IV Centenario del fraile trinitario, hombre de Dios, santo para todos San Simón de Rojas, una santidad amable

San Simón de Rojas, VI centenario
San Simón de Rojas, VI centenario

El Padre Rojas fue ante todo un hombre de Dios. Quien se acercó a él, quien supo de él, sabía que el Padre Rojas era un "santo varón, que ya recibes / premios de Dios sin acabar la guerra”, como publicó Lope de Vega en 1609

Su tiempo era para Dios y para los hijos de Dios. Especialmente, para los pobres. Dos días cada semana estaban reservados para ir a los hospitales,  Los martes iba a la cárcel, Luchó contra la trata de personas, Ayudaba a pobres vergonzantes, que preferían morirse de hambre a perder el honor, pidiendo ayuda… 

Habiendo sido un hombre que podría haber alcanzado muchas ambiciones mundanas, por la privanza que tuvo con los reyes y grandes de la Corte, estimó todo eso en nada

"Cuando el Rey le dijo que la Reina no gustaba de costumbres tan populares y de aspecto tan desarrapado en su confesor, el Santo le dijo que se buscara a otro, porque él prefería estar con los pobres, si le obligaban a elegir. ¡Los santos, hombres libres!"

La santidad del Padre Rojas -cuyo IV Centenario estamos celebrando- es una  invitación a ser santos, por un camino trenzado por la oración y el servicio, con  goces en la hermosura de Dios y paso sencillo por el suelo del mundo. Compasión hacia los más necesitados y disponibilidad total, pues nuestro  tiempo es para Dios y sus hijos.  

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Fue ante todo un hombre de Dios. Quien se acercó a él, quien supo de él, sabía que el Padre Rojas era un “santo varón, que ya recibes / premios de Dios sin acabar la guerra”, como publicó Lope de Vega en 1609, en versos que sonrojarían al humilde fraile trinitario. Vivió de su fe. Principalmente de la escucha de la Palabra de Dios, pudiendo decir que su máxima aspiración la expresó con la frase: “Señor, vuestra  Palabra oída o leída es antorcha que me guía”. Y es que los santos saben que Dios  considera que escucharlo es la primera prueba de quererlo, la más agradable a sus  ojos. Simón fue experto, en su niñez, en escuchar a Dios y hablar poco. Notó su deseo  de ser trinitario escuchando los sermones del P. Juan de Vega, llamado “el san Pablo  español”, cuya doctrina le sirvió de por vida. Gustó leer y meditar la Biblia, y confesó  que aprendió más teología orando que leyendo libros.  

San Simón de Rojas
San Simón de Rojas

Suscita maravilla considerar que un hombre de vida tan activa, tuviera siempre tiempo para orar. Y es que dio el primer lugar a la oración en el horario de cada día, enseñando a hacer otro tanto a todos quienes se le acercaron para aprender a orar. Que hay que espantar al diablillo que enseña que, debiendo escoger entre muchas  ocupaciones, la primera que se quita es la oración. “Al paso de la oración anda la vida”, criterio para discernir la calidad cristiana de cada cual. San Simón anima a ir a la oración no para cansarse, sino para descansar, estando con el mejor amigo. Enseña a ser perseverantes en el tiempo (para él, la noche es el momento más adecuado) y a  usar métodos que ayuden a recogerse y centrarse en Dios, de tal manera que se  salga de la oración con disposición de dar fruto de buenas obras en la vida ordinaria.  

Fe en la Encarnación, clave de la devoción mariana 

Los misterios predilectos de su contemplación son los de la Encarnación del Hijo de  Dios. Manifiestan la bondad de Dios, que se deja alcanzar hecho Niño en el vientre y  en los brazos de la Virgen Maria. Su excelente devoción mariana considera a María como Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo, como le gustaba  saludarla muy frecuentemente. La esclavitud mariana tiene en el Padre Rojas a uno de sus padres; esta forma de devoción lleva a considerarse siervo de María, para obrar según ella mande e indique. “Haced lo que él os diga”. María es maestra segura para ser buen cristiano. Bendice su santo Nombre; le gustan los nombres y las imágenes de María que hacen referencia a sus gozos y alegrías como Madre de Dios (Esperanza, Expectación, O…), y le encanta visitar sus santuarios y honrar sus altares, y rezar el rosario y difundirlo. Y algo muy típico del Padre Rojas es unir la  devoción mariana con el servicio a los pobres. Que ya lo avisó a los congregantes del  Ave María de Madrid, en el crudo invierno de 1618: más le gustará a la Virgen gastar  el dinero en dar de comer a quien tiene hambre que en luminarias que duran un rato.  

No se dedicó a una categoría de pobres, en nombre de argucias ni de ideas propias. Sintió compasión de todos los pobres y trató de aliviar, concretamente, los sufrimientos que encontró. Como trinitario, supo privilegiar a los cristianos que sufren a causa de su fe, a los cautivos. Cuidó los bienes para la redención, y se preocupó en primera  persona por enviar a Argel productos de primera necesidad para atender a los cautivos  que allí esperaban su liberación. Dio de comer a los pobres, en escenas memorables  como las retratadas por Zurbarán, cuando el padre Rojas daba de comer en la portería  a los menesterosos el potaje que muchas veces él guisó en grandes ollas de metal  que se tuvo que comprar, y el pan que almacenaba en un arca de madera que estaba  en su habitación… Hoy, después de cuatro siglos, san Simón de Rojas continúa dando  de comer cada día a más de 400 personas en el centro de Madrid, a través del “Ave  María” que él fundó, institución que perpetúa su caridad para con los pobres en  nombre de la Virgen Santísima.  

Móstoles conmemorará el IV centenario de la muerte de San Simón de Rojas

El tiempo, para Dios y el prójimo 

Su tiempo era para Dios y para los hijos de Dios. Especialmente, para los pobres. Dos días cada semana estaban reservados para ir a los hospitales, para visitar a los enfermos más necesitados, ayudándolos a asearse; les llevaba algo de comida y de  ropa, y les daba ánimos, hablando con ellos y rezando juntos. Los martes iba a la cárcel, situada junto a la Plaza Mayor de Madrid, para visitar a los presos, llevando  alguna ayuda a quien más lo necesitaba. Luchó contra la trata de personas, y logró  sacar a muchas mujeres de la prostitución, estableciendo las fiestas de Santa María Magdalena para convencerlas a cambiar de vida y ofreciendo su protección (la del  “confesor real”) a quienes quisieran emprender otro rumbo. Recogió niños expósitos,  bebés abandonados por sus madres tras el parto. Ayudaba a pobres vergonzantes, que preferían morirse de hambre a perder el honor, pidiendo ayuda… 

Habiendo sido un hombre que podría haber alcanzado muchas ambiciones mundanas, por la privanza que tuvo con los reyes y grandes de la Corte, estimó todo eso en nada. No quiso subir nunca en coche de caballos, como mandaba la etiqueta cortesana para  quien era confesor de la Reina. Prefirió ir a pie y rodeado de niños pobres por las calles de Madrid. Llevaba el hábito roto y los zapatos viejos. Y cuando el Rey le dijo que la Reina no gustaba de costumbres tan populares y de aspecto tan desarrapado en su confesor, el Santo le dijo que se buscara a otro, porque él prefería estar con los  pobres, si le obligaban a elegir. ¡Los santos, hombres libres! 

"Cuando el Rey le dijo que la Reina no gustaba de costumbres tan populares y de aspecto tan desarrapado en su confesor, el Santo le dijo que se buscara a otro, porque él prefería estar con los pobres, si le obligaban a elegir"

Simón de Rojas no se escandalizaba de nada ni de nadie, según lo retratan quienes lo trataron de cerca. Para él todos eran amigos, y así los llamaba. Le gustaba más la belleza del cielo que la fealdad del infierno, y trató de llevar a la gente por el camino de  la hermosura que es Dios mismo. Con alegría, sencillez, paso firme y una gran  paciencia para con todos, porque sabía que paciencia abre la puerta a la caridad.  

¡Simón de Rojas! Hermano, amigo, sé compañero de nuestro viaje, y no nos pierdas  de vista; no nos dejes de tu mano. Necesitamos, más que nunca, buenos amigos en la  vereda de la vida, para no perder el sendero que, con Cristo, lleva hasta el Padre.  

28 de septiembre: san Simón de Rojas, el fraile que prefirió a los pobres  antes que al rey - Alfa y Omega

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