Mientras los torturaban y daban la vida

“Yo quiero recordar aquí a nuestros queridos hermanos catequistas, Sería imposible enumerarlos; pero recordemos por ejemplo a Filomena Puertas, a Miguel Martínez, a tantos otros, queridos hermanos, que han trabajado, que han muerto, y que en la hora de su dolor, de su agonía dolorosa, mientras los despellejaban, mientras los torturaban y daban la vida, mientras eran ametrallados, subieron al cielo. ¡Y están allá victoriosos! ¿Quién ha vencido? Como la Biblia, podemos preguntar a los que los mataron y a los que siguen persiguiendo a los cristianos; ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?  La victoria es de la fe. Han salido victoriosos, los matados por la justicia.” (30 de octubre de 1977)

Iniciamos reflexiones sobre la realidad de hoy a la luz de textos de Monseñor Romero, seleccionados en el capítulo VIII sobre el martirio en el librito “El Evangelio según Mons. Romero”.  En algunos ambientes se llama el mes de noviembre “mes martirial”.  Quizás es por el asesinato de los padres jesuitas y sus colaboradoras, o por los caídos durante la ofensiva del fmln en noviembre 1989.  Sea como sea, en realidad en El Salvador, todos los meses son “meses martiriales”.  Nos llama la atención que en la primera cita seleccionada para este capítulo Monseñor habla del martirio de “nuestros queridos hermanos catequistas”.  Nos parece muy significativo.  Asesinaron a muchos/as más catequistas que sacerdotes, religiosos/as.  Y la brutalidad con que los/as asesinaron ha sido aún más cruel y feroz.

Monseñor detalla algo del sufrimiento de esos mártires: “mientras los despellejaban, mientras los torturaban y daban la vida, mientras eran ametrallados”.  Menciona también nombre y apellido de una mujer (Filomena Puertas) y a un hombre (Miguel Martínez). Con esos dos nombres visualiza a esa gran cantidad de catequistas  (“Sería imposible enumerarlos”) que fueron torturados y asesinados/as.  Se trata de los agentes de pastoral “de la primera línea”.  Porque en este contexto “catequista” no se refiere a la persona que da catequesis, que explica doctrina a niños/as en la preparación sacramental.  “Catequista” tiene que ver con agentes de pastoral, con animadores/as de comunidades cristianas, delegados de la Palabra, sobre todo en las comunidades rurales, en los cantones y caseríos.  Si el Concilio Vaticano II definió la Iglesia como Pueblo de Dios, nuestra atención para con los mártires tendría que ir en primer lugar a las y los laicos, catequistas, asesinados por ser testigos del evangelio, por celebrar la fe, por predicar la Palabra de Dios encarnada en su realidad, por orar en la comunidad de fe, por ser servidores/as preocupados/as para que en su comunidad cada familia tuviera vida.   Dar tanta importancia al martirio de obispos, sacerdotes y religiosos/as corre el riesgo de volver a considerar la Iglesia como jerarquía, ahora la iglesia martirial jerárquica. Nos parece que los sacerdotes y los/as catequistas de hoy tendrían que hacer un gran esfuerzo por visualizar con claridad el testimonio de los/as catequistas asesinados/as, su vida, su entrega, su servicio.  Sus fotos son importantes, porque ellos/as han sido los discípulos “de primera línea”.   Los ejemplos de vida cristiana martirizada más cercana a la gente (pobre) son “nuestros queridos hermanos catequistas”. Ellos pusieron en práctica el mensaje del Evangelio, ahí en lo concreto, en la realidad, en la historia. Es importante hacer referencia al trabajo de   investigación y recuperación de memoria de José Arturo Mora[1] en su tesis de maestría en teología latinoamericana: “ LEGADO TEOLÓGICO DE LOS MÁRTIRES LAICOS EN EL SALVADOR”

Monseñor dice: “Han salido victoriosos, los matados por la justicia”.  Lo creemos. No dudamos. Sin embargo, esa frase repetida y repetida tantas veces después de su asesinato, corre el riesgo de apartarnos hoy de la realidad, pensando:   bueno, ellos/as fueron asesinados/as y ahora están victoriosos/as en la Gloria de Dios; hoy los tiempos han cambiado; en El Salvador ya no hay persecución a la iglesia; estamos tranquilos; ¿Para qué tener sus fotos en la ermita o en la iglesia ya que “han salido victoriosos”?  Está bien recordar a Monseñor Romero, que es santo, pero a los catequistas de antes, ¿para qué? 

Monseñor Romero nos habla hoy del gran número de catequistas torturados y asesinados/as.  Son los mártires más cercanos a la experiencia real del pueblo, en sus cantones y caseríos.  Desde ahí, con su ejemplo y su testimonio, nos siguen llamando a hacer lo que ellos/as han hecho. 

Recordemos que en otros países (más cercanos en Nicaragua y Venezuela que va por el mismo camino) se sigue persiguiendo a las y los catequistas que trabajan junto con sus sacerdotes en la construcción de comunidades e Iglesia fiel al Evangelio en medio de la represión en contra de sus pastores.  En esos países hasta es prohibido (perseguido y castigado con expatriación, robo de nacionalidad, expropiación de lo que se posee) hablar de los mártires, hasta prohibieron  mencionar el nombre de su obispo encarcelado  y orar por él o mencionarlo en la plegaria eucarística como los prevé la liturgia. 

Cita 1 en el capítulo VIII (los mártires)  en 'El Evangelio de Monseñor Romero'

[1] José Arturo Mora Hernández,   LEGADO TEOLÓGICO DE LOS MÁRTIRES LAICOS EN EL SALVADOR, Tesis preparada para la facultad de postgrados para optar al grado de maestro en teología latinoamericana, Universidad Centroamericana, San Salvador, El Salvador, 2020, 289 páginas.

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