Sobre el nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Tradición, presente y futuro de la mano
Desde el espíritu sinodal
Escuchando, recientemente, en la 13 TV al antiguo ministro y embajador de España en Londres, Federico Trillo, dijo, de manera magistral a mi entender, cuál debe ser la misión de la fe cristiana, que él profesa con orgullo: Conjugar fidelidad a la tradición y futuro.
Esta aparente contradicción está llena, sin embargo, de mucha sabiduría y realismo. La fe cristiana no puede desligarse, si quiere serlo, de Cristo, su Maestro y su Señor, y, a la vez, no puede dejar de mirar al futuro con esperanza, incluso contra toda esperanza. El problema surge cuando nos quedamos solo en uno de los polos: o tradición o futuro. Y en la fe cristiana no puede darse el uno sin el otro. La tradición es Jesús mismo y su Evangelio y el futuro es también Jesús mismo y su reino, su Pascua. Porque ambas realidades, tradición y futuro, están inmersas en la misma dinámica, son ingredientes del mismo menú. No hay fe cristiana si fidelidad a su pasado, no hay fe cristiana sin proyección de futuro.
Cuando nos quedamos solo en la tradición surgen los conservadurismos paralizantes, como las afirmaciones de ese grupo de curas que, recientemente, rezaban para que el papa "alcanzara pronto el cielo", incapaces de entender que el Papa, como el evangelio, tiene una misión renovadora irrenunciable y descalificaban a muchos con afirmaciones homófobas "sospechosas" e impresentables en una sociedad moderna como la nuestra que respeta los derechos fundamentales de las personas. Si los curas no lo hacen ¿quién confiará en ellos? Si durante siglos la sociedad aprendió mucho de la iglesia, hoy la iglesia debe, con humildad, aprender de la sociedad también. Nada más renovador que el Evangelio llevado a la práctica. Cuando nos quedamos solo con la dimensión de futuro convertimos el evangelio en ideología, en utopía sin pies ni cabeza, en quimeras de papel. Ni tanto ni tan calvo. El evangelio y la fe son presente vivo con mucho futuro apoyados en una hermosa e irrenunciable tradición de fidelidad de innumerables testigos.
Se acerca la elección del nuevo Presidente de la Conferencia Episcopal Española. Un buen momento para pensar en un candidato, hasta que podamos elegirlo libremente los mismos cristianos. Estoy seguro, con los medios de que ya disponemos, de que ese momento llegará, porque si bien la iglesia no es una democracia, no está mal que se vaya pareciendo a ella cada día más desde el espíritu sinodal que ahora nos inquieta. Un candidato que sea persona de tradición, de presente comprometido y que sepa apostar por un futuro renovador que entusiasme. Y con esto ya se han descartado ellos solos muchos candidatos, bien situados, que ya han enseñado la oreja en un sentido o en el otro. Si nos piden que seamos sinodales opinemos sobre estos temas que tanto afectan a la iglesia que camina por España. Nos jugamos avanzar o retroceder.
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