La paz es aportación generosa de todos
| Luis Van de Velde
“Una patria en que todos nos sintamos miembros vivos aunque seamos pie en la pobreza, pero, desde la pobreza y del trabajo, saber amar a todo el organismo, en sentido de servicio, o, desde la cabeza y del corazón, no sentir ninguna superioridad, sino sentir razón de servicio a todo el organismo que se necesita mutuamente. He ahí la igualdad que el cristianismo predica. …..La igualdad en que todos se sientan como los hijos en un hogar para aportar, para dar lo bueno de sí. Como hemos dicho en estos días de la Jornada de la Paz: la paz no es producto del terror ni del miedo, la paz no es el silencio de los cementerios, la paz no es producto de una violencia y de una represión que calla. La paz es la aportación generosa, tranquila, de todos para el bien de todos, la paz es dinamismo, la paz es generosidad, es derecho y es deber, en que cada uno se sienta en su puesto en esta hermosa familia que la Epifanía nos ilumina con la luz de Dios.”
Sobre paz y el camino hacia la paz se ha escrito mucho. Sin embargo los grandes poderes mundiales siguen optando por el camino de la militarización y la imposición de unos sobre otros. Escuchemos lo que Monseñor Romero nos comparte hoy en su visión sobre el camino hacia la paz. Recordemos que él habló en tiempos de mucha violencia institucional, mucha represión en contra del movimiento popular y de la Iglesia profética, y en tiempos que el camino de la violencia parecía la única alternativa que le quedaba al pueblo.
“Una patria en que todos nos sintamos miembros vivos”. No habrá paz mientras no todos los miembros de la patria se sienten verdaderamente miembros vivos y activos, respetados y valorados. Se trata de una verdadera inclusión de todos y todas: oportunidades en educación y salud, oportunidades de trabajo con salario digno y jubilación justa, vivienda básica para cada familia, todo respeto por la diversidad humana.
“Saber amar la patria en sentido de servicio”. A veces se llama a los miembros de la Asamblea (Parlamento): “padres de la patria”. Esto significa que tendrían que ser modelo y ejemplo de vivir y trabajar al servicio de ese conjunto del pueblo, y no para enriquecerse y beneficiarse de su puesto. Para la gran mayoría del pueblo la experiencia histórica es ver como los diputados/as, una vez (re-)electos, se olvidan del pueblo, se hacen aliados y voceros políticos de los poderes económicos dominantes. Siguen con muchos discursos vacíos en la misma asamblea creando con frecuencia cortinas de humo para esconder sus verdaderas andanzas. Se presentan ante los medios de comunicación y en sus redes sociales como los salvadores del pueblo. Pero la realidad es, desde hace muchísimos años, totalmente diferente. Los descubrimientos de los lujos y la acumulación de riquezas y propiedades de los (ex) gobernantes y (ex) diputados provocan escalofrío e indignación. Monseñor Romero no llama solamente a los “padres de la patria” a trabajar al servicio del pueblo, sino llama a todos los habitantes a vivir sirviendo a la comunidad, desde el núcleo más pequeño de la vecindad, la colonia, el municipio. Es una perspectiva que no podemos olvidar: la vida será más bonita si todos colaboramos. Realmente nos necesitamos. Nadie es superior a nadie. “La igualdad en que todos se sientan como los hijos en un hogar para aportar, para dar lo bueno de sí.” Un pueblo construye la paz cuando cada uno/a está dispuesto a aportar y “dar lo bueno de sí”, desde sus capacidades.
Luego Monseñor nos recuerda – ya lo había dicho tantas veces – cuáles son los caminos equivocados, caminos que no llevan hacia la paz verdadera. “La paz no es producto del terror ni del miedo, la paz no es el silencio de los cementerios, la paz no es producto de una violencia y de una represión que calla.” La historia de nuestros pueblos latinoamericanos es bastante triste. Los gobernantes (como instrumentos de las clases económicas dominantes y del imperio (español / portugués durante la colonia y luego norteamericano) han optado por hacer callar las voces del pueblo, por dividir para reinar, por encarcelar a quienes tienen otra visión de país, por reprimir con violencia, por hacer la guerra en contra del pueblo, …. En casi todos los pueblos latinoamericanos han habido protestas populares legítimos que no han encontrado otra salida que la violenta. Los pocos procesos donde se ha logrado triunfo con las armas, la misma revolución empezó a “comer a sus propios hijos/as”, identificando el eterno presidente y su partido con “el pueblo”, estimulando servilismo ciego y aprobación silenciosa para no perder trabajo o privilegios. La violencia social (algunos la llamaron la “guerra social”) que brotó en El Salvador después de los Acuerdos de fin de guerra, es un claro ejemplo como el camino de la violencia solo lleva a más violencia, donde, - en este caso – familias pobres destruyen a familias pobres aterrorizando al pueblo. Deben buscarse otros caminos para construir la patria, la paz.
“La paz es la aportación generosa, tranquila, de todos para el bien de todos, la paz es dinamismo, la paz es generosidad”. La paz, que será fruto de justicia, se construye con los aportes generosos de todos y todas para el bien de todo el pueblo. Ningún sector (político, social o económico) de la población puede autoproclamarse salvador único de la patria. Ésta necesita de los aportes generosos y dinámicos de todos y todas. De ahí que es importante ir facilitando que los pueblos se organicen a partir de sus propios proyectos. Organización popular impuesta o única es contraproducente. El respeto por la diversidad es importante. La inclusión de todos y todas es necesaria para que haya un dinamismo constructor de paz. Aprender juntos/as las experiencias y conocimientos de las diferentes formas de cooperación genuina, también con quienes no compartimos la misma visión del camino, es una gran tarea constante.
“La paz es derecho y es deber, en que cada uno se sienta en su puesto en esta hermosa familia”. Construir la paz es un derecho que tenemos todos y todas, y es una responsabilidad (un deber) que todos y todas tenemos que asumir y cumplir. Muchas iniciativas organizativas nacen desde abajo a partir de problemas, dificultades, vacíos, heridas y decepciones. Estas iniciativas quieren canalizar y concretar ese derecho y ese deber de aportar generosa y dinámicamente a la solución de los problemas, a la curación de las heridas, a la construcción de la justicia sin explotación. La toma de conciencia acerca de ese derecho y ese deber es un proceso muy lento. Las y los pobres han sido manipulados durante tanto tiempo, desconocidos en sus más fundamentales derechos, humillados con salarios (y jubilaciones) de hambre y miseria. Cuesta descubrir que tienen el derecho y el deber de aportar generosamente en la construcción de una sociedad justa. Abusos de poder en organizaciones populares, corrupción política y falta de transparencia han provocado más desánimo y frustración, en vez de levantar ánimos para hacerlo de manera diferente. Sin embargo, no queda otro camino: solo entre todos y toda seremos capaces, desde la diversidad y la complementariedad, aportar lo mejor para el bien de todos y todas.
Concluyendo podemos preguntarnos dónde y cómo estamos aportando lo mejor de nosotros/as) rompiendo soledad, curando heridas, consolando, animando y fortaleciendo para que haya más personas, más familias que puedan asumir su deber y su derecho de construir la paz. No vivimos solamente para nosotros mismos, vivimos para que todos y todas podamos vivir dignamente en paz, fruto de justicia.
Reflexión para el domingo 8 de enero de 2023. Para la reflexión de este día hemos tomado una cita de la homilía durante la eucaristía - Ciclo A , del 8 de enero de 19787. Homilías, Monseñor Oscar A Romero, Tomo II, Ciclo A, UCA editores, San Salvador, p.199