"Ese secreto fue anulado por el papa Francisco en el 2019, seis años después de ser proclamado Papa" La pederastia clerical bajo el secreto pontificio
"El crimen de la pederastia clerical ha salpicado gravísimamente a la Iglesia por su papel encubridor de los casos conocidos, dando carta blanca a que clérigos y religiosos continuaran con los abusos, en vez de sacarlos a la luz inmediatamente para retirarlos del estado clerical y ponerlos en manos de la justicia"
"En 2001, el entonces cardenal Ratzinger -el futuro papa Benedicto XVI- respaldó extender este código de silencio a los casos de abuso sexual clerical para proteger la reputación del acusado y la credibilidad de la Iglesia"
"Ese secreto fue anulado por el papa Francisco en el 2019, seis años después de ser proclamado Papa. ¿Por qué no antes?"
"El tercer factor es la complicidad de los obispos al encubrir con su silencio a los clérigos pedófilos, para mantener el prestigio de la Iglesia y evitar escándalos"
"Ese secreto fue anulado por el papa Francisco en el 2019, seis años después de ser proclamado Papa. ¿Por qué no antes?"
"El tercer factor es la complicidad de los obispos al encubrir con su silencio a los clérigos pedófilos, para mantener el prestigio de la Iglesia y evitar escándalos"
| José Melero Pérez
La pederastia clerical es la mayor atrocidad cometida por curas y religiosos en la Iglesia. La Iglesia ha pedido perdón y disponibilidad para reparar económicamente ese crimen, aunque con reticencias. Es de una gravedad tal que el daño causado a un niño o a una niña, especialmente cuando se abusa de ellos sexualmente, es el pecado que más dolió y enfureció a Jesús, hasta el punto de decir estas durísimas palabras: “Al que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le sería que le colgaran al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y que se ahogara en lo profundo del mar. (Mateo 18,6). También es contundente S. Pablo: “Y así, al pecar contra los hermanos y herir su conciencia cuando ésta es débil, pecáis contra Cristo” (Corintios 8,12)
El crimen de la pederastia clerical ha salpicado gravísimamente a la Iglesia por su papel encubridor de los casos conocidos, dando carta blanca a que clérigos y religiosos continuaran con los abusos, en vez de sacarlos a la luz inmediatamente para retirarlos del estado clerical y ponerlos en manos de la justicia. Pero para la Iglesia ha sido sumamente más importante mantener el prestigio de la institución, aunque no lo ha conseguido, ya que una vez han salido a la luz esos abusos, el desprestigio de la Iglesia ha sido y continúa siendo de grandes proporciones.
Los protagonistas del encubrimiento, aunque cueste creerlo, ha sido la alta jerarquía: obispos, cardenales y papas que han mantenido cerrados a cal y canto los archivos de los casos de pederastia clerical. El “secreto pontificio” del 4 de febrero de 1974, siendo papa Pablo VI, fue concebido como un “código de silencio” para proteger la información confidencial sobre el gobierno de la iglesia.
Pero en 2001, el entonces cardenal Ratzinger -el futuro papa Benedicto XVI- respaldó extender este código de silencio a los casos de abuso sexual clerical para proteger la reputación del acusado y la credibilidad de la Iglesia.
Al estar la violación del secreto papal castigada con la excomunión, la medida fue criticada por facilitar crímenes y desalentar su denuncia.
Ese secreto fue anulado por el papa Francisco en el 2019, seis años después de ser proclamado Papa. ¿Por qué no antes? Porque fue desde entonces cuando empezaron a surgir más denuncias, y el papa Francisco, muy enojado por el alud de denuncias que veía venir, tomó esa decisión firme y valiente, como tantas otras que ha ido tomando durante su pontificado, para levantar la losa que cubría tanta podredumbre y poner todo su empeño en realizar una limpieza, tomando medidas para reparar en la medida de lo posible ese gran daño contra menores y evitar que en el futuro se repitiera.
El 24 de febrero de 2019, el papa Francisco se comprometió a que los responsables de los abusos y de encubrirlos deberían ser llevados ante la justicia, tal como reclamaba el informe del Comité de la ONU. El Papa llamó «herramientas de Satanás» a los abusadores y prometió que cada caso de abuso sería tratado con «la máxima seriedad posible».
La anulación de ese código de silencio ha sido una resolución histórica, valiente y necesaria que ha sido celebrada por las víctimas. De ese modo, "no puede imponerse vínculo de silencio alguno" a denunciantes, víctimas y testigos.
Pero desgraciadamente esa decisión llegó tarde, demasiado tarde, porque además del encubrimiento papal, también los arzobispos y obispos encubrieron, como si hubieran llegado a un malévolo acuerdo, los casos de pederastas clericales. Así, la alta jerarquía impuso un silencio maléfico, al no permitir dar a conocer, juzgar ni castigar con la exclusión del orden sagrado, incluso con prisión y excomunión a esos depredadores.
Considero que no ha sido un comportamiento cristiano el hecho de que la jerarquía de la Iglesia se haya mostrado extremadamente negada a reconocer ese gravísimo pecado, su mal hacer, especialmente cuando, durante tanto tiempo, clérigos y religiosos han dañado de por vida a centenares de miles de niños sin la menor muestra de arrepentimiento y de conversión.
Las cifras de pederastas y víctimas en países con presencia católica son alarmantes. Al menos 330.000 casos de abusos en 70 años se han detectado en la Iglesia católica francesa. En el 2018, el diario El País decidió poner en marcha una investigación sobre los casos de pederastia clerical en España, con estos datos: 1.017 acusados y 2.125 víctimas.
Esos casos de clérigos pederastas españoles conocidos hasta ahora supone el 0,49% del total de clérigos y religiosos, un porcentaje muy bajo respecto al que han ofrecido el resto de los países católicos, que se sitúa entre un 4% y un 7%, según el estudio coordinado por el catedrático de la Universitat Oberta de Catalunya Josep Maria Tamarit.
De esta manera, si se considerara el 4%, serían 8.200 curas y religiosos pederastas españoles. Si se considerara el 7%, la cifra ascendería a 14.350, afirma El País.
La ONU envía un informe al Vaticano
La salida a la luz de esa demoledora epidemia y la iniciativa de gritar ¡basta ya! no ha sido obra de la jerarquía de la Iglesia, que ni siquiera se ha sentido movida por el Evangelio, a pesar de que Jesús condenó duramente a cualquiera que maltratara a los niños. Han sido las denuncias de las víctimas y de sus familiares, los jueces, los medios de comunicación, incluso la ONU que envió un informe el 2014, en el que manifiesta que está sumamente preocupado de que la Santa Sede no haya reconocido el alcance de los crímenes cometidos, ni haya tomado las medidas necesarias para atender los casos de violaciones contra niños y proteger a los menores, y haya adoptado políticas y prácticas que llevaron a la continuación del abuso y a la impunidad de quienes lo perpetraron.
Hace un llamamiento a la Santa Sede para abrir sus archivos de pedófilos y de obispos que ocultaron sus crímenes. El informe también critica el “código del silencio», ya que el Vaticano “priorizó la preservación de la reputación de la Iglesia y el presunto ofensor sobre la protección de los niños». Pide a la jerarquía católica “que compense a las víctimas y ponga en manos de la justicia no solo a quienes abusaron sino también a quienes encubrieron los crímenes”.
La decisión valiente del papa Francisco
La iglesia no tuvo más remedio que reconocer lo que era evidente. El 24 de febrero de 2019, el papa Francisco tomó una decisión firme: se comprometió a que los responsables de los abusos y de encubrirlos deberían ser llevados ante la justicia. Las diócesis empezaron a aportar su colaboración, aunque concretamente en España, ha sido muy limitada, con diócesis que se han negado a abrir sus archivos para dar a conocer casos de abusadores y ponerlos en manos de la justicia.
Cualquier hecho histórico no se produce por casualidad, sino que responde a unas causas o factores que lo han hecho posible, como es el caso de la pederastia clerical. Esos factores creo que son los siguientes:
El primer factor hace referencia al clero pedófilo, que revestido de autoridad patriarcal y poder espiritual, encontró un camino abierto para cometer abusos sexuales con menores. Por la misma razón, las víctimas y sus familias temieron denunciar esos delitos cometidos por personas tan relevantes. La consecuencia fue que el clero pedófilo gozó de impunidad, y eso le permitió continuar con los abusos.
El segundo factor es el celibato obligatorio impuesto a toda la jerarquía católica en los Concilios de Letrán, en el siglo XII y XIII. También lo impuso el Concilio de Trento en el siglo XVI, haciendo esta declaración: “Si alguno afirma que el matrimonio debe preferirse a la virginidad o al celibato y que no es cosa mejor y más feliz permanecer virgen o célibe que unirse en matrimonio, sea excomulgado”. Una declaración contraria a lo que afirmó Lutero.
No cabe duda que el celibato obligatorio es un grave factor de riesgo. Prueba de ello es que se trata de una epidemia de grandes proporciones inexistente en otras confesiones cristianas no católicas en las que el celibato de la jerarquía es opcional.
El 10 de marzo de 2023, el papa Francisco se mostró dispuesto a «revisar» el celibato en el seno de la Iglesia católica occidental, afirmando que: «No hay ninguna contradicción para que un sacerdote se pueda casar. El celibato en la iglesia occidental es una prescripción temporal. Los miembros que quieren de la iglesia oriental están casados». Sin embargo, el celibato obligatorio del clero se mantiene intocable.
No hay que olvidar que en los orígenes del cristianismo el celibato nunca fue considerado como una obligación. Tanto los curas como los obispos se podían casar.
El tercer factor es la complicidad de los obispos al encubrir con su silencio a los clérigos pedófilos, para mantener el prestigio de la Iglesia y evitar escándalos. Con ese comportamiento, los obispos concedieron impunidad a los abusadores, permitiendo así que esos horrendos abusos continuaran, en vez de ponerlos en manos de la justicia. Se limitaron a trasladarlos a otras parroquias, incluso al extranjero, donde algunos continuaron cometiendo esos crímenes horrendos.
El cuarto factor consiste en la existencia del “secreto pontificio” o “secreto papal” que cubría los casos de violencia sexual o abusos de menores cometidos por clérigos. Ese secreto pontificio lo abolió el papa Francisco para este tipo de situaciones, el 17 de diciembre de 2019.
El quinto factor es el ocultamiento de ese gran escándalo por parte de la iglesia en los archivos del Vaticano y en los archivos de las diócesis. La pederastia clerical ha salido a la luz gracias a la pérdida del temor de las víctimas y de sus familiares para denunciar esos hechos depravados a los jueces y a los medios de comunicación. También ,gracias al informe enviado por la ONU al Vaticano el 2014.
El sexto factor ha sido que el abusador hay recurrido a la confesión para limpiar su conciencia, sin recibir ninguna condena por parte de la justicia ni de la jerarquía eclesiástica, contribuyendo a la impunidad e inmunidad del abusador.
DOCUMENTO
Afirmaciones realizadas por el exsacerdote cordobés Adrián Vitali en su libro “El Secreto Pontificio”.
“El pederasta es un perverso y sigue abusando en cualquier lugar, esto es algo que dijo el mismo Thom Doyle, un sacerdote que trabajaba en la embajada del Vaticano en EEUU. Él investigó el tema desde que empezaron a saltar los casos de abuso en Boston. Su conclusión, después de varios informes y de su entrevista con el psiquiatra Richard Sipe -que trabajó durante 20 años con curas abusadores-, es que había que echarlos porque eran unos perversos que cuando volvían a la comunidad seguían abusando. Terminaron echando a Doyle y no a los curas pedófilos, porque la política de Juan Pablo II era salvarles el alma”.
“El pacto del silencio se sostiene porque para la Iglesia no es grave la pederastia. Tratándose solo de un pecado se puede resolver mediante la confesión. Si muestras arrepentimiento te dan la penitencia. Los curas que se arrepentían se confesaban, los cambiaban de lugar y la vida continuaba. Si tenían una recaída se los llevaban a una casa de reclusión, para recuperar la vida espiritual. Porque para la Iglesia el pecado, sobre todo el carnal, se asocia a la tentación. Hay inclinación del cuerpo al pecado, y el único que nos puede salvar es Jesucristo. Y si uno se arrepiente, tiene el perdón de Dios, así hayas abusado de un niño o matado a una persona”.
“Benedicto XVI conocía perfectamente el tema porque durante el pontificado de Juan Pablo II -que fue el gran encubridor de la pederastia-, desempeñó el cargo de secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que es la antigua Inquisición. Sabía muy bien quienes eran los abusadores y los protegidos de Juan Pablo II, como en el caso de Marcial Maciel, el cura fundador de los Legionarios de Cristo, que abusó de un montón de seminaristas y de niños. Fue condenado por Benedicto XVI, pero no reducido a estado laical, sino enviado a un monasterio para rezar y hacer penitencia”.
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