Con inmatriculaciones o sin ellas Las catedrales son del pueblo
¿Pero hay que pagar “por entrar en un lugar sagrado, por museo que sea, o que tenga? Sí, hay que pagar, cosa que no acontece en otros países, en los que las catedrales son más del pueblo…
¿Y qué hacemos con los canónigos, en su rica y plural versión de “dignidades”, “oficios” y “beneficios”?
Sí, así como suena y como a algunos les disonará al menos como un disparate – “dicho que va más allá de lo razonable”- . Si, las catedrales –“iglesia principal y generalmente de grandes proporciones que es sede de una diócesis”- son del pueblo. Como el tema llama con persistencia y diversidad de opiniones “divinas” y “humanas”, y el panorama que se vislumbra en España aporta sobradas razones para tomar conciencia de su gravedad , están más que justificadas , entre otras, estas reflexiones:
Y si son -será- del pueblo ¿de quién o de quienes han sido y siguen siendo, hasta ahora? ¿De la Iglesia o del clero en versión episcopal, del Cabildo Catedralicio y, en definitiva, del clero?. La respuesta es positiva, y con carácter además semi dogmático, pese al soberano proceso de “desclericalización” en el que con urgencia y tesón está comprometido el papa Francisco , tan conciliar devoto del Vaticano II , con la “Iglesia en salida” y “sinodal”, que la define con singular contundencia y exclusividad.
Las catedrales son del pueblo-pueblo. Así lo fueron en los tiempos más evangélicamente religiosos y hasta que las Decretales- Cartas Papales- y el Derecho Canónico y otros, campearon como dueños y señores, y administradores, de todo, o de casi todo, lo terrenal y lo sobrenatural. ¿Pero qué es eso de “tomar posesión de una catedral-la suya- , y hacerlo , como en el reciente caso de la “Magna Hispalense”, nada menos que rodeado su nuevo arzobispo , de cuarenta “hermanos en el episcopado”, con inefable solemnidad, hoy en desuso hasta en las esferas político-sociales más encumbradas y solo con aspiraciones a aparecer en los espacios informativos , suscitando envidiejas personales y colectivas, con participación principesca de los representantes , Nuncios o enviados especiales de los “siervos de los siervos de Dios”?
Cuanto se relaciona con las catedrales, comenzando por lo de sus “tomas de posesión”, como si se tratara de un cortijo-dehesa, o de la consecución y disfrute, bien “trabajado”, de un cargo honorífico, necesita inexcusablemente un buen “repaso de higiene penitencial y sagrada”. Su liturgia, la estrategia seguida en su nombramiento -que no elección- de los candidatos, el sentido y uso de la “cátedra”, que es lo que hace ser catedral a las catedrales,, las mitras, los báculos, el incienso, los gestos, los colorines, los símbolos tan ambiguos y tan mayoritariamente paganos, carentes de religiosidad medianamente aceptable y nada inteligible, no tienen absolutamente nada que ver ni relacionarse con el Evangelio y con el comportamiento que encarnó Jesús en relación con el “Sagrado Templo de Jerusalén” y con sus “Sumos Sacerdotes” y allegados, quienes sentirían mermados sus intereses y “dignidades”, por lo que ellos, precisamente ellos, tomaron la cruel decisión definitiva de su crucifixión y muerte en el Monte Calvario.
Pero con honradez y con verdad de la buena, ¿para qué sirven y cual es el uso “religioso”” que se les confiere hoy a las catedrales? ¿Es pastoral ese uso? ¿Es de exhibición, de poderío y riqueza personal o colectiva? ¿Es lugar de reposo –“cementerio”- (mausoleo y cenotafio), para los obispos y sus familiares, reyes, reinas , príncipes y princesas, nobles , señores “fundadores”, o simples “compradores” de capillas para su uso particular y enterramientos, convencidos de que de esta forma, habiendo permanecido sus restos sagrados en las catedrales, resucitarían y permanecerían eternamente más cerca de la Santísima Trinidad, acompañados por los santos de su devoción, a quienes dedicaron sus ricas y preciosas capillas catedralicias?¿Puede hoy justificarse la existencia de una catedral abierta tan solo una de sus capillas al culto y a la misa diaria – , o ni eso siquiera- de tan solo un grupo de personas, que podrían hacerlo con mayor comodidad y devoción en alguna parroquia, santuario o ermita? Además de los días patronales festivos, en los que se dan cita “religiosa” (¿?) las autoridades y las “fuerzas vivas de la localidad”, ¿cuándo y cómo se” abarrotan” los templos catedralicios?
Sí, pero las catedrales-museos , o los museos de las catedrales…Este es otro capítulo. Es tema más específicamente turístico y cultural, entre otras razones porque su acceso y visita demanda de unas tasas ya fijadas a tal efecto, con las debidas licencias.
¿Pero hay que pagar “por entrar en un lugar sagrado, por museo que sea, o que tenga? Sí, hay que pagar, cosa que no acontece en otros países, en los que las catedrales son más del pueblo…
¿Y qué hacemos con los canónigos, en su rica y plural versión de “dignidades”, “oficios” y “beneficios”?
¿Pero todavía existen estos muy ilustres señores miembros de los respectivos Cabildos, vestidos de “raro”, aunque sin llegar a los ostentosos y ricos -a veces riquísimos- de los ornamentos sagrados de los obispos? Se dice que su misión-vocación especial es “cultivar el culto”, con el canto-recitación de las Horas Canónicas, la participación acolital , además de servirles de ocioso retablo, a los señores obispos en las solemnidades litúrgicas , sin descartar la posibilidad de ser y actuar , en ocasiones, de consejeros, si el obispo se deja, o así lo requiere.
Con inmatriculaciones o sin ellas, que este no es mi tema, me reafirmo en la idea de que las catedrales son del pueblo, tanto en rigurosa conformidad con la historia, como con la eclesiología. Las catedrales, con-catedrales, colegiatas, templos parroquiales…son del pueblo-pueblo. Y no solo del llamado eclesiásticamente “pueblo de Dios” , dado que Dios es creador y re-creador del pueblo de otras creencias distintas a la católica. Precisamente por eso, muestro mi disconformidad con quienes, como en el caso de la catedral- mezquita de Córdoba, a lo que más se aspire es a que sea “desacralizada” y convertida en museo. ¿Y por qué no seguir siendo catedral, pero también, y a la vez , mezquita? ¿Qué porcentaje de musulmanes habrá de constar bien pronto en los archivos municipales de la ciudad cordobesa, y cual será el de cristianos, al ritmo que marcan los índices de natalidad, por recurrir a un argumento de tanto peso, relevancia, verosimilitud , entendimiento y medida?
El capítulo de las catedrales y el pueblo, al igual que el del nombramiento de sus obispos, permanece sin escribir, o inédito todavía, en la historia eclesiástica, cerrada a cal y canto, a la concesión del “Nihil Obstat” preceptivo correspondiente, conformándonos con que , al igual que en tiempos irremisiblemente pretéritos, eran la sangre real, noble o feudal y los intereses económicos o los políticos, los que primaban en los nombramientos episcopales, con reparto de prebendas, hoy poco o nada han cambiado las cosas, aunque los motivos sean más de tipo y carácter que se creen de “Iglesia” de toda la vida”, tradicional y sin posibilidades de cambios y “líos”, de tal forma que de uno de los requisitos que la “Santa Sede” quiere tener plena constancia es el de que el candidato al episcopado no sea, o no haya sido, conflictivo con el Gobierno de turno. La relación y el compromiso con el Evangelio puede no tener tanta valoración. Y así pasa lo que está pasando y lo que le pasará a la Iglesia…