Bermejo




Sor Consuelo rastreaba Albera a diario, buscando personas que necesitaran ayuda. Esa mañana, en el paseo, vio a Bermejo sentado solo en un banco, sin trabajar; miraba absorto a los grandes árboles de enfrente.

Al preguntarle la monja, Bermejo le dijo:

-Mi padre se ha ido al cielo. Y la vida sigue: tienes que continuar comprando el pan todos los días. Es un poco retorcido.

Sor Consuelo le tomó las manos y le dijo:

-Sé muy bien cómo te sientes. Piensa que no eres el primero en la humanidad que pasa por esto, ni serás el último. Busca a Dios. Él te está esperando.

-Es difícil creer así.

-Si te cierras a Dios, entonces te quedarás sin nada. En la vida todo nos conduce a Él. Pero debes abrirle la ventana de tu corazón. Ése es el secreto.

El gesto de Bermejo cambió. Agradeció a sor Consuelo sus palabras, y después fue con esfuerzo a comprar el pan y volvió al trabajo.
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