Una tensión que se llama esperanza.
33 domingo ordinario - B - Mc 13,24-32
| Luis Van de Velde
¿Qué dice[1] Monseñor Romero de este texto?
1.Ésta es la fe cristiana. Una tensión que se llama esperanza. Esperar al Cristo que ha prometido que volverá. En nuestra misa lo estamos repitiendo:” Ven, Señor Jesús”. El pueblo cristiano camina animado por una esperanza hacia un Reino de Dios.
2.Al estar unidos con Cristo somos los elegidos; nosotros nos hacemos los elegidos cuando voluntariamente nos aferramos al Señor que no pasa. No somos elegidos, cuando en vez de aferrarnos a Cristo, el eterno, nos aferramos a los ídolos que pasarán como el cielo y la tierra.
3.De ahí que el apocalipsis y todas estas literaturas de imaginerías orientales, no las entendemos plenamente nosotros, pero sí comprendemos el contenido que Cristo quería dar.
1.Creer en el Reino de Dios que viene, no es nada evidente. Dos mil años de cristianismo, en los que se anunció y se anuncia este Reino, no presagian nada bueno para el futuro. ¿Hemos perdido la esperanza en un posible mundo diferente? ¿Todavía nos atrevemos a esperar que el " cielo nuevo y la tierra nueva" se abran paso? Es muy decepcionante y frustrante darse cuenta de que los países, gobiernos y empresas que han surgido del Occidente cristiano no han dado verdaderas respuestas alternativas a los grandes problemas mundiales: el calentamiento global, la carrera armamentística con la enorme producción de armas cada vez más sofisticadas, la riqueza y la abundancia para unos pocos y la pobreza y la miseria para la gran mayoría del mundo.
Sin embargo, Monseñor Romero dice que podemos esperar ese Reino de Dios, ese horizonte de justicia, paz, fraternidad, solidaridad, libertad (para todos), misericordia, perdón,.... Esta esperanza, anclada en Jesús de Nazaret, nos da fuerza y energía, valor y fortaleza para hacer las cosas de manera diferente. Nuestros pequeños pasos hacia una economía alternativa más justa, hacia un cuidado intenso de la tierra y del clima, hacia la lucha contra la producción de armas y la carrera armamentística, pueden hacer milagros. Así, una pequeña vereda puede convertirse en una gran carretera con más y más gente. No perdamos la esperanza. Las cosas pueden ser diferentes, porque ese es el sueño de Dios para nosotros, los seres humanos.
- Podemos aferrarnos a Cristo. Probablemente este es un lenguaje que nos suena inusual: aferrarse a Cristo. En las iglesias evangélicas siempre se repite que debes aceptar a Cristo como tu único Salvador, que por lo tanto debes aferrarte a Él para encontrar la verdadera salvación. Por supuesto, no basta con confesar siempre y proclamar en voz alta que Cristo es tu único Salvador. Monseñor Romero dice que hay que desprenderse de los ídolos, que no podemos seguir aferrados a los ídolos: riqueza, poder, placer,... En nuestra sociedad no es fácil. Las medidas sociales para protegernos entre nosotros y a nosotros mismos del coronavirus reciben fuertes críticas de quienes adoran su libertad personal como un dios y se aferran a ella. Los dioses del consumo están muy activos en nuestro mundo occidental, dirigidos por la mano negra de la economía de mercado, y nos vemos constantemente impulsados a aferrarnos a ellos.
¿Quién se atreve a aferrarse a Cristo? ¿Quién se atreve hoy a elegir el camino de Jesús como propio e incondicional? ¿No sería una de las razones de nuestra debilidad como cristianos en la sociedad secular que en realidad no vivimos "de forma diferente" a los no cristianos, que nuestro cristianismo es más bien una pintura superficial de mala calidad que se desvanece o se cae muy fácilmente? ¿Cómo podemos entonces mostrar a las próximas generaciones el camino hacia este acontecimiento de Jesús?
Desde hace varios años, oímos la llamada a volver a Jesús. No debemos presumir saber quién era Jesús y menos aún quién es para nosotros hoy. Individualmente y en comunidad, podemos invitarnos y animarnos a ir hacia Él, a buscarlo. Sólo podremos "aferrarnos" a Cristo, el Enviado, en la medida en que lo encontramos y lo conocemos. "Ven y acompáñame. Mira lo que hago y dejo de hacer. Escuche lo que digo y lo que callo" y entonces le oiremos decir: "Sean ustedes así", "Vivan ustedes así”. Y efectivamente, se trata de "aferrarnos" a Él. No se trata de palabras, de repetir credos o de gritar en el culto, sino que se trata de opciones muy conscientes y permanentes para alimentar nuestra vida con Su vida. El testimonio más fuerte del cristianismo auténtico se ve en la vida cotidiana de los cristianos que se aferran a Él y lo hacen visible, audible y tangible. Los anti testimonios llaman la atención cuando nos llamamos cristianos, quizás participando ocasionalmente en algún servicio religioso, mientras que nuestras vidas no se diferencian en absoluto de las y de los no cristianos.
3.Monseñor Romero habla en la catedral de San Salvador a su pueblo, a la gente común, principalmente a los pobres que esperan una palabra esperanzadora de Dios en el sermón de su "Monseñor". Por eso no da una explicación exegética especializada de la literatura apocalíptica. También se une a la gente común: no lo entendemos del todo. No tenemos que preocuparnos por eso, porque sabemos lo que Jesús realmente quiere decirnos: Él es fiel y no nos dejará solos. Incluso hoy en día, el lenguaje apocalíptico de hace dos mil años sigue siendo un lenguaje oscuro que nuestras generaciones ya no pueden comprender. Suele requerir demasiadas explicaciones técnicas especializadas. El simbolismo de entonces era esclarecedor para los de dentro, pero incomprensible para los de fuera. Incluso en nuestra sociedad secular, somos ajenos a las historias y profecías apocalípticas, somos de los que no entienden. Pero Monseñor Romero sí sabe llamarnos a usar la brújula correcta: Cristo, el Enviado. Su vida hoy puede hacer posibles nuevos caminos en nuestra historia, a veces oscura.
Preguntas sugeridas para la reflexión y la acción personal o comunitaria.
- ¿Qué me atrevo a "esperar" hoy? ¿Hay esperanza y futuro para mí, para nosotros, para la familia humana, para la tierra? ¿Cómo puede nuestra esperanza (cristiana) ser luz y motivación para hacer realidad este nuevo futuro?
- ¿Me he atrevido ya a aferrarme a Cristo a anclarme en Cristo? ¿Qué significa para mí? ¿Qué lo hace difícil? ¿Vale la pena buscar honestamente cómo puedo aferrarme a Él hoy y distanciarme claramente de los ídolos de nuestro tiempo?
- ¿He experimentado en mi vida que Jesús, el Señor, el Enviado, es fiel y no nos dejará solos? ¿Lo sé de oídas, o se han convertido en bloques de construcción de mi propio camino como creyente? ¿Puedo recordarlo con gratitud?
[1] Homilía de Monseñor Romero durante la eucaristía del 33 domingo ordinario, ciclo B, el 18 de noviembre de 1979