Parte de la sociedad dilapida su tiempo hozando en un fétido albañal. No es de extrañar, pues siguen los errados senderos de determinados gestores de la cosa pública que, a falta de preparación técnica y ética, se regodean en comunicar a los demás lo que hasta hace no mucho tiempo eran comportamientos encubiertos por vergonzosos, renegridos y esquinados. En su luctuosa impudicia, nuestros bufos rijosos, bastantes son lascivas, hacen alarde de su incapacidad por controlar las propias pulsiones, como si eso fuese una heroicidad. Ignorantes de lo que sea el amor, la entrega, la generosidad o cualquier reacción altruista, solo hablan de genitales.

Avariciosos, se escudan como salamandras tras el escudo de un colectivo al que denominan pueblo o gente para enriquecerse de manera desproporcionada, ilícita y casi siempre ilegal hasta que modifican las leyes para que avalen sus desmanes. Iletrados, en vez de poner medios para salir de su insipiencia, mienten como bellacos, copian y pegan inmisericordemente conocimientos ajenos (o encargan a otros que lo hagan) y ostentan capacidades comunicativas que engañan a los menos preparados. En medio de ese circo patético y chusco, que siempre ha existido, pero del que hoy en día tenemos más conocimiento gracias a los medios de comunicación, destaca de manera brillante el largometraje que recomiendo: Libres.

Gestionar el poder

En el declinar del siglo IV, alboreando el V, Juan Crisóstomo, uno de los dos pensadores indispensables de la época, plantaba cara a quienes en aquel momento caían bajo el yugo de sus personales malandanzas. Con expresión que sigue siendo enteramente actual, denunciaba la dificultad de gestionar adecuadamente el poder. En su comentario al Evangelio de San Mateo, obra extraordinaria tanto desde el punto de vista teológico como filosófico y también de la ciencia del Management, detallaba las dificultades de vivir con equilibrio la gestión de la potestad. Aseguraba, con innegable perspicacia y audaz clarividencia, que timonear apropiadamente no es sencillo para ninguna criatura, pues convivir con el poder es igual a hacerlo con una bella muchacha sin pasar a mayores.

En el presente, miembros de la clase política que deberían manifestar una armónica parsimonia se apropian, por el contrario, de los bienes públicos de forma impune hasta el punto de que en su hipocresía miserable llegan a reclamar austeridad a los ciudadanos y lo hacen tras haber aterrizado con una aeronave con la que han contaminado más que cualquiera de sus oyentes en un lustro. Olvidando que el fingimiento es el culto que el vicio rinde a la virtud, ¡ni siquiera llegan a saber esto!, alardean de sus desmanes con chulería barriobajera. 

Se trata, en el fondo, de desórdenes patológicos y perversidades, como los presentados por David Owen en “En el poder y en la enfermedad” o por Ian Khersaw, en “Personalidad y poder”. A pesar del desconocimiento de España, cuando hablan de sus respectivos países esos autores dan en el clavo al señalar la indigencia intelectual y las psicopatías de los personajes analizados. Para los nuestros no bastaría un volumen.

Este largometraje resulta atractivo desde el primer compás, pues cuenta con una fotografía espectacular. Una delicada música acompaña en todo momento las deliciosas vistas del mar, los montes, los huertos…

Pues bien, como anticipaba, en ese entorno nada andadero, aparece una pasmosa película con el provocador título de Libres. Este largometraje resulta atractivo desde el primer compás, pues cuenta con una fotografía espectacular. Una delicada música acompaña en todo momento las deliciosas vistas del mar, los montes, los huertos… ¡Qué buen uso han hecho de los drones! 

El intimismo de las declaraciones se refuerza con planos cortos en los que el espectador se recrea con las portentosas sonrisas sinceras y transparentes.

La sucesión de temas abordados no tiene desperdicio. En todos los comentarios se profundiza en el sentido de la vida, en la capacidad de sacrificio, en el esfuerzo por auto liderarse, en el afán de ayudar a otros a llevar una vida más plena, en la capacidad de renunciar a lo propio en pro de los demás, etc. 

El silencio en la sala se incrementó cada vez que se hacía mención al paso que todos tendremos que dar de esta vida a la otra, atravesando el umbral de la muerte. En ningún momento, salvo al final y en homenaje a una de las protagonistas que falleció antes de la edición de la película, se proporciona el nombre de quienes generosamente ofrecen su testimonio. 

Apasionante aventura

Tampoco se hace referencia a la específica orden monástica a la que pertenece cada uno de los monjes participantes en la apasionante aventura en la que ha consistido esta grabación. Mirando a los ojos se detecta sinceridad, magnificencia, y siempre una mirada rejuvenecida, casi infantil, como si el cuidado de los aspectos espirituales rejuveneciese al cuerpo.

Algunos de los monjes que ofrecen su alegato estuvieron previamente casados o involucrados en actividades profesionales. Otros se incorporaron a sus instituciones desde su juventud. En cualquiera de los casos, rezuman contento, felicidad, mirada limpia. ¡Cómo he recordado al ver la película los capítulos de “2000 años liderando equipos” (Kolima), en los que analizo esas órdenes religiosas desde la perspectiva del management! 

Contrasta enormemente con la degradación a la que esa misma criatura puede llegar cuando cae rendida ante sus más bajos ardores

Con expresión cartesiana, filosóficamente equivocada, pero lingüísticamente brillante, cada uno somos causa sui, causa de nosotros mismos. Es impresionante lo que puede lograr el ser humano cuando se afana por llegar a ser lo que puede ser. Contrasta enormemente con la degradación a la que esa misma criatura puede llegar cuando cae rendida ante sus más bajos ardores. 

Explicaba san Isidoro en sus Etimologías: rex eris si bene facis, si non facis non eris. Podría traducirse: llegarás a ser una gran persona si te comportas bien. Si te empeñas en obrar el mal, te deshonrarás convirtiéndote en algo peor que un animal. Siglos antes que san Isidoro, Aristóteles expresó la misma idea cuando señalaba que si la persona no se empeña por desarrollar sus virtudes acaba siendo peor que una bestia. Los interesados pueden profundizar en esta cuestión en el más reciente de mis libros: “Entrevista a Aristóteles” (LID). 

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