Hoy la Iglesia es pobre.
| Luis Van de Velde
“Ahora la Iglesia no se apoya en ningún poder, en ningún dinero. Hoy la Iglesia es pobre. Hoy la Iglesia sabe que los poderosos la rechazan, pero que la aman los que sienten en Dios su confianza…. Esta es la Iglesia que no cuenta con privilegios y las valías de las cosas de la tierra. Una iglesia cada vez más desligada de las cosas terrenas, humanas, para poderlas juzgar con mayor libertad desde su perspectiva del Evangelio, desde su pobreza. (28 de agosto de 1977)
Monseñor Romero ha vivido el proceso de rechazo de parte de quienes tenían (y aún tienen) poder y riqueza. De repente dejaron de aportar financiamiento para terminar la construcción de la catedral. Monseñor mismo tomó distancia del poder político cuando decidió ya no participar en ningún acto gubernamental y que ya no iba a invitar a ningún político a la catedral. Tampoco cayó en la trampa cuando le ofrecieron una casa amplia y bonita en la zona exclusiva del Paseo Escalón. No quiso ser preso de esos llamados “benefactores”. Empezó a vivir en la sacristía del hospitalito La Divina Providencia, desde donde oía y sentía el dolor y la angustia de las y los enfermos terminales, hasta que las hermanas le construyeron una casita propia ahí mismo. Con la destrucción de la radio YSAX y de la imprenta del arzobispado pretendían quitarle recursos a la Iglesia y detener su voz profética y evangelizadora. Y aún más el asesinato sistemático de animadores/as de comunidades, de sacerdotes y más tarde hasta del mismo arzobispo, significa eliminar el personal pastoral más comprometido con el Evangelio en la opción preferencial por los pobres.
Hoy vemos una situación muy semejante en Nicaragua donde el régimen captura y expulsa a sacerdotes, religiosas, obispos, animadores laicos. Se roba los bienes y propiedades de la Iglesia, se bloquea las cuentas de las parroquias y de las diócesis, se confisca escuelas y universidades (la UCA a cargo de los padres jesuitas), se cancela la personería jurídica de congregaciones y de las obras solidarias que impulsan, se cierra radios y espacios de comunicación. El régimen está decidido de callar la voz de la Iglesia y de obstaculizar al máximo sus espacios de acción. La Iglesia en Nicaragua está llamada a descubrir su misión evangelizadora desde la pobreza.
Es importante recordar todo esto, porque tan fácilmente la Iglesia vuelve a caer en la trampa de construir templos y catedrales que “no se parecen a las casas del pueblo”[1], que más bien son reflejo de “oro y plata” que aleja la Iglesia de la vida de las y los pobres. Aún hay sacerdotes y obispo que han sido nombrados como capellanes de un ejército represor de su propio pueblo y que tienen salario según su rango militar y hasta con un obispo jugosamente “jubilado”. Aun vemos imágenes de sacerdotes bendiciendo (¡en nombre de Dios!) negocios, nuevos centros comerciales (construidos en zonas verdes) y la puesta de la primera piedra en nuevas residenciales (de lujo). Es de dudar si Jesús hubiera estado presente en la toma de posesión de algún presidente porque cada palabra que suena ahí en la boca del pastor es utilizada con intereses políticos partidarios. Es de cuestionar porqué las autoridades políticas nacionales o municipales deben estar presente, en los primeros asientos y sobre todo bien visible para la gente, en las celebraciones de la eucaristía como por ejemplo en la fiesta del Divino Salvador del Mundo en El Salvador. Es de preguntar qué significa el voto de la pobreza para aquellos religiosos/as que, aunque personalmente no tienen mayor cosa, en su comunidad tienen resuelto todo: alimentación, salud, vestuario, vivienda, comodidades, estudio, viajes, vehículo. ¡Cuán lejos pueden estar viviendo de la realidad de las y los pobres!
Monseñor Romero había entendido que la Iglesia solamente sería libre para predicar el Evangelio de Jesús, cuando no está amarrada a ningún poder y a ninguna riqueza. Entendía ese distanciamiento con el poder y la riqueza como una ventaja, una oportunidad, una gracia para poder servir al Dios de Jesús en el servicio a las y los pobres, las y los “crucificados” y para poder denunciar proféticamente los graves abusos en contra de ellos/as. Monseñor sabía que ningún “beneficio”, ninguna donación de parte de autoridades políticas o de parte de familias ricas, es auténtica, sincera, sino que siempre pretende amarrar a la Iglesia en su misión liberadora. ¿Quién va a denunciar la corrupción y los abusos de su benefactor?
La Iglesia puede aprender de los grupos AA. No reciben ninguna donación de nadie. Todo lo que tienen en su local, todos los gastos de sus reuniones, celebraciones (de aniversarios) y sus visitas a otros grupos es aportado por los mismos miembros. No se dejan manipular por nadie, por ningún poder político, por ninguna religión, por ninguna ideología. ¡Qué gran lección para las iglesias! Solamente las y los mismos creyentes, miembros de las comunidades y parroquias, deberían llevar la responsabilidad por los gastos de las mismas. De qué sirven grandes edificios “donados” (desde el exterior) si adentro la comunidad se estanca y no asume su misión evangelizadora y liberadora. Recibir las donaciones muchas veces crea dependencia y comodidad, esperando que otros “me den”, en vez de dejarse llevar por “el espíritu – solidario y fiel – de pobre”.
Monseñor Romero nos revela que la Iglesia “empobrecida” (por los poderes políticos) y sin alianza con los poderes económicos, está en mejores condiciones para ser la Voz del Evangelio para las y los “empobrecidos” y excluidos del mundo.
Cita 2 en el capítulo III (Iglesia) en 'El Evangelio de Monseñor Romero'
[1] De la canción “¿Cristo al servicio de quién?” de Ali Primera. “Cristo al servicio de quien preguntaba Jaime obrero, preguntaba Jaime obrero. Al servicio de unos pocos que se lo llevaron preso disfrazándolo con lujos sabiendo que él es del pueblo lo tienen encarcelado en palacios de concreto con pisos de puro mármol de pura madera el techo templos que no se parecen a las casas de mi pueblo casas de lata y carton techos rotos tierra al suelo.”