“El demonio no tiene madre”, Fray Pedro Sánchez Acosta, TOR.
Religioso español y laica mexicana presentan libro sobre exorcismos y liberaciones editado por la Biblioteca de Autores Cristianos, BAC
Guillermo Gazanini Espinoza / 22 de marzo.- “Para sanar, liberar y exorcizar” no se trata de un libro más sobre elucubraciones del mal. Es una especie de biografía que relata las experiencia de un fraile español franciscano de la Tercera Orden Regular y una mujer de 64 años quien es auxiliar de exorcista. En estos días, la obra editada por la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) es presentada en foros importantes de la Arquidiócesis de México con un poder de convocatoria que quizá ha rebasado expectativas.
La noche del 21 de marzo, el auditorio de la Curia del Arzobispado de México acogió a cientos de personas que, literalmente, colmaron el recinto. Ni un alfiler cabía en el amplísimo espacio donde curiosos, devotos, fieles y escépticos se dieron cita para escuchar a los presentadores de la obra: Mons. Felipe Padilla Cardona, obispo de Ciudad Obregón; el canónigo Francisco René Javier Espinoza Estrada, rector de Catedral de la Arquidiócesis de México; el Pbro. Carlos Granados García, director de la BAC y los autores Pedro Sánchez Acosta, fraile de la Tercera Orden Regular y María Teresa Ochoa Rodríguez quien después de una severa crisis personal y matrimonial, se inició en el apostolado de liberación, exorcismo y sanación en comunidades dirigidas por los Misioneros del Espíritu Santo.
Unos días antes de la presentación de esta edición, platiqué con don Pedro Sánchez Acosta en la parroquia dedicada a los Santos Reyes en las inmediaciones del aeropuerto internacional de la Ciudad de México. Un hombre sencillo, de diálogo sincero y palabra sin rodeos. Una plática que estaba pactada en 45 minutos duró más de dos horas para comprender la necesidad de esta edición y cómo el problema del mal es paradoja, dilema y catástrofe en el mundo de la comunicación inmediata, un libro que, para el autor, es signo de alegría ya que es oportunidad para ofrecer liberación y sanación a los problemas de muchas personas.
Al contrario de lo que podríamos suponer, el padre Pedro Sánchez Acosta, (Mallorca, España, 1946) enfrentó al mal desde muy pequeño en un hogar de familia atea con una madre adicta al espiritismo, –Mi mamá recibió tantas experiencias de demonios que llegaron a verse encarnados… Mamá, con la bruja, hacían preguntas a los demonios y ellas tenían las respuestas que les hacían sentir como las más ilustres. Mi madre invocó a la Santa Muerte, ella vino en su búsqueda y se la llevó cuando mi hermana gemela y yo teníamos nueve años, después fuimos a un colegio de huérfanos. Esta experiencia de perder a una madre a los nueve años fue muy desagradable.
Discernir sobre el mal y el diablo resulta experiencia fascinante para muchos. Inclusive se presenta como signo del racionalismo y autonomía del ser humano. Para algunos satanistas, insistí, el diablo es emblema del hombre libre, es signo cultural de nuestro tiempo; sin embargo, fray Pedro compara categórico, –El demonio no tiene madre. No tiene compasión. Es rey de la muerte, del mal, destructor de hogares. Uno comprende la lucha de todos los que se dedican al mal, de espiritistas. Al estudiar la cultura popular donde se puede mover el demonio, un alto porcentaje, un 60% de la población, frecuenta limpias y hechicerías. Se destruyen hogares, economías y empresas porque la gente ha puesto un pie en el demonio para hacerles vivir, en realidad, el infierno. Más que libertad es una esclavitud total. El demonio se cobra todos los favores.
En nuestros días, sin embargo, muchos se encuentran obsesionados por el diablo. Parece que hay una “epidemia” de Satanás. Fray Pedro asegura que algunos sufren síntomas en los que se ven las insidias del enemigo. Insomnios, dolores de cabeza que ningún medicamento logra erradicar, intensos dolores corporales y fenómenos paranormales como sombras, ruidos raros, olores fétidos y nauseabundos en el hogar, negocio o establecimiento de trabajo donde prácticamente el sujeto bajo ataque sufre desgaste físico y emocional inexplicables. -Tenemos que descubrir, afirma, la calidad del enemigo, qué maldad tiene y revertirlo con un poder superior que proviene de Jesús y posee la Iglesia. Todos tenemos ganas de triunfar en la vida, ansia de poder, conseguirlo venga de donde venga.
Y es que el diablo es un personaje real que, en la enseñanza de distintos Pontífices de la Iglesia, es agente activo y escondido. Es célebre la referencia de Paulo VI sobre el humo de Satanás en la Iglesia. Para fray Pedro, todos los que trabajan para el demonio tienen por consigna la destrucción de tres cosas. Primero, la Palabra de Dios; segundo, la Eucaristía y tercero, la Iglesia. -El demonio debe atacar, hace que los curas fallemos a Dios y es normal que los sacerdotes sufran más ataques que cualquier otra persona, somos más tentados y padecemos enfermedades… Si usted y yo tenemos un poder divino que viene de Cristo y lo usamos bien, nadie nos puede atacar de forma alguna sea física, moral o económica.
Este humo traspasa las paredes de la Iglesia para impregnar la realidad social. No pude dejar de preguntar sobre la acción del diablo en México recordando particularmente al Papa Francisco quien insinuó la presencia del diablo. Basta con recordar sus palabras el año pasado en la misa multitudinaria en Ecatepec, “Con el diablo no se dialoga”, sentencia que confirmaría la acción del espíritu del mal en este país y fray Pedro refiere a las actividades sociales que parecen predilectas del padre de la mentira. -A veces la política no es de Dios, la laicidad del Estado que no permite opiniones religiosas libres, padres de familia despreocupados de la educación religiosa de los hijos llevándolos a escuelas donde se promueve la cultura de la antirreligión, donde se dan clases sobre aborto menos de lo que Dios pueda hacer en la vida. Es contrasentido en el México que necesita de una juventud libre de maldad… Debemos observar la realidad, qué es lo que está sano y lo que se encuentra enfermo, luchar por poner un granito de arena y saber que Dios es el dueño del cielo y la tierra.
Pedro Sánchez dice que el crecimiento de la acción del mal se debe, en gran medida, a la falta de información y de formación sólida sobre la existencia del demonio: Se enseñan muchos temas, pero nada sobre esto. Una vez un obispo me dijo que unos empresarios querían ser liberados del mal y demonios que creían estaban atacando sus negocios y él no supo qué decirles… Y aún hay curas y monjas metidos en cosas de limpias por ignorancia a falta de información adecuada. En la Iglesia hace falta hablar de este tema después del abuso que se hizo “de ver demonios por todas partes”. Si una familia le abre la puerta al demonio, el hogar queda desgraciado.
¿Cómo blindarnos de los que explotan el nombre del diablo y, de paso, obtener jugosas ganancias? Lo ideal, dice el sacerdote, es leer el libro que se presenta. Además de hacer una buena confesión para renunciar a las obras del mal; asistir a misa para abrir las puertas del bien donde Jesús nos conceda una potestad divina para estar en paz y, finalmente, pertenecer a un grupo de oración donde Dios nos haga encontrar algunas formas para blindarnos espiritualmente fundando una verdadera unión con Él y la Virgen María. Ella tiene poder para expulsar demonios más que cualquier otro.
Sin embargo, no dejo de advertir a fray Pedro de lo que considero una cómoda indiferencia de los obispos ante la acción del espíritu del mal. Sobre esto, recomendó a los prelados leer este libro porque ellos, cultos y preparados, con gracia divina por ser príncipes de la Iglesia, confirman los signos y acciones de Jesús en los Evangelios. En pocas palabras, los obispos deben ser exorcistas.
Todos tenemos poder y autoridad de Dios, poder para regenerar el mundo, nuestras casas y personas, debemos ayudar a los demás, hacer que Jesús triunfe en nuestras personas.
El día de la presentación del libro “Para sanar, liberar y exorcizar” llegó en mis manos, por pura casualidad, otro libro del cual no podría inferirse tema alguno sobre diablo. Sin embargo, una sorpresa mayúscula tuve cuando en la edición de julio-septiembre de 2014 de "Legajos", el boletín trimestral del Archivo General de la Nación, consignó un artículo de Alejandro de Ávila Sánchez que da cuenta de un curioso fetiche de brujería que data de 1780 y que reposa en los fondos y archivos de la memoria histórica del Estado mexicano, elemento de prueba contra un fraile del Convento de Santo Domingo, Oaxaca, acusado ante el tribunal de la Inquisición de cometer el delito de adoración al demonio.
El artilugio es una muñeca de trapo, un juguete maligno ordenado por el mismo diablo quien, una noche de agosto de 1780, se reveló al atribulado fraile quien juró, por un pacto de sangre, adorarlo cuando llegó vestido de negro, de ojos azules intensísimos, en peculiar visita a la celda del religioso para firmar a favor del sobrenatural personaje, el contrato del alma que endosó en propiedad aquel miserable concupiscente. Polvos, maleficios, artilugios, conjuros, maldiciones, todo lo necesario para tener poderes desmedidos y mujeres a sus pies, pero más importante y por órdenes del diablo, la confección del oscuro e inocente fetiche por una de las cómplices del lujurioso fraile. Esa muñeca, dijo el diablo, “la colocarás en un lugar de tu celda y me adorarás a través de ella”. Si bien, el proceso concluyó con la culpa de blasfemias y mentiras del fraile para colgar el hábito, no dejan de ser interesantes las similitudes de aquel lejano tiempo con lo que Fr. Pedro Sánchez y María Teresa Ochoa nos advierten en el siglo XXI a través de las 239 páginas de esta edición de la Biblioteca de Autores Cristianos: dialogar con el mal y negar a Dios.
No sé si, en los pasillos del antiguo Palacio negro, el espíritu maléfico revuelve cajas, descompone archivos y suscita anomalías paranormales para recuperar la muñeca maldita; sin embargo, esas analogías son tan antiguas como nuevas por lo que sólo pude concluir con esta disyuntiva: O el diablo es un verdadero imbécil por usar los mismos y anticuados métodos o nosotros somos los necios al insistir y tropezar con la misma piedra.