El Papa vuelve a reclamar "la paz en la martirizada Ucrania, donde están sufriendo tanto" Francisco, en la audiencia: "Hoy dejamos morir a la gente en el Mediterráneo"

Francisco, durante su catequesis sobre san Francisco Javier
Francisco, durante su catequesis sobre san Francisco Javier RD/Captura

En la audiencia de este miércoles, 17 de mayo, el papa Francisco retomó el contenido de la catequesis que tenía prevista para la semana pasada, glosando la figura de un ilustre predecesor suyo en la Compañía de Jesús, san Francisco Javier, y cuya glosa pospuso al compartir aquella audiencia con el patriarca de la Iglesia ortodoxa copta, Tawadros II, en otra cita histórica para el camino de la unidad

"Hoy por desgracia los dejamos morir en el Mediterráneo", lamentó Francisco recordando los duros viajes que afrontó san Francisco Javier, porque "los viajes en nave en aquella época eran durísimos y peligrosos". "Andad, tened coraje", finalizó el Papa, invitando a los jóvenes a abrir sus horizontes y salir al mundo a evangelizar

En la audiencia de este miércoles, 17 de mayo, el papa Francisco retomó el contenido de la catequesis que tenía prevista para la semana pasada, glosando la figura de un ilustre predecesor suyo en la Compañía de Jesús, san Francisco Javier, y cuya glosa pospuso al compartir aquella audiencia con el patriarca de la Iglesia ortodoxa copta, Tawadros II, en otra cita histórica para el camino de la unidad.

El Papa saluda a un niño antes de la audiencia general
El Papa saluda a un niño antes de la audiencia general RD/Captura

Volviendo, pues, al patrón de las misiones católicas, Francisco alabó la figura del santo navarro, del desgaste físico que hizo en pro de la evangelización cada vez hacia un nuevo lugar, más lejano y desconocidos, hasta su fallecimiento, sólo y extenuado, a las puertas de China.

"Su intensa actividad -destacó el Papa- estuvo siempre unida a la oración, a la unión con Dios, mística y  contemplativa. Dondequiera que estaba, cuidaba mucho de los enfermos, los pobres y los niños. El amor de Cristo fue la fuerza que lo llevó hasta los confines más lejanos, con continuas fatigas y peligros, superando fracasos, decepciones y desánimos, más aún, dándole consuelo y alegría para seguirlo y servirlo hasta el final". 

Francisco, a su llegada a la audiencia general en la plaza de san Pedro
Francisco, a su llegada a la audiencia general en la plaza de san Pedro RD/Captura

"Hay tantos sacerdotes, religiosas y laicos que van a misiones, con un celo apostólico que hay que seguir cultivando", señaló Francisco, reconociendo la labor msionera que se sigue haciendo en la actualidad.

"Andad, tened coraje"

"Hoy por desgracia los dejamos morir en el Mediterráneo", lamentó Francisco recordando los duros viajes que afrontó San Francisco Javier, porque "los viajes en nave en aquella época eran durísimos y peligrosos". "Andad, tened coraje", finalizó el Papa, invitando a los jóvenes a abrir sus horizontes y salir al mundo a evangelizar.

En su saludo a los peregrinos polacos presentes en la plaza de San Pedro, no se olvidó Francisco de recordar los esfuerzos por lograr la paz en Ucrania. Y antes de concluir la audiencia, pidió "por la martirizada Ucrania, donde están sufriendo tanto, oremos por los heridos, por los niños, por los que han muerto, para que regrese la paz".

Fieles en la plaza de San Pedro
Fieles en la plaza de San Pedro RD/Captura

Texto de la audiencia general

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!  

Prosiguiendo nuestro itinerario con algunos modelos ejemplares de celo apostólico, hoy  encontramos la figura de san Francisco Javier, el cual es justamente considerado el más grande misionero de los tiempos modernos, y es el patrón de las misiones católicas.  

Francisco nace de una familia noble pero empobrecida de Navarra, en el norte de España, en 1506. Va a estudiar a la universidad de París para poder obtener un encargo eclesiástico bien retribuido que le asegure el futuro. Es un joven simpático y brillante, sobresale en el deporte y en el estudio. En su colegio encuentra un compañero más anciano y un poco especial: Ignacio de Loyola. Se hicieron grandes amigos, e Ignacio ayuda a Francisco a vivir una experiencia espiritual nueva y profunda, una verdadera  conversión para liberarse de toda ambición y dedicarse sin reservas al servicio de Dios, amando y  siguiendo a Jesucristo. Al terminar los estudios, junto a algunos otros amigos van a Roma y se ponen a  disposición del Papa para las necesidades más urgentes de la Iglesia en el mundo. Al principio son una decena y deciden llamarse la “Compañía de Jesús”.  

Estamos en el tiempo en el que los horizontes se están ampliando desde la Europa cristiana hacia los confines del mundo entonces desconocidos. Nuevos continentes, descubrimiento de pueblos que no  han escuchado todavía hablar del Evangelio de Jesucristo. El rey de Portugal pide al Papa mandar algunos Jesuitas a las Indias orientales; entre ellos está también Francisco Javier. Inicia así el primero de un  numeroso grupo de misioneros apasionados, preparados para soportar fatigas y peligros inmensos, a alcanzar tierras y encontrar pueblos de culturas y lenguas completamente desconocidas, impulsados sólo por el fortísimo deseo de dar a conocer a Jesucristo y su Evangelio, y así “salvar”, conducir a Dios y a su verdadero bien a tantas personas.  

Javier es nombrado Nuncio apostólico, es decir representante del Papa Pablo III ante los  gobernantes de las llamadas Indias. En poco más de once años realizará una obra extraordinaria. Los viajes en nave en aquella época eran durísimos y peligrosos. Muchos morían en el viaje por naufragios o enfermedades. Javier pasa en las naves más de tres años y medio, un tercio de la duración de su misión.  

Al llegar a Goa, en la India, la capital del Oriente portugués, Javier pone su base, pero no se  detiene allí. Va a evangelizar a los pobres pescadores de la costa meridional de la India, enseñando catecismo y oraciones a los niños, bautizando y cuidando a los enfermos. Después, durante una oración nocturna ante la tumba del apóstol san Bartolomé, siente que debe ir más allá de la India. Deja en buenas manos el trabajo ya iniciado y zarpa con valentía hacia las Molucas, las islas más lejanas del archipiélago  indonesio, donde en dos años de trabajo fundó varias comunidades cristianas. Pone el catecismo en versos  en el idioma local y enseña a cantarlo. En sus cartas entendemos bien cuáles son sus sentimientos. Escribe: «Los peligros y los sufrimientos, aceptados voluntariamente y únicamente por amor y servicio de  Dios nuestro Señor, son ricos tesoros de grandes consolaciones espirituales. ¡Aquí dentro de algunos años uno podría perder los ojos por demasiadas lágrimas de alegría!» (20 de enero de 1548).

Un día, en India, se encuentra a un japonés, que le habla de su lejano país, donde ningún  misionero europeo había ido antes. Javier decide partir lo antes posible, y llega después de un viaje lleno  de aventuras en el junco de un chino. Los tres años en Japón son durísimos, por el clima, las oposiciones y el desconocimiento de la lengua, pero también aquí las semillas plantadas darán grandes frutos.  

En Japón Javier entiende que el país decisivo para la misión en Asia era otro: China. Con su cultura, su historia, su grandeza, ejercía de hecho un predominio en toda esa parte del mundo. Por eso él vuelve a Goa y poco después se embarca de nuevo esperando poder entrar en China, a pesar de que esté cerrada a los extranjeros. Pero su plan fracasa: murió en la pequeña isla de Sancian, esperando en vano poder desembarcar en tierra firme cerca de Cantón. El 3 de diciembre de 1522, en completo abandono, sólo un chino junto a él a velarle. Así termina el viaje terreno de Francisco Javier. Tenía cuarenta y seis años, pero el cabello era ya blanco, sus fuerzas se habían consumado, donadas sin reservas al servicio del  Evangelio. 

Su intensa actividad estuvo siempre unida a la oración, a la unión con Dios, mística y  contemplativa. Dondequiera que estaba, cuidaba mucho de los enfermos, los pobres y los niños. El amor de Cristo fue la fuerza que lo llevó hasta los confines más lejanos, con continuas fatigas y peligros, superando fracasos, decepciones y desánimos, más aún, dándole consuelo y alegría para seguirlo y servirlo hasta el final. 

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