Dios camina con la historia.

«Dios es la vida.  Dios es evolución.  Dios es novedad.  Dios va caminando con la historia del pueblo». Y el pueblo creyente no debe aferrarse a tradiciones ni a costumbres, sobre todo cuando estas empañan el verdadero Evangelio de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.  Tiene que estar siempre atento a la voz del Espíritu y convertirse para seguir ese Evangelio, esa llamada del Señor. Todo aquel que se sienta seguro y crea que no necesita cambiar es un fariseo, un hipócrita, un sepulcro blanqueado que se cree muy seguro, pero ¿qué reclamos le hace su conciencia? (11 de junio de 1978).

En situaciones de crisis (a nivel personal, familiar o colectivo), mucha gente levanta los ojos al cielo y pide ayuda y protección al Dios todopoderoso.   Si no pasa nada grave, decimos: «Gracias a Dios no ha pasado nada». Si nos enfermamos (como en la pandemia o, en el peor de los casos, si alguien de la familia muere o somos víctimas de la violencia social), decimos: «Dios sabe lo que hace».  Siempre nos dirigimos hacia un Dios que está en el cielo.    Monseñor Romero nos habla de otra manera acerca de Dios.

«Dios camina con la historia del pueblo».  No es un todopoderoso de allá arriba, sino el Dios de la vida que camina con el pueblo, que acompaña al pueblo.  Monseñor nos habla de un Dios que sufre con su pueblo, que anima a su pueblo a luchar por la vida, que da esperanza y fortaleza.  No es el Dios de los milagros que escoge a unos para un milagro y rechaza a otros, ¡no! El Dios que camina con su pueblo (especialmente con las grandes mayorías excluidas y explotadas por unos pocos) nos dice que, de todos modos, la vida vencerá a la muerte, que nuestro futuro es el Reino de justicia y fraternidad, y que jamás se apartará de nuestro camino. 

Para acercarnos a ese Dios que camina con su pueblo, necesitamos «estar siempre atentos a la voz del Espíritu».  La comunidad creyente juega un papel importante en ese discernimiento para poder captar la voz del Espíritu y no dejarnos engañar por los mensajes político-ideológicos de las cúpulas de los partidos políticos, los altos funcionarios de los tres poderes del Estado o los autollamados «analistas políticos».   Monseñor sabe que en ese camino no podemos confiar en «seguridades». Incluso llega a desenmascarar con claridad: «Todo aquel que se sienta seguro y crea que no necesita cambiar es fariseo, es hipócrita, es sepulcro blanqueado, que está muy seguro».

Y como brújula que puede indicarnos el camino a seguir, monseñor Romero nos dice: «¡Convertirse, ir en pos de ese Evangelio, de ese llamamiento del Señor!».   La manera de vivir, de hablar y, sobre todo, de actuar de Jesús, tal y como nos la revelan los cuatro evangelios, es la norma para estar con su pueblo.   En tiempos de crisis, angustia, frustración por nuestros planes rotos, hambre y amenaza de guerra, somos llamados a descubrir cómo Dios camina con su pueblo.  Nos exige una conversión constante.

«Nadie ve a Dios, ni oye a Dios, ni puede saber si Dios está o no contento con mi vida y mi conducta. Pero, sin duda, vemos, oímos y sabemos cómo se sienten los demás con nuestro comportamiento. Lo experimentamos y palpamos a todas horas.  Las personas que me conocen y conviven conmigo se preguntan: ¿cómo se sienten por causa de lo que yo hago y digo?  Pues así se siente Dios conmigo», escribe el teólogo J. M. Castillo en sus comentarios a los evangelios diarios de 2020.  Y esas personas son, en primer lugar, nuestros familiares, pero, sobre todo, aquellas que están más enfermas, más pobres, más angustiadas, más aisladas y solitarias, más vulnerables.  Ahí se pone a prueba nuestro testimonio acerca de un Dios que camina con su pueblo.  Jesús es el modelo, el ejemplo. Jesús ha abierto el camino y nos ha enseñado la verdadera orientación para seguir a Dios.   En la medida en que vivamos como Jesús, podremos agradecer a Dios, porque sentiremos y experimentaremos su presencia liberadora y sanadora. 

Cita 4, capítulo I (Dios), del Evangelio de Mons. Romero.

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