“En nuestros pensamientos y oraciones, que no falte la tan atribulada Ucrania” Papa: "Los pobres son destinatarios del anuncio mencionados explícitamente por Jesús, porque son los predilectos de Dios"
"No se puede hablar de Jesús sin alegría, porque la fe es una estupenda historia de amor para compartir...Como decía un pensador: ‘Un cristiano triste es un triste cristiano’"
"Quien anuncia a Dios no puede hacer proselitismo, no puede presionar a los otros, sino aligerarlos: no imponer pesos, sino aliviar de ellos; llevar paz, no sentimientos de culpa"
"Todos tenemos que ser “interiormente pobres”, es decir, no creernos autosuficientes, sino necesitados de Dios y de su gracia"
"El recuerdo del Holocausto no puede ser olvidado ni negado"
"Todos tenemos que ser “interiormente pobres”, es decir, no creernos autosuficientes, sino necesitados de Dios y de su gracia"
"El recuerdo del Holocausto no puede ser olvidado ni negado"
En su catequesis de la audiencia de los miércoles, el Papa Francisco continúa con el ciclo sobre el ‘celo apostólico’, subrayando el papel de Jesús como “maestro del anuncio”, que nos enseña a comunicar el Evangelio sin proselitismo y con cinco características fundamentales o “elementos esenciales”: “alegría, liberación, luz, sanación y asombro”. Y una consecuencia: “Los pobres son destinatarios mencionados explícitamente por Jesús, porque son los predilectos de Dios”.
En los saludos en italiano, no podía faltar el habitual recuerdo para Ucrania: “En nuestros pensamientos y oraciones, que no falte la tan atribulada Ucrania”. También recordó el Holocausto, que se conmemora pasado mañana. "El recuerdo de aquel exterminio de millones de personas judías y de otras confesiones no puede ser olvidado ni negado. No puede haber un empeño constante en construir juntos la fraternidad sin disipar las raíces del odio y de la violencia que alimentaron el horror del Holocausto".
Texto íntegro de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El miércoles pasado reflexionamos sobre Jesús modelo del anuncio, sobre su corazón pastoral siempre dirigido a los demás. Hoy le miramos a Él como maestro del anuncio. Dejémonos guiar por el episodio en el que Él predica en la sinagoga de su pueblo, Nazaret. Jesús lee un pasaje del profeta Isaías (cfr 61,1-2) y después sorprende a todos con una “predicación” muy breve, de una sola frase. Dice: «Esta escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy» (Lc 4,21). Esto significa que para Jesús ese pasaje profético contiene lo esencial de lo que Él quiere decir de sí. Por tanto, cada vez que nosotros hablamos de Jesús, deberíamos recalcar su primer anuncio. Veamos entonces en qué consiste. Se pueden identificar cinco elementos esenciales.
El primer elemento es la alegría. Jesús proclama: «El Espíritu del Señor sobre mí, […] para anunciar a los pobres la Buena Nueva» (v. 18). Buena Nueva: no se puede hablar de Jesús sin alegría, porque la fe es una estupenda historia de amor para compartir. Testimoniar a Jesús, hacer algo por los otros en su nombre, está decir entre las líneas de la vida de haber recibido un don tan hermoso que ninguna palabra basta para expresarlo. Sin embargo, cuando falta la alegría, el Evangelio no pasa, porque este – lo dice la palabra misma – es buena nueva, anuncio de alegría. Un cristiano triste puede hablar de cosas muy hermosas, pero todo es vano si el anuncio que transmite no es alegre. Decía un pensador: ‘Un cristiano triste es un triste cristiano’.
Vamos al segundo aspecto: la liberación. Jesús dice que ha sido enviado «a proclamar la liberación a los cautivos» (ibid.). Esto significa que quien anuncia a Dios no puede hacer proselitismo, no puede presionar a los otros, sino aligerarlos: no imponer pesos, sino aliviar de ellos; llevar paz, no sentimientos de culpa. Cierto, seguir a Jesús conlleva ascetismo, sacrificios; por otro lado, si cualquier cosa hermosa lo requiere, ¡cuánto más la realidad decisiva de la vida! Pero quien testimonia a Cristo muestra la belleza de la meta, más que la fatiga del camino. Nos habrá sucedido contarle a alguien sobre un bonito viaje que hemos hecho: habremos hablado de la belleza de los lugares, de lo que hemos visto y vivido, ¡no del tiempo que tardamos en llegar ni de las colas del aeropuerto! Así cada anuncio digno del Redentor debe comunicar liberación.
Tercer aspecto: la luz. Jesús dice que ha venido a traer «la vista a los ciegos» (ibid.). Llama la atención que, en toda la Biblia, antes de Cristo, nunca aparece la curación de un ciego. De hecho, era un signo prometido que llegaría con el Mesías. Pero aquí no se trata solo de la vista física, sino de una luz que hace ver la vida de forma nueva. Hay un “venir a la luz”, un renacimiento que sucede solo con Jesús. Si lo pensamos, así empezó para nosotros la vida cristiana: con el Bautismo, que antiguamente se llamaba precisamente “iluminación”. ¿Y qué luz nos dona Jesús? La luz de la filiación: Él es el Hijo amado del Padre, viviente para siempre; con Él también nosotros somos hijos de Dios amados para siempre, a pesar de nuestros errores y defectos. Entonces la vida ya no es un ciego avanzar hacia la nada, no es cuestión de suerte o fortuna, no es algo que depende de la casualidad o de los astros, y tampoco de la salud y de las finanzas, sino del amor del Padre, que cuida de nosotros, sus hijos amados. ¡Qué bonito compartir con los otros esta luz! ¿Habéis pensado que la vida de cada uno de nosotros es un gesto de amor, una invitación al amor? Esto es maravilloso, pero, a veces, lo olvidamos por culpa de la mundanidad.
Cuarto aspecto del anuncio: la sanación. Jesús dice que ha venido «para dar libertad a los oprimidos» (ibid.). Oprimido es quien en la vida se siente aplastado por algo: enfermedades, fatigas, pesos del corazón, sentimientos de culpa, errores, vicios, pecados… Lo que nos oprime, sobre todo, es precisamente ese mal que ninguna medicina o remedio humano puede resanar: el pecado. La buena noticia es que con Jesús este mal antiguo, que parece invencible, ya no tiene la última palabra. Cada vez que pecas, el Señor te tiende la mano. Jesús nos sana del pecado siempre y gratuitamente. Él invita a los que están «fatigados y sobrecargados» a ir a Él (cfr Mt 11,28). Y entonces acompañar a alguien al encuentro con Jesús es llevar al médico del corazón, que levanta la vida. Es decir: “Hermano, hermana, yo no tengo respuesta a muchos de tus problemas, pero Jesús te conoce y te ama, te puede sanar y serenar el corazón”. Quien lleva pesos necesita una caricia sobre el pasado, necesita perdón. Y quien cree en Jesús tiene precisamente eso para donar a los otros: la fuerza del perdón de Dios, que libera el alma de toda deuda. Hermanos, no olvidéis: Dios lo olvida todo, todos nuestros pecados. No tiene memoria. Perdona todo. Sólo nos pide que se lo pidamos. Jesús nos espera para perdonarnos y sanarnos siempre. Padre, yo hago siempre las mismas cosas. Y Jesús hará siempre lo mismo: perdonarte. En la Biblia se habla de un año en el que se era liberado del peso de las deudas: el Jubileo, el año de gracia. Es el último punto del anuncio.
Jesús, de hecho, dice que ha venido «a proclamar un año de gracia del Señor» (Lc 4,19). No era un jubileo programado, pero con Cristo la gracia que hace nueva la vida llega y asombra siempre. Y el anuncio de Jesús debe llevar siempre el asombro de la gracia. Porque no somos nosotros los que hacemos grandes cosas, sino que es la gracia del Señor que, también a través de nosotros, realiza cosas imprevisibles. Las sorpresas de Dios. El Evangelio va acompañado de un sentido de maravilla y de novedad que tiene un nombre: Jesús, que siempre nos está esperando.
Él nos ayude a anunciarlo como desea, comunicando alegría, liberación, luz, sanación y asombro. Así se comunica a Jesús. Una última cosa: esta buena nueva, dice el Evangelio, está dirigida «a los pobres» (v. 18). A menudo nos olvidamos de ellos, sin embargo, son destinatarios mencionados explícitamente por Jesús, porque son los predilectos de Dios. Acordémonos de ellos y recordemos que, para acoger al Señor, cada uno de nosotros debe hacerse “pobre dentro”: es decir, vencer toda pretensión de autosuficiencia para entenderse necesitado de gracia, siempre necesitado de Él. ¿La vía más breve para encontrar a Jesús? Hazte pobre y necesitado de gracia, de perdón y de alegría. Y Él se acercará a ti.
Saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:
En esta catequesis reflexionamos sobre Jesús como maestro del anuncio. Hemos escuchado que, en la sinagoga de Nazaret, Él se identifica con una profecía de Isaías. En ese breve pasaje, podemos ver cinco elementos esenciales de la evangelización: la alegría, la liberación, la luz, la sanación y la capacidad de maravillarse por las obras que Dios realiza en nosotros.
Otra cuestión a considerar es que los destinatarios del Evangelio son los pobres. Pensemos en ellos y recordemos que, para acoger al Señor, todos tenemos que ser “interiormente pobres”, es decir, no creernos autosuficientes, sino necesitados de Dios y de su gracia.
Al profundizar en estos aspectos, vemos que el testimonio cristiano no se puede separar del gozo y la libertad que nos da el sabernos hijos amados del Padre; un Padre que nos cuida, nos libera y nos perdona, ilumina nuestro camino y sana las heridas de nuestro corazón, siempre y de manera gratuita.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Hoy celebramos la Conversión del apóstol san Pablo y concluimos la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. En este día tan especial, pidamos a Jesús maestro que nos enseñe a ser artesanos de comunión, anunciándolo con alegría y sencillez de corazón. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.
Saludo en italiano
“En nuestros pensamientos y oraciones, que no falte la tan atribulada Ucrania, tan martirizada. Esta mañana tuve un encuentro con los jefes de las diversas confesiones ucranianas. Todos unidos. Me contaron el dolor de ese pueblo. No olvidemos de rezar, todos los días, por la paz definitiva en Ucrania.
“Pasado mañana, 27 de enero, se celebra la Jornada internacional de conmemoración de las víctimas del Holocausto. El recuerdo de aquel exterminio de millones de personas judías y de otras confesiones no puede ser olvidado ni negado. No puede haber un empeño constante en construir juntos la fraternidad sin disipar las raíces del odio y de la violencia que alimentaron el horror del Holocausto"
Etiquetas