¡Quien no conoce el relato de El sufí Bayazi de Anthony de Mello!
"De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: 'Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo'.
A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar a una sola alma, transformé mi oración y comencé a decir: 'Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entran en contacto conmigo. Aunque sólo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho'.
Ahora, que soy un viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que he sido. Mi única oración es la siguiente: 'Señor, dame la gracia de cambiarme a mi mismo'. Si yo hubiera orado de este modo desde el principio, no habría malgastado mi vida."
Siempre creemos que es el otro el que tiene que cambiar, pero pocas veces pensamos en un cambio personal. ¿Alguna vez nos hemos parado frente a un espejo para darnos cuenta que quizá el mejor cambio empezaría por nosotros?
Un cambio siempre es difícil, somos resistentes, nos encerramos. Pero empecemos a aprender para poder estar dispuestos a enseñar que en realidad no pasa nada si no esperamos nada de la vida y si es la vida la que espera algo de nosotros. Aquí no sirven las palabras, más bien, nuestra actitud. Si de verdad queremos ser dueños de ella, tenemos que saber asumir la responsabilidad de encontrar respuestas a aquello que esta nos asigna.
Si uno elige cambiar, es porque ha encontrado algo que le merece más la pena. El Sufí se dio cuenta de que toda su vida fue un proceso, un aprendizaje, no la había malgastado porque supo entenderlo. Pues ojala nosotros no tengamos que esperar tanto para asumir nuestra realidad.