Luis Vaquero emigró al Reino Unido al comienzo de la crisis, hace ya casi 10 años. Encontró trabajo de ingeniero en Manchester y allí vivió satisfecho... hasta el día en que un
atentado terrorista le hizo volver a Albera. Aún tenía heridas en la cara y en el brazo. Había perdido el 65% de la visión en el ojo izquierdo y el 80% del oído en ese mismo lado.
-Nacer para esto -dijo-. ¿Qué será ahora de mí?
-Estás vivo -le dijo
sor Consuelo en la iglesia.
La monjita le explicó que Dios tenía a veces extraños e inalcanzables caminos, para nosotros los pobres mortales en este valle de lágrimas.
En
Albera, Luis ya no trabajó como ingeniero, pero sor Consuelo le buscó empleo en la oficina de una almazara. Y le convenció para que volviera con su antigua novia.
Con el tiempo, Vaquero se casó, le hicieron fijo en la empresa y compró una casa en Albera, donde se estableció para siempre. Tuvo dos hijos. Pudo llevar una
vida tranquila. El destino inextricable le dejó en paz. Luis iba bastante a la iglesia, saludaba a sor Consuelo siempre con cariño y una especie de sobria gratitud.