Sobre la bendición de personas y parejas homófilas "Si una madre o un padre tienen un hijo homófilo, ¿le negarán la bendición?"

Bendición de una madre
Bendición de una madre

"Si una madre o un padre tienen un hijo homófilo, ¿quizás no lo bendecirán? ¿Le negarán tal vez la bendición que según la Biblia es deber de los padres para con sus hijos?"

"Muchas personas que viven y se sienten del mismo sexo son particularmente sensibles a esta pregunta: '¿Es la Iglesia madre para nosotros?'"

"La cuestión de si las parejas del mismo sexo pueden ser bendecidas puede pertenecer a la misma categoría que la de si la bendición es posible para personas que se han vuelto a casar o para uniones sin certificado de matrimonio"

"Definir como ilícita una bendición destinada a una pareja cristiana de homofílicos significa definir su amor como ilícito, corriendo el riesgo de limitar la posibilidad de la gracia que Dios quiere sembrar también en sus vidas imperfectas"

La antropología y sobre todo la visión de la sexualidad y su ejercicio han cambiado profundamente en nuestro Occidente desde hace algún tiempo. Y ante los cambios y la novedad tendemos a asustarnos y, por ende, solemos preferir reafirmarnos en las posiciones tradicionales. Quizá, incluso, endureciéndolas a veces. La realidad social del Occidente europeo y algunas Iglesias de ese mismo continente han solicitado una revisión de la mirada eclesial sobre algunas realidades que hoy se imponen y piden una nueva interpretación que ya no implique la exclusión o la marginación de la comunidad cristiana para quienes viven esas realidades. Son realidades que parecen solicitar una evaluación diferente y una medida de misericordia sin contradecir el mensaje evangélico / neotestamentario ni la gran tradición.

Que yo sepa, no se pide la posibilidad del sacramento cristiano del matrimonio para quienes viven en una relación homófila estable, sino la posibilidad de una bendición. En esa grande tradición cristiana la bendición se dirige a Dios o a los hombres y mujeres que se han convertido en siervos del Señor y llamados por el Señor a una misión de salvación. Las cosas que existen ya son todas benditas, obra de la bondad de Dios. Casi me atrevo a decir que no se trata tanto de una bendición de algo sino de un dar gracias a Dios que lo creó.

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Bendiciones

No hay realidad que no sea bendecida y que luego cambie de calidad con la bendición. Después de todo, podemos bendecir todo porque eso significa agradecer y alabar al Señor por lo que nos ha dado. En esa línea yo diría que es posible una bendición para las parejas que viven permanentemente en una relación como la homófila. Estas personas pueden ser bendecidas porque como hombres o mujeres y como cristianos son mucho más que la situación que viven. Queriendo usar lenguaje eclesial, no se trataría de bendecir una situación, homófila en este caso, sino de una llamada a alabar a Dios con la vida y el comportamiento.

Mejor aún. Si una madre o un padre tienen un hijo homófilo, ¿quizás no lo bendecirán? ¿Le negarán tal vez la bendición que según la Biblia es deber de los padres para con sus hijos? Con la reciente Declaración Fiducia supplicans la Iglesia Católica trata de demostrar, una vez más, que quiere ser maestra de gracia y de misericordia. El papa Francisco ha explicitado que no se cambia lo que pide el Evangelio sino que se trata de mostrar compasión y misericordia. Y creo que este punto de partida, sencillo y simple, es esclarecedor y determinante.

Los progenitores bendicen a sus hijos. Ellos no rechazan la bendición, incluso si su hijo o hija tiene problemas existenciales. Y éste es exactamente el caso de esta carta, donde el hijo declara que se siente homófilo y que también ama de esa manera. Los padres creyentes no negarán su bendición a este niño, a este hijo o a esta hija. La Iglesia –como se dice tradicionalmente– es Mater et Magistra, madre y maestra. Es verdad, tiene que enseñar. Pero ante todo es madre. Y muchas personas que viven y se sienten del mismo sexo son particularmente sensibles a esta pregunta: "¿Es la Iglesia madre para nosotros?". Y siguen siendo hijos de Dios, y quieren también que la Iglesia se muestre como madre.

Es verdad, la Iglesia Católica tiene en alta estima el matrimonio sacramental: Que la alianza de un hombre y una mujer sea algo grande y santo. Un pacto por la vida, prometido y contraído ante Dios, que también puede abrirse a los hijos que son percibidos como un don de Dios. Pero en el rito de la bendición en cuestión no me da la impresión de que se está bendiciendo un matrimonio sacramental. Pero el "sí" al matrimonio sacramental no debe convertirse en un "no" a todas las demás formas. La Iglesia se ha acostumbrado desde hace tiempo al hecho –y ha sido un proceso largo y doloroso– de no ser la única voz que tiene voz sobre las asociaciones entre seres humanos. Desde el siglo XIX, el Estado ha revocado la soberanía de la Iglesia sobre el matrimonio. La concepción estatal del matrimonio como contrato es fundamentalmente diferente de la concepción del matrimonio sacramental. Lo sabemos desde hace mucho tiempo.

Bendiciones
Bendiciones

La cuestión de si las parejas del mismo sexo pueden ser bendecidas puede pertenecer a la misma categoría que la de si la bendición es posible para personas que se han vuelto a casar o para uniones sin certificado de matrimonio. Yo creo que si la petición de la bendición no es un espectáculo y, por tanto, no es simplemente una especie de culminación de un rito externo, si la petición de la bendición es honesta, es decir, si es realmente la petición de la bendición de Dios para un camino de vida que las dos personas, en cualquier situación en la que se encuentren, intentan vivir, entonces esta bendición no les debe ser negada.

Aunque el sacerdote católico pueda decir a esa pareja -“no habéis alcanzado todo el ideal”- es importante que viváis a vuestra manera, basándoos en aquellas virtudes humanas sin las cuales no existe una verdadera humanización. Y eso ‘requiere’ una bendición para emprender ese camino. Otra cosa es cómo sea la forma correcta de expresión a este respecto.

El acto de la bendición es un reconocimiento, por ejemplo y en este caso, a la dignidad divina y humana de una persona. El lenguaje eclesiástico, tantas veces canónico, dogmático, teológico,…, no siempre nos juega una buena pasada - valga la expresión - porque no nos permite salir más allá de una perspectiva demasiado estrecha: los poderes para impartir bendiciones, los poderes para aplicar misas, los poderes para remitir sentencias, los poderes para celebrar los sacramentos…, son un lenguaje muy condicionado. Esta forma de hablar del "ámbito litúrgico-sacramental" está demasiado marcada, histórica y burocráticamente, por preocupaciones de "control" y no llega a abordar realmente, con amplitud y altura, no pocas cuestiones como ésta de la bendición a personas y parejas homófilas. 

Quien renunció a su categoría de Dios… quien no hizo alarde su dignidad divina… nos invita a situarnos en otra lógica y en otra exigencia: la de la renuncia soberana por el bien de las personas. Una Iglesia que está llamada de mil y una maneras a una conversión del intelecto y del corazón para "salir de sí misma", para "adentrarse en los cruces de caminos y en las periferias de la compleja y difícil realidad", a alejarse de la lógica del ‘poder’, … con los ojos puestos solamente en Aquel que renunció a su categoría de Dios y que no hizo alarde de su condición y dignidad divinas, de Aquel que se "renunció y se vació de poder".

Jesús y los gays
Jesús y los gays

Para finalizar propongo tres puntos para una posterior reflexión:

1.- Es cierto que los sacramentales, como la bendición, tienen cierta "analogía" con los sacramentos, pero si se interpretan como un "acto eficaz" y no como un "rito eclesial de valorización del bien", pueden llevar a pedir "condiciones" demasiado parecidas a las de la "comunión eclesial". La bendición no es un sacramento, porque no pide nada a los súbditos. Ni siquiera les pide el bautismo. Mucho menos una perfección moral. La bendición dice el bien y reconoce el bien que existe. Si se lleva la analogía con los sacramentos hasta el punto de pedir las condiciones de una "bendición nupcial", esto se convierte en un error sistemático que se paga caro, porque provoca un maximalismo de enfoque insuperable. 

2.- La bendición es el lenguaje más elemental, en el mejor sentido de esta expresión, con el que la tradición cristiana ha hablado y sigue hablando a todos: santos y pecadores, tierra y cielo, mujeres y hombres,…, porque toda realidad humana puede ser y es "capaz de bien".

3.- La "irregularidad de los convivientes", la de los "divorciados vueltos a casar", la de las "parejas homofílicas". Si todo se plantea únicamente dentro una ley que lo quiere controlar todo, la Iglesia no va a dejar de ser un “súper funcionario público”. Sólo cambiando de perspectiva es posible leer de manera diferente la realidad de todas las parejas. La “familia” no es sólo una cuestión de “lícito/ilícito”, “ordenado/desordenado”, “perfecto/imperfecto”, “regular/irregular” sino que también es una condición de hecho y un don inmerecido. Por eso, incluso lo que el funcionario público pudiera considerar ilícito puede volverse nutritivo y esclarecedor no sólo para los individuos que lo piden, sino también para la Iglesia que los acompaña. Yo entiendo que la Iglesia Católica no quiere unos ministros ordenados resignados a ser simples funcionarios, sin capacidad de profecía y con el discernimiento reducido a la aplicación escrupulosa del Código de Derecho Canónico.

La Iglesia puede bendecir vínculos no sacramentales con la misma lógica con la que bendice a los recién nacidos, campos y comercios, caminos, pantanos, puentes y fuentes de agua…, sin creer que lo bendecido se vuelve sagrado, y ni siquiera sin detenernos en las acusaciones que algunos puedan hacer como gestos ambiguos, supersticiosos y mágicos. Negar la bendición a las mascotas o negarla con motivo de la apertura de un negocio en el que está en juego todo el futuro corresponde a no bendecir a la propia persona que se involucra con su historia y cómo la está logrando. Las bendiciones no son absoluciones, instituciones, consagraciones.

Banderas gays en el Vaticano
Banderas gays en el Vaticano

La humanidad suplica, y es Dios quien primero bendice sin cesar, cualquiera que sea la condición de la persona. Y el ministro ordenado - sujeto a todas las condiciones de discernimiento, prudencia y evitando cualquier escándalo - se anima a estar al lado, imitando la compañía del Señor desconocido a los dos caminantes de Jerusalén a Emaús, y a unirse a la oración de cuantos, en cualquier condición, se encomiendan al Señor, invocan su ayuda, quieren seguir adelante consciente y responsablemente en su proyecto de amor y de verdad.

Todo el mundo de la devoción prácticamente ha desaparecido. Desgraciadamente sólo tenemos formas demasiado solemnes o demasiado exigentes, y esto en una sociedad muy alejada del cristianismo. Toda la cuestión de la pastoral hacia las personas homofílicas nos encuentra literalmente sin solución y se trata de un grupo de personas que, por numerosas razones sociológicas y psicológicas, está actualmente creciendo considerablemente. ¿Qué hacemos al respecto? ¿Cómo podemos darle a esto un acompañamiento y una forma? Tampoco en este caso tenemos recetas infalibles. Pero el inmenso panorama de la práctica de la bendición me parece a una práctica adecuada.

Al menos salimos de la alternativa "sacramentos o nada" y desarrollamos formas de estilo de acompañamiento, de ambiente y quizás también de una presencia más anónima de Dios. La bendición se puede dar, subrayando que no es la premisa de una bendición en una presunta boda, sino la invocación de Dios para su protección. Si desde el punto de vista externo se pueden señalar los límites del comportamiento moralmente correcto e incorrecto, no debemos descender a juicios que pertenecen sólo al fuero interno, teniendo en cuenta la advertencia de San Pablo: “No juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor. Él sacará a la luz los secretos de las tinieblas y manifestará las intenciones de los corazones; entonces cada uno recibirá de Dios su alabanza” (1Cor 4,5).

Definir como ilícita una bendición destinada a una pareja cristiana de homofílicos significa definir su amor como ilícito, corriendo el riesgo de limitar la posibilidad de la gracia que Dios quiere sembrar también en sus vidas imperfectas (como es imperfecta toda vida cristiana). De hecho, el recurso apresurado a identificar lo que falta en estas relaciones fomenta un engorroso sentimiento de insuficiencia frente a la institución eclesial que a veces puede transformarse en fugas hacia otros espacios más vitales y cálidos. Dios, una bendición para todos. En lugar de insistir en el carácter pecaminoso de las uniones en cuestión, habría sido más apropiado invitar a un amor posible, a la vez casto y frágil, que esté garantizado, como todo hombre y mujer bautizados, a recurrir continuamente al sacramento de la reconciliación favoreciendo así una lectura más personalista y menos naturalista de la cuestión.

Dios bendice al hombre pecador. Por eso lo bendice en su realidad humana hecha de debilidades concretas y no de impulsos ideales. Lo bendice en su historia de pecados cometidos e inimaginables. Sin embargo, la norma moral inspirada en la revelación divina nunca puede convertirse en un obstáculo para lo que ella significa: el amor de Dios, que no es merecido sino acogido y destinado a todos, preferentemente a los pobres y marginados, sean homofílicos o no

Bendiciones homosexuales
Bendiciones homosexuales

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