No nos desanimemos.
| Luis Van de Velde
“Los cristianos deben de vivir la gran alegría, la gran esperanza del que retornará para coronar la plenitud de los tiempos, a recoger todo el trabajo de su Iglesia, a recoger toda la buena voluntad de los cristianos. Todo lo que se ha sembrado en el sufrimiento, en el dolor, lo recogeremos convertido ya en el reino definitivo que no puede dejar de cumplirse. Vendrá ese reino de justicia, vendrá ese reino de paz, no nos desanimemos, aun cuando el horizonte de la historia como que se oscurece y se cierra y como si las realidades humanas hicieran imposible la realización de los proyectos de Dios. …. Un día se cantará (…) la liberación plena de los hombres.”
Iniciemos esta reflexión a la Luz de Monseñor Romero con el reconocimiento que “el horizonte de la historia como que se oscurece y se cierra, y como si las realidades humanas hicieran imposible la realización de los proyectos de Dios.” Más y más voces gritan que no hay avances significativos para detener la destrucción del planeta y el calentamiento global de la tierra. Millones de millones de dólares se invierten en armamento, mientras gran parte de la población mundial vive en miseria y hambre. Pensábamos que la segunda guerra mundial era la última, sin embargo vivimos con el temor que la tercera (y aun más cruel y destructiva) guerra mundial puede estallarse en cualquier momento. La cantidad de personas que huyen desesperadamente de sus países de nacimiento y que buscan asilo y protección en otros sigue creciendo. Y al otro lado, países con capacidad de acogida (y hasta con necesidad de mano de obra) cierran más y más sus fronteras. Los ídolos de poder y riqueza (tan denunciado por Monseñor Romero) siguen promoviendo la corrupción, el enriquecimiento de pocos gracias al empobrecimiento de las mayorías, la transformación de leyes para beneficio de las élites,… En todos los países se puede concretar esas oscuridades de la historia que parece cerrarse en vez de abrirse hacia la justicia y la paz. Los avances en el respeto a los derechos humanos y del planeta parecen muy débiles frente a los avances de la injusticia y la guerra. Las estructuras y sistemas de injusticia y violencia parecen fortalecerse en vez de desintegrarse.
En una situación (mundial y local) llegamos en los países con tradición cristiana a la celebración de la Navidad. El comercio navideño está floreciendo. Los arbolitos de navidad (naturales o artificiales) ya entraron a muchas casas. Las luces navideñas brillan, a pesar de la crisis energética. Se preparan desayunos, almuerzos y cenas navideños, en fuerte contraste con el hambre de millones de humanos en esta tierra. Cristianos ortodoxos rusos y ucranianos celebrarán la navidad (el 6 de enero según su calendario ortodoxo) en pleno conflicto bélico de destrucción, muerte, hambre y frío. En Bélgica habrá varios centenares de migrantes solicitantes de asilo que deberán pasar las noches frías en las calles. La cultura navideña tendrá acentos propios en cada país, pero siempre contrasta con la vida real de las mayorías, víctimas de la insuficiencia en atención a salud, en cuanto a vivienda digna, a ingresos (salario o pensión mínima) con que se puede vivir humanamente,…
Monseñor Romero nos hace una llamada fuerte: “no nos desanimemos”. Quizás es el grito navideño mas importante, el mensaje más urgente. Creer que Dios se ha hecho humano en Jesús, cuyo nacimiento (humano) celebramos con Navidad, es confiar que “un día se cantará (…) la liberación plena de los hombres”. El y la creyente cristiano/a está convencido que “Todo lo que se ha sembrado en el sufrimiento, en el dolor, lo recogeremos convertido ya en el reino definitivo que no puede dejar de cumplirse.” De verdad no hay otro camino que sembrar en el sufrimiento y el dolor de la historia, cercana y lejana. Recordamos lo que el monje Thomas Merton[1] escribió: “ Aunque tengamos el poder de destruir el mundo entero, la vida es más fuerte que el instinto de muerte y el amor más fuerte que el odio. ... No tiene sentido buscar signos de esperanza en los periódicos o en las declaraciones de los líderes mundiales (rara vez hay algo verdaderamente esperanzador en ellos, y lo que se supone que es más alentador suele ser tan inequívocamente desesperanzador que te acerca a la desesperación). Porque el amor existe en el mundo y porque Cristo mismo ha asumido nuestra naturaleza, siempre queda la esperanza de que, finalmente, después de muchos errores e incluso desastres, el hombre aprenda a desarmarse y a hacer las paces, reconociendo que debe vivir en paz con su hermano/a. "
Por eso Monseñor Romero se atreve a repetirnos, también hoy: “Vendrá ese reino de justicia, vendrá ese reino de paz, no nos desanimemos”. Preparándonos para esta Navidad podemos preguntarnos: ¿qué acciones puedo y podemos hacer para transmitir un mensaje claro de esperanza y futuro digno para todos y todas? Seguramente deben ser acciones “en medio del sufrimiento y el dolor” de otros/as. Nuestra acción Navideña principal debería estar en relación con quienes tienen hambre y sed, quienes están enfermos, quienes viven sufriendo soledad y abandono, quienes están huyendo y migrando, quienes no tienen ropa o vivienda, quienes están en las cárceles, quienes no podrán celebrar una cena navideña, quienes son perseguidos o excluidos, …..
Por muy pequeña que sea nuestra acción navideña, será un ladrillo para el mundo nuevo. Monseñor Romero nos dice que el Reino va “a recoger todo el trabajo de su Iglesia, a recoger toda la buena voluntad de los cristianos”, y podemos añadir todo el esfuerzo humanizador de tantas personas en otras religiones o quienes viven sin vivencia religiosa. Esas acciones solidarias navideñas hablarán de nuestra esperanza y nos animarán a no desmayarnos. No tengamos miedo. Feliz Navidad.
Reflexión para la Noche de navidad del 24 de diciembre de 2022. Para la reflexión de este día hemos tomado una cita de la homilía durante la eucaristía de la vigilia de Navidad - Ciclo A , del 24 de diciembre de 1977. Homilías, Monseñor Oscar A Romero, Tomo II, Ciclo A, UCA editores, San Salvador, p 135
[1] Traducción libre de: Thomas Merton. Bespiegelingen van een schuldige toeschouwer”, Damon, 2020, p. 215