Un santo para cada día: 26 de diciembre San Esteban
El primer mártir de la Iglesia Católica
| Francisca Abad Martín
Es el primer mártir de la Iglesia Católica. A partir de él innumerables mártires sembrarían de sangre y de dolor todo el Imperio Romano. Esta primera agresión tuvo que causar un gran impacto en la comunidad de creyentes que se agrupaban en torno a los apóstoles.
A pesar de las divergencias de opinión que pudieran existir entre ellos, lo cierto es que les unía un solo espíritu, el recuerdo del Resucitado y que todo lo poseían en común. En los primeros capítulos de los Hechos de los Apóstoles se nos cuentan los sucesos de esta primera andadura de la naciente Iglesia. Como iba aumentando el número de los discípulos y era preciso administrar los bienes que los fieles iban entregando a los apóstoles para que fueran distribuidos y remediar las necesidades de los más desfavorecidos, decidieron escoger 7 varones de buena reputación, llenos de Espíritu Santo y de sabiduría, para que fueran los encargados de administrar esos bienes y así ellos quedaban libres para dedicarse a la oración y a la predicación de la palabra.
Loa apóstoles les impusieron las manos para consagrarlos como diáconos elegidos. Entre ellos destacaba Esteban, hombre responsable, lleno de gracia y fortaleza, que realizaba grandes prodigios y milagros en el pueblo. Ellos debían administrar los bienes de la Iglesia, distribuir la limosna entre los pobres, dispensar la Eucaristía a los fieles y ayudar a los apóstoles en la predicación. Esteban fue el primero en ejercer estos ministerios y sus intervenciones levantaban las más furiosas contradicciones. Esteban no se conformaba con exponer su doctrina como los apóstoles, sino que la defendía acaloradamente, la presentaba con toda claridad y deshacía los argumentos de los adversarios.
No es extraño que los miembros del Sanedrín, caracterizados por su fanatismo y humillados por la elocuencia del diácono Esteban, estuvieran esperando la ocasión para prenderlo y así lo hicieron. Reunieron al Sanedrín en la sala contigua al Sancta Sanctorum, donde acostumbraban habitualmente a reunirse y, presentados falsos testigos, lo mismo que hicieron en el proceso contra Jesús, le acusaran de haber proferido blasfemias contra Moisés y contra Dios y también contra el Templo y contra la Ley. El Sumo Sacerdote le preguntó que si eran verdad los cargos de que lo acusaban pero él, en lugar de responder a su pregunta, lleno de mansedumbre pronunció un largo discurso, reproducido fielmente por Lucas en los Hechos de los Apóstoles.
Al final les dijo. “Veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie a la derecha de Dios” y esa fue la gota que colmó el vaso. Entonces lo empujaron fuera y agarrando piedras se dispusieron a la lapidación. Como les estorbaban los mantos se los quitaron y los dejaron a los pies de un joven llamado Saulo. Las últimas palabras de Esteban antes de expirar fueron: “Señor, no les imputes este pecado”. Así murió perdonando a sus agresores, como el Maestro de Galilea. Esto debió suceder antes del año 40. Unos piadosos varones recogieron su cuerpo y le dieron sepultura. El lugar de su ejecución se conoce en Jerusalén como “La Puerta de San Esteban”, que está justo al comienzo de la Vía Dolorosa y suele ser el lugar elegido para comenzar el recorrido del Vía Crucis, que finaliza en el Santo Sepulcro. Parece ser que la lapidación fue un poco más debajo de la puerta, en la ladera del Cedrón.
Reflexión desde el contexto actual:
A la muerte de Jesús el enfrentamiento entre los judíos y cristianos parecía inevitable. Tal enfrentamiento habría de quedar prefigurado en la persona del protomártir Esteban, que encabeza la lista de todos aquellos que dieron su sangre por Cristo y en cierto modo también está a la cabeza de todos los confesores. Para los cristianos que iban a venir detrás representa el banderín de enganche y habrá de ser visto siempre como modelo a seguir. Los exegetas aprecian un cierto paralelismo entre la pasión de Cristo y el martirio de Esteban y así convenía que fuera para que todos pudiéramos ver en el primer mártir y confesor del cristianismo seguidor las huellas del Maestro