Describe la situación "caótica y desesperada" en la atención a personas sin hogar El dominico Antonio Rodríguez, la última esperanza de los sintecho madrileños en tiempos de coronavirus
El fraile lamenta haber tenido que suspender nuevas acogidas por la alerta sanitaria: "Tenemos una lista de espera de más de 150 personas para poder alojarse en nuestro centro"
En sus pisos y albergue han tomado medidas de prevención y los usuarios están siendo acompañados por "trabajadores asintomáticos", pero el director de la Fundación San Martín de Porres denuncia la falta de equipos y el olvido por parte de las administraciones
"Somos de los pocos centros que no han cerrado"
"A las personas sin hogar las envuelve una doble capa de emergencia: la emergencia sanitaria les golpea sobre la emergencia de la falta de vivienda"
"Somos de los pocos centros que no han cerrado"
"A las personas sin hogar las envuelve una doble capa de emergencia: la emergencia sanitaria les golpea sobre la emergencia de la falta de vivienda"
Antonio Rodríguez, fraile dominico director de la Fundación San Martín de Porres, que lleva décadas dedicada a la atención de personas sin hogar, ha descrito en la plataforma de su orden la situación "caótica y desesperada" que enfrentan desde que se decretó el estado de alarma y se exigió la cuarentena.
¿Dónde y cómo se confina alguien sin hogar? Rodríguez relata que, tras una reunión a principios de marzo de Faciam (Federación de asociaciones que trabajan con personas sin hogar, a la que San Martín de Porres pertenece) se acordó tomar precauciones frente al contagio y, por ello, suspender nuevas acogidas, a pesar de la avalancha de peticiones que el programa de pisos y el albergue de su fundación tienen en condiciones de normalidad. "Tenemos una lista de espera de más de 150 personas para poder alojarse en nuestro centro", lamenta el dominico.
El esfuerzo paradójico de cuidar en dos direcciones
Antonio Rodríguez explica que, desde el inicio de esta crisis sanitaria, su organización debe buscar el equilibrio entre cuidar a los empleados (prevenir que contagien o sean contagiados) a la vez que debe seguir atendiendo a los usuarios acogidos en sus recursos. "Hemos confinado en las viviendas a todos los residentes, unas 80 personas, y en el albergue a cerca de 50 personas. Tenemos a cuatro trabajadores que contactan por teléfono con las personas que están en pisos, y todos los días salen de visita y reparten alimentos y comida preparada, ya que nuestros usuarios tienen muchas dificultades para comprar", declara.
De momento, comparte que en el albergue, que cuenta con un pequeño jardín, hay un mayor confort que en los pisos de reinserción, donde además algunos residentes salen a trabajar, exponiéndose al coronavirus.
A los que sí se han quedado en cuarentena total los "trabajadores asintomáticos" les están ofreciendo distintas actividades como terapia ocupacional, aunque lo que más ocupa la rutina del albergue son los protocolos de limpieza y desinfección constantes, en los que todos los residentes "están dando lo mejor de sí", opina el fraile.
Al aparecer síntomas entre algunos trabajadores, les mandaron a sus casas y lanzaron una alerta sanitaria para que se movilizaran los servicios de emergencia nacionales, "pero todavía nadie ha venido aquí", protesta, mientras que a las residencias de ancianos y otros centros de muchos usuarios sí se les está protegiendo de modo prioritario.
La situación empeoró cuando en algunos residentes también aparecieron síntomas. "Los protocolos de atención nos obligan a atenderles con EPI, que no tenemos ni podemos adquirir", denuncia el director de los recursos de San Martín de Porres. Explica que las autoridades han declarado que "van a repartir comida y kits de limpieza. Pero no garantizan alojamiento" para un colectivo tristemente numeroso en España, el de las personas en situación de calle. "A un centro de salud del barrio le hemos intercambiado máscaras por guantes", cuenta, descubriendo la desesperación en la que se encuentran.
"Los protocolos de atención nos obligan a atenderles con EPI, que no tenemos ni podemos adquirir"
Desde el compromiso absoluto ("somos de los pocos centros que no han cerrado") pese a la falta de seguridad, Rodríguez no obstante tiene malos pronósticos. Da a entender que a las personas sin hogar las envuelve una doble capa de emergencia: la emergencia sanitaria les golpea sobre la emergencia de la falta de vivienda. "Los Servicios Sociales y las administraciones están cerradas, no se tramitan subvenciones...", explica, señalando la falta de alternativas para esta población vulnerable. "Hay recursos limitados de alojamiento", concluye el dominico, lo mismo que para "refugiados e inmigrantes".