Aquello que aprendimos en el 2009
Las épocas de crisis son pródigas en lecciones que no conviene dejar pasar por alto. Podemos apurar estos tiempos difíciles y de prueba extrayendo las enseñanzas que, de forma más o menos evidente, su discurrir nos está proporcionando. Cae un mundo, pero aún no ha aflorado el otro. Subyace un aprendizaje profundo en el desmoronamiento de todo el paradigma individualista-materialista-violento que no podemos dejar escapar. El nuevo modelo basado en el cooperar y compartir asomó aún muy tímidamente en el 2009, pero también es cierto que cada vez hay más seres firmemente comprometidos en una búsqueda emancipadora, tanto a nivel personal como colectivo.
Los medios de comunicación oficiales hacen estos día balance. Desde la perspectiva del progreso de la conciencia colectiva, también convendrá volcar la mirada al año que finaliza. He aquí sólo algunas pistas, que de ninguna forma podrían aspirar a presentar una visión global.
Los expertos apuntan ya el fin del túnel de la crisis. Bienvenido el alivio para los más necesitados, pero también será necesario observar que se agota el tiempo más precioso para poner en valor ante el conjunto de la sociedad el otro paradigma posible. Es ahora el momento más idóneo para contagiar entusiasmo a favor del otro mundo, a favor de una vida alternativa en todos los ámbitos, donde prime la Tierra y el bien colectivo sobre el puro y duro beneficio personal.
En el ámbito social, la “gripe A” nos enseñó que la peor pandemia es el miedo, sobre todo cuando éste es infundado. Eluana también nos mostró que no podemos dar a las máquinas tanto poder, que los millones que gastamos para mantener una vida vegetativa e inconsciente a base de tubos, serviría para que otros muchos niños, que fundamentalmente urgen de un poco de agua pura y de unos diarios gramos de cereal, pudieran abrazar una existencia plena.
La tierra tembló en Sumatra y en Italia recordándonos que ningún sufrimiento nos es ajeno en un mundo cada vez más pequeño, trayéndonos a la memoria que pisamos en blando y que la vida corporal es efímera, más efímera aún desde que nos saltamos las leyes de la naturaleza y maltratamos a nuestra Madre Tierra. Otras catástrofes como la del Airbús reflejan la relatividad de los avances humanos. El metal puede ser también puro papel cuando allí arriba, a los 10.000 metros, fallan varios botones a la vez.
Una sociedad hedonista e inmadura fabrica ídolos a su imagen y semejanza. Al genio le ha de acompañar estela humana, no sólo parafernalia. En el ámbito de la cultura marchó el rey del pop. Descanse el artista bueno de intenciones en una paz merecida que la fama no le concedió. Benedetti nos enseñó que los poetas también vuelan a los cielos, pero que sus versos sin tiempo y su bella apuesta de justicia siguen resonando en la tierra. La “negra” Mercedes Sosa nos enseñó que “cambia todo cambia”, que mientras su cuerpo fornido ahora nutre el suelo, su garganta grave sigue cantando y su alma generosa aleteando.
En el ámbito del activismo social, Aminatu nos enseñó que una mujer plena de determinación y coraje es capaz de rendir a toda la maquinaria de un Estado y sus injustos procederes. Cierto que la libertad la llevamos dentro, va en el “kit” indispensable que nos proporcionan en el primer aliento. No somos de ningún lugar, pero cada quien tiene derecho a volver con la cabeza bien alta al rincón donde nació.
Copenhague nos dio la alegría de saber que hay una conciencia muy extendida para salvar la Tierra, que juntos podemos detener la catástrofe del cambio climático, pero que falta aún el compromiso y la responsabilidad de algunos dirigentes para poner en marcha las medidas imprescindibles.
Hicimos también 20 años desde la caída del muro de Berlín y ello nos anima a recordar nuestro compromiso de continuar trabajando hasta derribar todos los muros, los que separan los pueblos, las clases sociales, las ideologías, los credos…, también el que obliga a muchos niños palestinos a recorrer más kilómetros hasta su pizarra, o al campesino hasta su limonero, o al albañil hasta su andamio…
Ya en la esfera política, la ofensiva sobre Gaza, ahora hace un año, debería haber enseñado a los israelíes que los disparos son de ida y vuelta, que los tanques no se sacan en Navidades y que el dolor voluntario que alguien genera a otros nunca sale gratis. Los extremistas musulmanes deberían también tomar nota del recorrido circular del sufrimiento generado.
Cuando Obama entra en la Casa Blanca nos damos cuenta de que los más elevados sueños se pueden hacer realidad. Al año de su mandato observamos que ese sueño también se puede sostener en el tiempo, pues el equilibrio y la vocación de servicio, la visión y la intención puras se mantienen en su corazón; porque, aún con todas las limitaciones, actúa en consecuencia.
Obama no nos ha decepcionado por mucho que, como ya imaginábamos, haya quien le pida lo que él todavía no puede hacer realidad. Progreso y pragmatismo se concitan en este hombre sabedor del tamaño de su papel como indiscutible líder nacional y mundial. Es fácil pedir más a los de arriba, desconocedores en este caso de las circunstancias del enjuiciado y sobre todo, ajenos a los límites que el lento progreso de la conciencia de los ciudadanos de su propio país establece.
Los nuevos desafíos nucleares de Corea del Norte nos recuerdan que las dictaduras son despreciables, pero que los dictadores con ojivas nucleares son además peligrosos. Esas pruebas letales que están ejercitando nos obligan a reflexionar sobre si es llegada ya o no la hora del ansiado desarmamentismo unilateral.
Irak nos sigue enseñando que son los propios pueblos los que han de regir sus destinos; que, por duro que parezca, cada pueblo ha de tumbar a su propio dictador; que se puede ayudar a derrotarlos, pero que la iniciativa ha de partir desde adentro.
Afganistán nos revela que la violación masiva de los derechos humanos sí puede justificar una intervención desde fuera, pero también nos muestra que el soldado ha de permanecer el mínimo indispensable de tiempo en territorio ajeno.
China emerge como el gran desafío. Responsable fundamental de que Copenhague no triunfara, poco atiende aún a los compromisos planetarios. Crece y crece económicamente pero la conciencia de dirigentes y gran parte de la población no van a la par. La falta absoluta falta de libertades, la violación masiva de los derechos humanos y la feroz persecución política y religiosa no le impiden situarse ya en el número dos del “ranking” de poderío planetario. Tal como mostrara Obama ante sus mandatarios, ya en el propio país, ya en Copenhague, la necesaria colaboración con el gigante asiático no puede estar exenta de franqueza ante lo que ya no es posible callar.
América Latina permanece ante su encrucijada de caminos, ante dos opciones políticas de cara al futuro. Por un lado las sociedades maduras que han vencido a la ley de la polaridad y van encontrando su equilibrio, su mañana. Las que tras la noche oscura de las Dictaduras de Seguridad Nacional, impuesta por las oligarquías con connivencia de los privilegiados, fueron evolucionando hacia una administración plenamente democrática y hacia un liderazgo valiente de justicia y progreso, sin revanchismos. Por otro lado las que no superaron aún ese reto indispensable.
Se van quienes sufrieron el hierro y sembraron reconciliación, quienes padecieron todo el dolor y sin embargo inspiraron cohesión social. Se van Bachelet y Lula. Quienes deberían pensar en marchar se perpetúan con artimañas. Ojalá vaya cediendo el liderazgo populista y débil que hace de la confrontación principal bandera.
Los últimos violentos políticos de Europa aún sembraron sangre en Irlanda y Euskadi, pero sus balas se acaban. El clamor popular por la paz no les da otra opción. El Estado debería ayudar, no sólo con medidas policiales, sino también políticas. Por supuesto, en ningún caso encerrando al mensajero de paz.
Veintisiete países europeos pactamos que el nuevo cargo de presidente de la Unión Europea fuera para el belga Herman Van Rompuy, igualmente aprobamos el Tratado de Lisboa, dotándonos de constitución propia. Queda aún mucho recorrido por delante, sobre todo en lo que se refiere a la Europa solidaria, pero también es cierto que hemos construido más unidad y así mostrado al mundo el único futuro posible.
Resta mucho por analizar. Sólo hay espacio para una breve, casi furtiva, mirada. Lo suficiente para observar que hay tarea futura. No faltan desafíos para el 2009. Serenar, incluir, acompañar, colaborar, compartir…, quedan muchos verbos por conjugar en el año que ahora arranca. No importa el trayecto por delante, no importa un 2012 a la vuelta de la esquina. A cada día su afán. Lo que importa es el compromiso de cada instante para restaurar la esperanza en cada uno de nuestros corazones y en el corazón de la humanidad entera. Lo que importa es la confianza de saber que estamos en el momento y lugar adecuados para poder contribuir, cada quien desde sus circunstancias y alcance, a hacer todavía del planeta un hogar bello y fraterno absolutamente para tod@s.
Los medios de comunicación oficiales hacen estos día balance. Desde la perspectiva del progreso de la conciencia colectiva, también convendrá volcar la mirada al año que finaliza. He aquí sólo algunas pistas, que de ninguna forma podrían aspirar a presentar una visión global.
Los expertos apuntan ya el fin del túnel de la crisis. Bienvenido el alivio para los más necesitados, pero también será necesario observar que se agota el tiempo más precioso para poner en valor ante el conjunto de la sociedad el otro paradigma posible. Es ahora el momento más idóneo para contagiar entusiasmo a favor del otro mundo, a favor de una vida alternativa en todos los ámbitos, donde prime la Tierra y el bien colectivo sobre el puro y duro beneficio personal.
En el ámbito social, la “gripe A” nos enseñó que la peor pandemia es el miedo, sobre todo cuando éste es infundado. Eluana también nos mostró que no podemos dar a las máquinas tanto poder, que los millones que gastamos para mantener una vida vegetativa e inconsciente a base de tubos, serviría para que otros muchos niños, que fundamentalmente urgen de un poco de agua pura y de unos diarios gramos de cereal, pudieran abrazar una existencia plena.
La tierra tembló en Sumatra y en Italia recordándonos que ningún sufrimiento nos es ajeno en un mundo cada vez más pequeño, trayéndonos a la memoria que pisamos en blando y que la vida corporal es efímera, más efímera aún desde que nos saltamos las leyes de la naturaleza y maltratamos a nuestra Madre Tierra. Otras catástrofes como la del Airbús reflejan la relatividad de los avances humanos. El metal puede ser también puro papel cuando allí arriba, a los 10.000 metros, fallan varios botones a la vez.
Una sociedad hedonista e inmadura fabrica ídolos a su imagen y semejanza. Al genio le ha de acompañar estela humana, no sólo parafernalia. En el ámbito de la cultura marchó el rey del pop. Descanse el artista bueno de intenciones en una paz merecida que la fama no le concedió. Benedetti nos enseñó que los poetas también vuelan a los cielos, pero que sus versos sin tiempo y su bella apuesta de justicia siguen resonando en la tierra. La “negra” Mercedes Sosa nos enseñó que “cambia todo cambia”, que mientras su cuerpo fornido ahora nutre el suelo, su garganta grave sigue cantando y su alma generosa aleteando.
En el ámbito del activismo social, Aminatu nos enseñó que una mujer plena de determinación y coraje es capaz de rendir a toda la maquinaria de un Estado y sus injustos procederes. Cierto que la libertad la llevamos dentro, va en el “kit” indispensable que nos proporcionan en el primer aliento. No somos de ningún lugar, pero cada quien tiene derecho a volver con la cabeza bien alta al rincón donde nació.
Copenhague nos dio la alegría de saber que hay una conciencia muy extendida para salvar la Tierra, que juntos podemos detener la catástrofe del cambio climático, pero que falta aún el compromiso y la responsabilidad de algunos dirigentes para poner en marcha las medidas imprescindibles.
Hicimos también 20 años desde la caída del muro de Berlín y ello nos anima a recordar nuestro compromiso de continuar trabajando hasta derribar todos los muros, los que separan los pueblos, las clases sociales, las ideologías, los credos…, también el que obliga a muchos niños palestinos a recorrer más kilómetros hasta su pizarra, o al campesino hasta su limonero, o al albañil hasta su andamio…
Ya en la esfera política, la ofensiva sobre Gaza, ahora hace un año, debería haber enseñado a los israelíes que los disparos son de ida y vuelta, que los tanques no se sacan en Navidades y que el dolor voluntario que alguien genera a otros nunca sale gratis. Los extremistas musulmanes deberían también tomar nota del recorrido circular del sufrimiento generado.
Cuando Obama entra en la Casa Blanca nos damos cuenta de que los más elevados sueños se pueden hacer realidad. Al año de su mandato observamos que ese sueño también se puede sostener en el tiempo, pues el equilibrio y la vocación de servicio, la visión y la intención puras se mantienen en su corazón; porque, aún con todas las limitaciones, actúa en consecuencia.
Obama no nos ha decepcionado por mucho que, como ya imaginábamos, haya quien le pida lo que él todavía no puede hacer realidad. Progreso y pragmatismo se concitan en este hombre sabedor del tamaño de su papel como indiscutible líder nacional y mundial. Es fácil pedir más a los de arriba, desconocedores en este caso de las circunstancias del enjuiciado y sobre todo, ajenos a los límites que el lento progreso de la conciencia de los ciudadanos de su propio país establece.
Los nuevos desafíos nucleares de Corea del Norte nos recuerdan que las dictaduras son despreciables, pero que los dictadores con ojivas nucleares son además peligrosos. Esas pruebas letales que están ejercitando nos obligan a reflexionar sobre si es llegada ya o no la hora del ansiado desarmamentismo unilateral.
Irak nos sigue enseñando que son los propios pueblos los que han de regir sus destinos; que, por duro que parezca, cada pueblo ha de tumbar a su propio dictador; que se puede ayudar a derrotarlos, pero que la iniciativa ha de partir desde adentro.
Afganistán nos revela que la violación masiva de los derechos humanos sí puede justificar una intervención desde fuera, pero también nos muestra que el soldado ha de permanecer el mínimo indispensable de tiempo en territorio ajeno.
China emerge como el gran desafío. Responsable fundamental de que Copenhague no triunfara, poco atiende aún a los compromisos planetarios. Crece y crece económicamente pero la conciencia de dirigentes y gran parte de la población no van a la par. La falta absoluta falta de libertades, la violación masiva de los derechos humanos y la feroz persecución política y religiosa no le impiden situarse ya en el número dos del “ranking” de poderío planetario. Tal como mostrara Obama ante sus mandatarios, ya en el propio país, ya en Copenhague, la necesaria colaboración con el gigante asiático no puede estar exenta de franqueza ante lo que ya no es posible callar.
América Latina permanece ante su encrucijada de caminos, ante dos opciones políticas de cara al futuro. Por un lado las sociedades maduras que han vencido a la ley de la polaridad y van encontrando su equilibrio, su mañana. Las que tras la noche oscura de las Dictaduras de Seguridad Nacional, impuesta por las oligarquías con connivencia de los privilegiados, fueron evolucionando hacia una administración plenamente democrática y hacia un liderazgo valiente de justicia y progreso, sin revanchismos. Por otro lado las que no superaron aún ese reto indispensable.
Se van quienes sufrieron el hierro y sembraron reconciliación, quienes padecieron todo el dolor y sin embargo inspiraron cohesión social. Se van Bachelet y Lula. Quienes deberían pensar en marchar se perpetúan con artimañas. Ojalá vaya cediendo el liderazgo populista y débil que hace de la confrontación principal bandera.
Los últimos violentos políticos de Europa aún sembraron sangre en Irlanda y Euskadi, pero sus balas se acaban. El clamor popular por la paz no les da otra opción. El Estado debería ayudar, no sólo con medidas policiales, sino también políticas. Por supuesto, en ningún caso encerrando al mensajero de paz.
Veintisiete países europeos pactamos que el nuevo cargo de presidente de la Unión Europea fuera para el belga Herman Van Rompuy, igualmente aprobamos el Tratado de Lisboa, dotándonos de constitución propia. Queda aún mucho recorrido por delante, sobre todo en lo que se refiere a la Europa solidaria, pero también es cierto que hemos construido más unidad y así mostrado al mundo el único futuro posible.
Resta mucho por analizar. Sólo hay espacio para una breve, casi furtiva, mirada. Lo suficiente para observar que hay tarea futura. No faltan desafíos para el 2009. Serenar, incluir, acompañar, colaborar, compartir…, quedan muchos verbos por conjugar en el año que ahora arranca. No importa el trayecto por delante, no importa un 2012 a la vuelta de la esquina. A cada día su afán. Lo que importa es el compromiso de cada instante para restaurar la esperanza en cada uno de nuestros corazones y en el corazón de la humanidad entera. Lo que importa es la confianza de saber que estamos en el momento y lugar adecuados para poder contribuir, cada quien desde sus circunstancias y alcance, a hacer todavía del planeta un hogar bello y fraterno absolutamente para tod@s.