Palabra de Dios porque anima, ilumina, contrasta, repudia.

«No podemos segregar la palabra de Dios de la realidad histórica en que se pronuncia, porque no sería ya palabra de Dios, sino historia, libro piadoso, una biblia que es libro de nuestra biblioteca.  Pero se hace palabra de Dios porque anima, ilumina, contrasta, repudia y alaba lo que se está haciendo hoy en nuestra sociedad” (27 de noviembre de 1977).

Cada domingo (y no pocas veces todos los días) sacerdotes, pastores, obispos, etc., predican en el culto como parte de la liturgia.  Esta tiene su estructura y desarrollo establecidos.  Cada tres años se vuelven a leer los mismos textos bíblicos y, cada dos años, se repiten los mismos textos durante la semana.  Estos textos han sido seleccionados por comisiones oficiales de liturgia.   También se interpretan fácilmente los textos bíblicos sin tener en cuenta su contexto literario y sus raíces históricas en la vida del pueblo hebreo, de Jesús y de la primera Iglesia.  Sobre todo en el contexto de la liturgia se predica y se hace el sermón.  Algunos tienen más don de palabra que otros.  Pero, más allá de este don, se debería preguntar a la gente que escucha la palabra si de verdad acontece la «palabra de Dios, que anima, ilumina, contrasta, repudia y alaba lo que se está haciendo hoy en nuestra sociedad».

Monseñor nos da unas indicaciones sobre esas homilías, sermones o prédicas que no responden a lo que deberían.   Si la palabra del predicador o predicadora no está vinculada a la realidad histórica en la que se vive y se predica hoy en día.  No basta con volver a contar el mismo texto bíblico y concluir con un «Amén». A menudo se oye hablar de la salvación de las almas en mensajes que no tienen nada que ver con la realidad histórica del pueblo, especialmente de la gente más pobre y marginada.  Muchas veces se da muchísima más importancia y peso al eje de la oración, la devoción, el culto, los rezos y las procesiones que a la dimensión de la práctica de la vida según el mandato de Dios, según el camino de Jesús, según las bienaventuranzas.  Porque de esto se trata: vivir la fe en la realidad concreta con sus decepciones, limitaciones, frustraciones, esperanzas, logros y avances. 

Monseñor menciona el peligro de transformar la Biblia en un «libro piadoso», un libro de devoción que se lee, pero que no tiene la fuerza de la Palabra de Dios.  También advierte del peligro de dar a conocer la palabra bíblica con citas de un libro de nuestra biblioteca.  No se trata de saber más o conocer más la Biblia, o de saber encontrar de memoria cualquier cita.  La sola lectura piadosa de la Biblia no nos conduce a la verdad de Dios en la vida.

Sería interesante detectar de qué manera los creyentes se sienten animados e iluminados en las asambleas litúrgicas para asumir el testimonio evangélico.  Sería revelador saber en qué medida la palabra «predicada» contrasta realmente con la dura realidad del pueblo y en qué medida la fuerza de la palabra de Dios transforma dicha realidad histórica. 

No tengamos miedo de descubrir esa palabra de Dios que nos da esperanza y fortaleza, ánimo y consuelo en momentos de dolor, fuerza para servir a los demás y luchar por una vida plena para todos. 

Cita 3 del capítulo VII (La Verdad) de El Evangelio de Mons. Romero.

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