"Que la Cope deje de ser el cortijo de Carlos Herrera y del PP, para ser la radio de todos" Retos de la Iglesia católica española para intentar recuperar en 2023 la credibilidad perdida
"¿Qué debería hacer La Iglesia católica para recuperar la credibilidad y la confianza? Venderse mejor (en el buen sentido de la palabra), ser más creativa en sus pronunciamientos, realizar gestos concretos de desprendimiento y humildad y renunciar ‘motu proprio’ a algunos de sus privilegios"
"La Iglesia ya no conecta con las penas y las alegrías de la gente y, además, ‘no coloca’ su mercancía en el mercado social. Y, si la sal se vuelve insípida…O si la luz permanece debajo del celemín…"
"Que los obispos ordenen a sus curas que muestren por la gente, especialmente por la más pobre, la misma dedicación que prestan al altar"
"Subirse al carro de las grandes causas justas actuales, como el feminismo o la ecología"
Sigue en RD los mejores balances de 2022 y las perspectivas para 2023
"Que los obispos ordenen a sus curas que muestren por la gente, especialmente por la más pobre, la misma dedicación que prestan al altar"
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No es tan mala como, a veces, la pintan. La Iglesia española tiene peor fama pública de la que merece. Porque, a pesar de sus fallos y errores garrafales, sigue siendo quizás la institución que más ayuda a los pobres, que sigue aglutinando a millones de personas en torno a la religiosidad popular y a la Virgen, y que continúa dotando de sentido la vida de mucha gente e impregnando nuestra idiosincrasia, al menos culturalmente.
¿Qué le pasa, entonces, a la Iglesia católica española, para tener tan mala imagen y seguir perdiendo a borbotones credibilidad y confianza social? ¿Qué debería hacer para recuperarlas? Venderse mejor (en el buen sentido de la palabra), ser más creativa en sus pronunciamientos, realizar gestos concretos de desprendimiento y humildad y renunciar ‘motu proprio’ a algunos de sus privilegios. Es decir, aprobar algunas asignaturas pendientes y superar algunos retos, que, sin ánimo de ser exhaustivos, pasamos a enumerar.
-Adecuar la agenda eclesiástica a la social. Hubo un tiempo en que la jerarquía marcaba la agenda pública, con sus intervenciones, sus decisiones y sus pronunciamientos. Ya no es así, desde hace años. Los obispos no tienen estrellas mediáticas y lo que comunican suele pasar desapercibido, ignorado o malinterpretado. Pero siguen en sus trece y su agenda continúa encerrada en el jardín eclesiástico, mientras la vida real les pasa por encima. La Iglesia ya no conecta con las penas y las alegrías de la gente y, además, ‘no coloca’ su mercancía en el mercado social. Y, si la sal se vuelve insípida…O si la luz permanece debajo del celemín…
-Posicionarse claramente y caiga quien caiga, sin miramientos partidistas, en las grandes cuestiones sociales de fondo. Por ejemplo, la renovación de la Justicia. O la importancia del 'escudo social'.
-Transmitir empatía y cercanía a la gente con gestos concretos. Por ejemplo, ganarse a la opinión pública, pagando de su bolsillo el coste de la luz eléctrica en la Cañada Real, un barrio chabolista madrileño sin fluido eléctrico desde hace años y con mucha gente sufriendo las consecuencias, especialmente en invierno.
-Aprovechar las fechas que todavía conservan cierto sabor religioso, como Navidad o Semana Santa, para transmitir mensajes que apunten a lo esencial. Por ejemplo, subirse en estas fechas a la ola ecologista, de consumo responsable y de austeridad.
-Poner a disposición de la gente su enorme infraestructura: acoger refugiados y emigrantes, pero también a sin techo y necesitados de todo tipo.
-Subirse al carro de las grandes causas justas actuales. Por ejemplo, la del feminismo o la de la lucha contra la homofobia o la de la ecología. Y también la del aborto, pero no sólo.
-Montar reuniones nacionales y por comunidades con políticos de todos los partidos, para explicarles los posicionamientos eclesiales, porque ellos son los que más y mejor pueden mejorar la vida real de la gente. Alabar sus decisiones que favorecen el bien común y criticar todo lo que atente contra la mejora de la vida del pueblo.
-Hacer lo mismo con sindicatos, empresarios y todo tipo de asociaciones sociales.
-Que los obispos ordenen a sus curas que muestren por la gente, especialmente por la más pobre, la misma dedicación que prestan al altar. Y que, de una vez por todas, hagan caso al Papa y cambien el modelo de formación de los seminaristas.
-Preparar católicos (laicos, curas y obispos) que sean capaces de participar asiduamente en los grandes programas televisivos, tanto de los medios públicos como privados, que crean y moldean la opinión pública. Formar tertulianos, sí.
-Una oficina de prensa de la CEE ágil y eficaz, que esté las 24 horas (la información no se detiene nunca) y todos los días de la semana (incluidos los sábados y domingos) al servicio de los medios de comunicación, tanto generalistas como especializados. Jugando con sus mismas reglas y ateniéndose a sus preguntas.
-Programar y ofrecer entrevistas y pronunciamientos sobre las noticias más relevantes a los grandes medios nacionales, regionales y digitales (más fácil en estos dos últimos).
-Que la Cope sea la voz de la Iglesia. Una cadena apartidista, que opte por el diálogo y evite la polarización y la confrontación, que sea sinónimo de calidad, independencia y fiabilidad total. Aunque eso signifique que sea menos rentable y menos negocio. Que deje de ser el cortijo de Carlos Herrera y del PP, para ser la radio de todos.
-Presentar un informe exhaustivo sobre los abusos del clero, pedir perdón, reparar y resarcir. Sin disculpas ni excusas. Limpieza a fondo. Sólo así volveremos a confiar en los curas, para poner a nuestros niños en sus manos. ¿Será, por fin, el 2023 el año en el que las víctimas ocupen el centro para los obispos?
-Clarificar a fondo el tema de las inmatriculaciones y, llegado el caso, devolver las hechas utilizando privilegios de la época franquista o aznarista.
-Prescindir del IBI sin que la obliguen, como aportación al bien común y signo concreto de solidaridad.
-Aceptar y bendecir la pluralidad de familias que existen hoy en la sociedad. Y tratarlas con el mismo respeto que a la familia tradicional.
-Ofrecer a la gente y especialmente a los jóvenes una moral sexual que no se base en el pecado ni en el moralismo rancio y trasnochado. Por ejemplo, no culpabilizar a las parejas que utilizan métodos anticonceptivos artificiales o a los adolescentes que se masturban o a las parejas de novios que mantienen relaciones prematrimoniales, que también son expresión del amor que se profesan.
-Parroquias abiertas, con consejos pastorales deliberativos, con celebraciones comunitarias de la penitencia y misas con homilías cortas, bien preparadas y en las que el cura no regañe a los presentes.
Sólo con éstas y otras medidas similares, la Iglesia española volverá a ser la madre misericordiosa que el pueblo anhela o el hospital de campaña que propone el Papa Francisco. Sólo así volverá a renacer de sus cenizas y, después del largo invierno de la desconfianza, brotará de nuevo la primavera del Evangelio en nuestro país.
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