas las cámaras delante. Viajes donde están ausentes las multitudes, los aplausos, las ceremonias bien preparadas y ordenadas. Viajes, digámoslo de una vez, marcados por su visión clara de “iglesia en salida, de opción por los pobres, de servicio al Reinos de Dios”. Cada viaje con sus objetivos concretos y nunca principalmente “eclesiales” (como tampoco lo han sido de sus escritos y encíclicas). En el 2022 a destacar sus viajes a Malta, a Canadá, a Kazajistán, a Barehin… Y seguirán esperando Francia, Alemania, España,… a pesar de los pedidos y protestas. Definitivamente a Francisco le molesta el olor a incienso.
Y hablando de viajes, para el bloque de periodistas acreditados, deben ser ya casi tan importantes como aquellos las famosas “ruedas de prensa” que siempre se arman en el avión, en el viaje de vuelta. Y es que a Francisco -aunque esté cansado- le va esa informalidad donde le preguntan de todo y por todo. Y ellos, cazadores de noticias, saben de sobra que “donde menos lo esperan puede saltar la liebre”. Grandes titulares han surgido de sus respuestas y comentarios en el avión de vuelta, lo sabemos todos.
No quiero ser ni pitonisa ni mucho menos agorero. Ojalá a nivel eclesial, el 2023 nos depare gratas y agradables sorpresas. De momento sabemos que el tema de la sinodalidad va a estar en el centro. Y además ahí nos jugamos mucho como Iglesia: en las viejas cristiandades y en las más jóvenes. No podemos seguir contra corriente. Dos temas me atrevo a pronosticar como fundamentales para este año: los nuevos ministerios (sin ordenar y ordenados, para solteros y para casados) y el rol de la mujer en la iglesia. Por distintos motivos, fundamentales en lugares muy dispersos pero con vitalidad y en aquellos de “vieja cristiandad”, necesitados de que el viejo tronco de Jesé eche retoños.
Aunque un poco tarde y a destiempo, brindemos por este 2023 que hemos comenzado. Que nos depare grandes y agradables sorpresas. Para ello, siguiendo a Francisco, soñemos y hagamos lío.
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