El poderío del violín

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¡Feliz martes! La música de hoy tiene un poderío muy intenso, como he escrito en el título. A mí me cautiva especialmente su final, que nos muestra unos sonidos característicos del compositor de hoy, de forma que nos arrolla con su fuerza.

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El compositor de hoy es Dmitri Shostakóvich (1906-1975), compositor ruso nacido en San Petersburgo. Su hija dice que era un obsesionado con la limpieza, el orden y la puntualidad. Parece ser que tenía todos los relojes sincronizados e incluso se mandaba postales a sí mismo para comprobar que el servicio de correo funcionaba adecuadamente. Cuando se graduó en el conservatorio con 19 años, compuso como obra final su primera sinfonía. El director Bruno Walter la escuchó e inmediatamente pidió que se le enviase la partitura. Parece ser que su carrera se convertiría en algo prometedor ya que el joven Shostakóvich habría conseguido pronto un espectacular éxito. Sin embargo, más adelante compuso una ópera titulada Lady Macbeth de Mtsenk que fue criticada ferozmente por el diario Pravda, donde se la calificó como «caos en vez de música». A partir de ahí el compositor cayó en desgracia y Stalin lo contó en 1948 entre los enemigos del país. De ahí que su obra se hiciese cada vez más irónica, amarga e incluso a veces pesimista, pero otras llena de optimismo, siempre con algo de sombra a sus espaldas.

Escuchemos su Concierto para violín n.º 1 en la menor, op. 77. Fue completado en 1948 y especialmente compuesto para David Óistraj. Durante su composición fue acusado de modernista y su reacción ante ello está presente en este concierto, especialmente en el movimiento lento. De hecho, el concierto tiene dos movimientos lentos (un nocturno y una passacaglia), con un tono general de melancolía y una armonía que en general carece de melodías, además de un intenso uso de la disonancia. Los dos movimientos rápidos tienen un carácter más grotesco y satírico que seguramente no serían del agrado de los censores. El movimiento final evoluciona más fanática que optimistamente. Es la primera gran obra suya que contiene su motivo personal: «D, S, C, H».

La interpretación es de Maksim Venguérov (violín) y la Orquesta Filarmónica del Estado de Novosibirsk dirigida por Thomas Sanderling.

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