Donde Cristo es carne que sufre.

«Aquí, donde Cristo es carne que sufre. Aquí, donde Cristo es cosa, donde Cristo es persecución, donde Cristo son hombres que duermen en el campo porque no pueden hacerlo en sus casas, donde Cristo es enfermedad que sufre las consecuencias de tantas intemperies y sufrimientos. Aquí es Cristo crucificado, no meditado en una capilla junto al viacrucis, sino vivido en el pueblo, es Cristo con su cruz a cuestas. 5 de marzo de 1978). 

Monseñor Romero llevaba un poco más de un año como arzobispo de San Salvador. Su experiencia como pastor al lado de su pueblo le había abierto definitivamente los ojos y el corazón.  Esta cita es un buen ejemplo de ello: «¿Dónde encontraré al Señor?  En nuestro pueblo, en aquel tiempo y hoy, las personas creyentes debemos reconocer a «Cristo, carne que sufre».  Monseñor nos pone ejemplos crueles de esa carne que sufre, tal y como él lo había visto en su pueblo: persecución, gente huyendo, enfermos y enfermas como acumulación de muchos otros sufrimientos.   Siempre será la actualización y la historización de «Cristo con su cruz a cuestas».

Lo vemos en las víctimas de los conflictos armados y, con espanto, en el genocidio prolongado que sufre el pueblo palestino, con miles de víctimas en la guerra de Rusia contra Ucrania y en tantos otros lugares del mundo que no aparecen en los medios de comunicación.  Lo vemos en la vida en pobreza extrema de millones de familias en todo el mundo.  Lo vemos en los centenares de migrantes que huyen de sus países y mueren ahogados en el mar o que son tratados de manera totalmente inhumana en países que deberían recibirlos.  También lo vemos en la soledad y la desesperación de las personas detenidas, que deben pasar sus últimos años en asilos (a veces olvidadas por sus propios hijos e hijas), así como en quienes luchan contra enfermedades graves.  Lo vemos en los migrantes que no reciben ni techo ni alimentación y duermen en las calles.  Lo vemos en las familias que constantemente sufren hambre por falta de trabajo o de un salario digno. 

Aunque en América Latina los viacrucis tradicionales parecen más manifestación cultural que religiosa, el hecho de que parte importante de los pueblos cristianizados participen en Semana Santa en los vía crucis y las procesiones del santo entierro es expresión de su reconocimiento de la imagen de Jesús con la cruz a cuestas y de su aceptación de que fuera reducido en la cruz.  Monseñor Romero utiliza el concepto «donde Cristo es cosa», sin dignidad humana.  Muchas personas y familias de nuestro pueblo viven como «Cristo crucificado» día tras día a lo largo de su vida.  Se reconocen a sí mismas en las imágenes de las procesiones.

Sin embargo, el verdadero «Cristo crucificado» no está presente en las procesiones, sino en la dura realidad histórica.   El rezo de los tradicionales viacrucis con sus catorce estaciones (representadas en imágenes en las paredes de los templos católicos) puede dar la sensación de acercarnos al Cristo sufriente.  Quienes no se encuentran con Cristo «cruz a cuestas» y asumen las consecuencias de ese encuentro, tampoco lo encontrarán en los templos, en los ritos, en el culto.   

Quienes vivimos en una tradición cristiana y, más aún, quienes tratamos de seguir a ese Jesús, no tenemos ninguna excusa: «Cristo con su cruz a cuestas» está muy cerca de cada uno de nosotros.  No cuesta dar respuesta viva a la pregunta que recorre la tradición popular: «¿Dónde, dónde encontraré al Señor?». Desde ahí nos habla, nos llama, nos convoca y nos envía. 

Por supuesto, a lo largo de la historia encontramos muchos cristianos que no creían y que dieron su vida por defender la vida de los demás. Pensemos en la lucha contra la segregación racial, la lucha contra la esclavitud y la lucha contra la destrucción de la naturaleza.  Pensemos en el personal sanitario y de cuidados.  Pensemos en las organizaciones sociales que abren sus puertas a la gente excluida y donde los pobres son escuchados como testigos privilegiados en la lucha contra la pobreza.   Pero quienes hemos sido tocados por el Dios de la Vida y por el Cristo con su cruz a cuestas no podemos fallar. La verdad de la Iglesia está en juego.

Cita 4 del capítulo II (Jesús de Nazaret) del libro El Evangelio de Mons. Romero.

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