Una religión de misa dominical.

«Una religión de misa dominical, pero de semanas injustas, no agrada al Señor. Una religión de mucho rezo, pero con hipocresía en el corazón, no es cristiana.  Una Iglesia que se instala solo para estar bien, para tener mucho dinero y comodidad, y que olvidara el reclamo de las injusticias, no sería la verdadera Iglesia de nuestro divino Redentor». (4 de diciembre de 1977).

En esta cita, monseñor Romero hace dos denuncias contra el interior de la Iglesia. 

En primer lugar, constata que hay creyentes que van a misa los domingos, pero que durante los otros seis días no luchan por la justicia, la verdad, la libertad, la fraternidad solidaria o la vida. Además, denuncia a aquellos que van a misa y siguen cometiendo graves injusticias.  La denuncia debe ampliarse más allá de las iglesias que celebran la misa, ya que también se aplica a todos los cultos religiosos y a toda forma de celebración litúrgica.  Lo que agrada al Señor es la construcción de su Reino.  No sirve de nada implementar injusticias, hacer leyes injustas, aprovechar estructuras económicas injustas y luego ir los domingos a misa o a algún culto, o a participar en alguna procesión.

Junto con esta denuncia, monseñor habla de «una religión de mucho rezo, pero con hipocresía en el corazón, que no es cristiana».  En el canto popular dedicado al testimonio del Padre Rafael Palacios (asesinado en 1979) se dice: «Qué tristeza, Santa Tecla (ciudad donde mataron a Rafael). Mucho rezo y devoción, pero matas al profeta cuando exige conversión». Durante la pasada pandemia no hubo muchas procesiones ni rezos públicos.  En Nicaragua, el gobierno prohíbe la mayoría de los actos de culto fuera de los templos. ¿Hemos aprendido algo?  Monseñor habla de la «hipocresía en el corazón».  Muchos han echado de menos los rezos y las procesiones, pero siguen mostrando actitudes y comportamientos que contradicen el Evangelio.  Es más cómodo adorar a los ídolos que responden a nuestros caprichos o a los intereses políticos. De pequeños nos enseñaron los diez mandamientos, pero ¿nuestra vida diaria es un reflejo real de su

La segunda denuncia tiene que ver con «una Iglesia que se instala solo para estar bien, para tener mucho dinero y mucha comodidad».  No se trata de un templo instalado en la comodidad, sino de obispos, sacerdotes, religiosos y laicos que, como nosotros decimos, somos cristianos, quienes fácilmente caemos en las trampas del «estar bien», «tener casa buena», con garantizada atención sanitaria de calidad, dinero, buenos coches, aire acondicionado, etc. Monseñor no denuncia esas comodidades por ser el resultado de compras ilícitas o injustas.  En realidad, muchas personas eclesiales cayeron en las trampas porque se lo «regalaron» o lo consiguieron a través de proyectos internacionales.  Monseñor no quiso ir a vivir a una casa «bonita» en la zona del Paseo Escalón. Sabía que la comodidad regalada iba a ser una trampa para su misión profética y pastoral.

La historia enseña que los miembros de la Iglesia que viven «bien» y «tienen» (ya sea de manera individual o comunitaria) difícilmente asumen la misión profética de denunciar las injusticias.  Quien tiene techo de vidrio jamás va a tirar piedras.  Es importante recordar que Jesús no tenía nada. Lc 9, 58: ni siquiera tenía un lugar donde recostar la cabeza. 

Monseñor Romero sigue retándonos a ser «la verdadera Iglesia de nuestro divino Redentor». Y esto no tiene que ver con las misas dominicales ni con rezar y celebrar muchos cultos. Se trata de entregarse a la causa de los pobres para construir el Reino de Dios.  Las comodidades de la vida son un obstáculo para quienes tendrán que ser pastores y profetas.  Cuando se piensa que es mejor que la gente no sepa lo que tenemos y cómo vivimos, habrá que revisar si estamos en «la verdadera Iglesia de nuestro divino Redentor».  Tampoco sirven los gritos por la justicia si la propia vida (personal, familiar y comunitaria) contradice el Evangelio.

En los países occidentales, la cantidad de gente que asiste a misa ha disminuido considerablemente y, en la actualidad, la gran mayoría son personas de edad avanzada.  Sobre todo en parroquias menos urbanas se observa una cantidad reducida de asistentes.  En las ciudades, las parroquias se han agrupado de tal manera que, incluso en días de fiestas especiales como Navidad y Pascua, hay más gente.  Estas palabras de Mons. Romero también valen para esas pequeñas comunidades. ¿Qué nos motiva para ir a la celebración dominical? ¿Qué nos motiva a celebrar? ¿Cómo se observa la diferencia entre el compromiso por un mundo mejor (el Reino de Dios) de quienes vamos a las celebraciones litúrgicas y quienes no van? 

¿Qué es ser la verdadera Iglesia de Cristo?

Cita 4 del capítulo III (La Iglesia) del libro El Evangelio de Mons. Romero.

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