Domingo de Resurrección

DESDE LA LECTURA CRÍTICA DE LOS RELATOS EVANGÉLICOS ¿QUÉ PODEMOS DECIR DE LA EXPERIENCIA DE LOS DISCIPULOS SOBRE LA RESURRECCIÓN DE JESÚS?
Texto tomado y reelaborado de MARTINEZ OCAÑA, Emma, Es tarde, pero es nuestra hora, Narcea, 2020, 81-91.
¿Qué podemos decir hoy sobre la experiencia de sus discípulos?
Los evangelistas nos dejan constancia de una experiencia desconcertante, en medio de su profunda noche y miedo, un acontecimiento nuclear los sacude, no podemos sabemos en qué consistió la experiencia, pero su grito potente es: “La muerte no ha podido con Jesús, el crucificado está vivo. Dios lo ha resucitado de entre los muertos”
Es cierto y no lo niegan, que tardaron en acoger esa noticia. Por eso muestran su desconcierto e incredulidad. La experiencia no fue inmediata, no pasó de repente, ni todos los seguidores y seguidoras de Jesús tuvieron la misma experiencia y al mismo tiempo. Parece que las primeras que tuvieron esa experiencia fueron María Magdalena y otras mujeres, y cuando fueron a compartir su experiencia con los demás discípulos, pero no las creyeron, no eran dignas de crédito.
Pero a medida que la experiencia les alcanza, no pueden dejar de expresar que fue algo que les pasó, no se lo inventaron, no lo soñaron, no fue una alucinación… tardaron tiempo en creerlo hasta que poco a poco se fue haciendo una certeza fundante: el crucificado ha sido rehabilitado por Dios.
Les cuesta mucho poder expresar su experiencia y para ello utilizan muchos géneros literarios: “narración de apariciones”, “la tumba vacía” … no están queriendo narrar con rigor histórico lo que le pasó a Jesús sino lo que les pasó a ellos: el largo tránsito de la incredulidad a la convicción de que Jesús no ha muerto para siempre,
Como pueden, van formulando una experiencia que para ellos fue nuclear, de muchas formas, pero hay una coincidencia central: ha sido una acción de Dios, ha sido Dios quien ha resucitado a Jesús de entre los muertos. Una y otra vez y de muy diversas maneras
expresan su experiencia de que Jesús vive en otra dimensión: “les sale al encuentro”, “se deja ver”, “se les abren los ojos y lo reconocen”.
No es que haya vuelto a la vida histórica, sino que ya Es en esa Presencia, “Vive en Dios”.
El acontecimiento en sí mismo escapa al control de la historia, no puede ser verificado, no pertenece a la historia, pero expresan que fue algo real que trastocó sus vidas y eso sí es verificable en la historia. Ese grupo de mujeres y hombres se transformaron radicalmente.
Cambió su universo simbólico, sus creencias, sus valores, sus preferencias, sus referencias, su vocabulario, y sobre todo sus vidas. Y precisamente esto es lo que les hizo creíbles.
Para ellos creer que el Crucificado ha sido rehabilitado por Dios tuvo múltiples consecuencias personales, e históricas concretas.
Una de ellas es que descubrieron que apostar por creer que la muerte no es la última palabra, ni es el Futuro Absoluto para la humanidad no aminoró el dolor de su pérdida, ni el desconcierto por su injusto asesinato, pero sí les ofrece un rayo de esperanza y les abrió un nuevo horizonte de interpretación.
Si Jesús el crucificado, fue rehabilitado, no es algo que le pasó sólo a él, es manifestación de lo que nos espera a toda la humanidad, a toda la realidad: todas las personas “crucificadas” en la historia no van a quedar definitivamente en manos de sus verdugos. La vida no está para siempre en nuestras pobres y muchas veces injustas manos, porque el Dios de la Vida sigue sosteniéndola en la historia y en la meta-historia.
Esa experiencia ¿Qué consecuencias tuvo en sus vidas?
He dicho antes que el acontecimiento no puede ser verificado históricamente, lo que sí se puede verificar históricamente es el cambio radical de la comunidad de seguidoras y seguidores de Jesús.
La experiencia de que Dios ha rehabilitado a Jesús no fue solo la alegría de su triunfo sino la confirmación y verificación de que lo que Jesús vivió y enseñó ha sido también rehabilitado por Dios.
Ante la muerte injusta de Jesús sus amigas y amigos con angustia y desconcierto seguramente se hicieron muchas preguntas, pero una de las más dolorosas tenía que ver con su fe en Dios: ¿No va a reaccionar Dios ante la injusticia que han cometido con Jesús? ¿Lo ha abandonado? ¿Se habrán equivocado al creer, como su maestro que Dios es defensor de los despreciados, empobrecidos, injustamente tratados? ¿Estaba o no estaba Dios en Jesús?
Poco a poco comprendieron: No “estaba” ausente, ni inactivo, su silencio no era abandono. Esos verbos no eran adecuados… ninguna palabra será adecuada para nombrar lo que Dios sea, pero algo nuevo intuyen: no era ausencia sino otro modo de Presencia, más discreta, no haciendo sino SIENDO, no hablando sino sosteniendo en el ser a todo lo que es.
En Jesús descubrieron no un Dios que se impone prohibiendo e impidiendo, sino SIENDO en el ser humano libre, tanto cuando éste hace el bien como cuando hace el mal. Sustentando al ser en su ser, en la historia y en la meta-historia. No debían entender mucho, como seguimos sin entenderlo ahora, pero vivían su Presencia en lo más profundo de sus personas.
Por eso la experiencia de la Resurrección les confirmó que Jesús tenía razón Dios no lo había abandonado, lo que vivió, predicó, les enseño ha sido ratificado, Dios debe ser como Jesús lo invocó y les enseño a llamar ¡Abba¡. Un Dios de amor incondicional escandaloso, de misericordia entrañable, que se le conmueven las entrañas ante el dolor de su gente, defensor de los últimos, en contra del abuso y la injusticia, acogedor sin condiciones, no un tasador de méritos y castigador justiciero. Confirman su confianza en que el modo adecuado de referirse a Dios no es desde el miedo y el cumplimiento de múltiples prescripciones sino desde la seguridad y confianza en su amor incondicional.
También descubren que Dios hizo justicia. Los seres humanos tenemos mucho poder para hacer el mal, muchas veces en la historia lo vemos. Nos escandaliza que triunfen quienes no tienen escrúpulos. Que los que detentan el poder asesinen, maten, destruyan, es verdad, pero en la Resurrección descubren otro horizonte inesperado. Es cierto que la historia está en nuestras manos, por eso es tan importante trabajar en ella para desterrar el sufrimiento, denunciar y luchar contra las injusticias, eso fue lo que
vieron y aprendieron de Jesús. Pero la experiencia de la resurrección les desveló que hay una “meta-historia” donde los verdugos no triunfan sobre las víctimas, y que en ella el único poder que existe es el amor escandaloso de Dios que abraza a todos, víctimas y verdugos. Habían descubierto que Dios es amor.
Su enseñanza era verdad, caminar por los caminos que él transitó genera vida verdadera. Eso supuso para ellos confirmar que hay un modo de vivir que ya anticipa ahora la vida verdadera, la que no termina con la muerte de nuestro cuerpo.
Esa experiencia de la presencia del Viviente en la comunidad provoca un cambio radical en sus vidas, muy difícil de comprender y que ellos una y mil veces explican por la certeza de que Dios resucitó a Jesús y vive en medio de ellos. Es él mismo, pero ya no es lo mismo, no ha vuelto a la vida para morir de nuevo, sino que ya Vive En Dios.
La certeza de que el Espíritu de Jesús los alentaba provocó en ellos:
· que su miedo se convirtiese en audacia
· su tristeza que les impedía ver y reconocer la verdad de Jesús se transforma en poder mirar con los ojos del corazón y sentir que al fin descubren la verdad que les estaba velada
· su infidelidad y abandono quedan curadas por el perdón y por eso pueden empezar una vida nueva
· que sus puertas cerradas, símbolo de la parálisis y cerrazón que les provocó el miedo se transforma en apertura
· su silencio cómplice se convierte en proclamación de que el Crucificado ha sido rehabilitado por Dios
· su cobardía se hace valentía y se convierten en testigos
· sus luchas por el poder se hace servicio desde abajo
· de la huida y dispersión vuelven a la comunidad
· de la desesperanza a ser testigos de esperanza
· experimentan la fuerza y el aliento para aprender a hablar el único lenguaje comprensivo para todas las personas: el del amor
· vuelven a “Galilea” es decir a seguir las huellas de Jesús, a curar, acoger, defender, bendecir, denunciar las injusticias y tergiversaciones religiosas y falsas imágenes de Dios
· del pavor a la muerte a ser capaz de arriesgar la vida, y perderla, por proclamar la verdad de su experiencia
· con-vocan a otras personas a seguir el camino que aprendieron de Jesús
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