La palabra de Dios debe iluminar toda nuestra vida
| Luis Van de Velde
31 domingo ordinario - C - Lc 19,1-10 30 octubre de 2022
El domingo 30 de octubre en catedral se celebró la despedida de Mons. Rivera (obispo auxiliar en San Salvador) que ha sido nombrado obispo de la diócesis de Santiago de María. Los dos obispos concelebran. Para la homilía en la primera parte es Monseñor Romero que habla de los signos de los tiempos que debe ser iluminados por la Palabra de Dios y en la segunda parte es Monseñor Rivera que hace la reflexión homilética también a partir del texto del evangelio del domingo. Así que para estas sugerencias homiléticas partimos de lo aportado por Monseñor Rivera.
“Ahora me parece que resulta fácil comprender que la palabra de Dios debe iluminar toda nuestra vida, no solo nuestra vida personal, sino nuestra vida grupal, nuestra vida colectiva, nuestra vida nacional, nuestra vida internacional, porque la Palabra es Luz para la mente, es energía para la voluntad, es calor y afectos para nuestro corazón, es espada que penetra hasta las profundidades para cortar las adherencias y liberar nuestro espíritu.” Mons. Rivera se refiere a los diversos signos de los tiempos que Mons. Romero ha mencionado e iluminado. Por eso, dice, es "fácil comprender que la palabra de Dios debe iluminar toda nuestra vida". En una sociedad secular en la que lo religioso ha sido y está siendo desplazado a la vida personal, es bueno volver a escuchar que la Palabra de Dios es una luz para toda nuestra vida en todos sus aspectos: "no sólo nuestra vida personal, sino también nuestra vida comunitaria, nuestra vida colectiva, nuestra vida nacional, nuestra vida internacional". Esto se refiere en primer lugar a todos los cristianos, y quizás especialmente a los laicos que tienen responsabilidades en las comunidades, organizaciones sociales y partidos políticos. Hay que preguntarse, desde la comunidad eclesial, cómo estos laicos hacen tiempo (o en qué medida, o no) para el escrutinio con la Palabra de Dios de sus proyectos, de su hacer, de sus elecciones, de sus decisiones. Si esto no ocurre intensa y conscientemente, entonces algo va muy mal. Tal vez esperamos que sean los obispos que hablan de (los problemas en) la realidad. Por supuesto, esto es importante y necesario, pero los cristianos en el campo (social, económico, político...) son los primeros que necesitan el valor fiel para dejar que la Palabra de Dios brille en estos procesos. Los principios ideológicos (de los partidos) también deben ser vistos desde esta perspectiva por los cristianos. La pregunta es: ¿qué apoyo, qué ayuda, qué alimento reciben de los sacerdotes y los obispos? De Monseñor Rivera aprendemos hoy que el Evangelio es una luz necesaria para todas las dimensiones de nuestra vida, tanto la individual como la familiar, por supuesto, pero también todas las otras. Hay mucho que hacer.
“Y precisamente el evangelio de hoy nos presenta la preocupación de nuestro Señor Jesúcristo por esos que adoran el dinero, que se postran ante el becerro de oro y que, por apoyarse en él, no temen oprimir, explotar y ser duros con aquellos que les sirven.”
Vivimos en una sociedad (capitalista neoliberal) que se rige en gran medida por el "mercado", por la oferta y la demanda, en todos los ámbitos posibles de la vida. También en nuestra sociedad hay personas, grupos de personas, que "se inclinan ante el becerro de oro", que son adoradores del dinero y la riqueza. No se trata sólo de los super superricos, sino también de las estrellas del fútbol y otros deportes, del mundo de la música y del cine, donde todo se trata de millones de euros o dólares. De vez en cuando, vislumbramos el lujo exagerado (incluso inimaginable) en el que viven las familias ricas. Pero lo mismo ocurre con las grandes empresas internacionales y sus inapreciables beneficios. Y.... El obispo Rivera nos dice hoy: “Como adoran el dinero y postran ante la riqueza y" nadan en la riqueza", "no dudan en oprimir, explotar y ser duros con los que les sirven." Una vez que se alcanza un determinado nivel de riqueza, ya no se puede satisfacer el hambre de más riqueza. Entonces, todas las cuestiones éticas desaparecen. Luego, ignoran totalmente al resto de sus valores humanos. A no ser quizá para dar de vez en cuando algunas "limosnas" y aparecer como "benefactores". Donde se rinde culto a la riqueza, siempre se producen injusticias, explotación y opresión. La riqueza hace que la gente sea "dura de corazón", que pierda la suavidad del corazón humana y que desaparezca todo lo que tiene que ver con el calor humano, con la fraternidad o la solidaridad. En el Evangelio de Jesús leemos condenas muy duras a los que se preocupan tanto por sus riquezas. Los que viven así no tienen nada que ver con el Reino de Dios de justicia y paz, de bondad, de misericordia, de libertad, de verdad,...
“Hermanos, el Evangelio nos invita a esa conversión. Esa conversión, que no se queda solo en los sentimientos sino que va profunda al cambio total, nos va a exigir que también sepamos compartir. El señor arzobispo nos decía que los bienes son creados por Dios para todos y, por consiguiente, tiene que responder a ese plan de Dios. “
Pero esta aguda condena no es la última palabra que Jesús dirige a los que se han enriquecido tanto. La historia de Zaqueo es esclarecedora. En el encuentro con Jesús, al mirarle a los ojos y ser mirado por Él, la "suavidad de su corazón" vuelve a la vida. No sólo se alegra de recibirlo, sino que se compromete a compartir su riqueza, a no hacer de ella su diosito. "Escucha, Señor, daré la mitad de mis bienes a los pobres, y si he exigido algo injustamene a alguien, se lo devolveré cuatro veces". (Lc19,8). Por eso, Mons. Rivera reitera lo que el arzobispo había dicho antes: que los "bienes son creados por Dios para todos y, por tanto, deben corresponder al plan de Dios." Todo lo que tenemos en la tierra, en nuestra historia, debe estar al servicio de todos. No se debe acumular riqueza mientras muchos millones mueren de hambre y miseria. Un mecanismo de redistribución pueden ser los altos impuestos sobre todo lo que es lujo, más impuestos sobre una segunda (o tercera o ...) propiedad, .... Los partidos liberales, por supuesto, no están a favor de esto. Pero, ¿qué hacen allí los cristianos? Por supuesto, comienza con la elección personal de arrepentirse, de darse cuenta de que la riqueza acumulada realmente nos deshumaniz. Podemos conformarnos con mucho menos. El agotamiento de los recursos naturales de nuestro planeta también exige cada vez más. Por lo tanto, la llamada al arrepentimiento y a la redistribución no sólo es válida para los súper ricos, sino para todos nosotros.
Algunas preguntas para nuestra reflexión y acción personal y comunitaria. 1. ¿Qué esfuerzos diarios hacemos para iluminar toda nuestra vida con la Palabra de Dios, por el Evangelio, por su presencia en los "pobres"? ¿Qué aprendemos de nuestra respuesta? 2. Los que leemos esta reflexión no pertenecemos al grupo de los ricos, pero la pregunta es, ¿qué hacemos con lo que poseemos, con lo que ganamos, con nuestra pensión, ...? ¿Qué medidas estamos tomando para vivir con menos? 3. Compartir lo que tenemos con la gente que tiene menos. Siempre hay familias que lo tienen mucho más difícil para sobrevivir que nosotros, ¿hasta qué punto estamos dispuestos, los cristianos, a compartir de verdad y así convertirnos constantemente al Evangelio?