En un videomensaje, el purpurado recordó que la experiencia eclesial de América Latina ha sido fecunda, pues “desde Medellín 1968, Puebla en 1979, Santo Domingo en el 92 y Aparecida en el 2007 han potenciado con más ahínco a la Iglesia Universal”.
Además con “la llegada del papado de Jorge Mario Bergoglio, como él mismo lo ha subrayado en su exhortación Evangelim Gadium el Concilio Vaticano II, Evangelii Nuntiandi de Pablo VI y Aparecida dan el tono a con su aporte a las exigencias que le ha impreso a su ministerio petrino”.
Buscar en el discernimiento
Asimismo el Cardenal
ha subrayado sobre el proceso sinodal: “
No se trata de buscar que todos piensen como nosotros pensamos, sino buscar en el discernimiento, en la confrontación no en el enfrentamiento la fecundidad de la acción de la gracia para el bien de todos”.
“Recordemos el episodio de Pedro y Pablo en Jerusalén que nos narran en los Hechos de los apóstoles, del respeto a la diversidad surgió con mayor empeño la vocación misionera que abrió las puertas a la evangelización”, ha dicho.
También ha indicado que “la pandemia del Covid-19 nos ha puesto en evidencia de la fragilidad de la condición humana”, por ello “es la oportunidad de abrirnos al espíritu para pedir la fuerza y el coraje que proviene de la gracia, que superan nuestros miedos, en confianza del poder transformador del Evangelio”.
De igual forma “hagamos memoria viva de la historia de nuestra Iglesia para asumir lo bueno y desechar lo caduco. Como Iglesia latinoamericana tenemos el deber de ofrecer lo propio, la alegría y la cercanía con los más débiles, la construcción de un mundo más equitativo y justo en medio de las contradicciones de la pobreza y la exclusión”.
Asunto de toda la Iglesia
Por otra parte, el Cardenal Porras ha señalado que “una de las
expresiones de la renovación eclesial ha sido la asunción de los sínodos episcopales”, los cuales “en parte son herencia de la vida plurisecular de la Iglesia con la dimensión universal que no habían tenido antes”.
Por tanto “si la vida de la Iglesia es asunto de todos sus miembros es normal que se implementen realizaciones concretas que le den cuerpo a esas exigencias primarias. Hablamos hoy de clave sinodal y ministerial, es decir, sinodalidad hace referencia a caminar juntos y ministerialidad al cuerpo visible de la misma”.
De allí que “la creación de organismos de consulta se pasa ahora a otro estadio ¿cómo elaborar y tomar decisiones a la luz de los consensos que se van dando en la Iglesia? Uno de esos instrumentos es el sínodo de los obispos, que el Papa Francisco ha presentado la necesidad de renovación en clave no solo episcopal, sino eclesial”.
Es lo que está en camino novedoso de cara al próximo sínodo que sea fruto de una amplia participación para que sea reflejo de una vida real y de los anhelos de todos los bautizados, que nadie se sienta excluido, por supuesto que esto exige madurez, reflexión, trabajo, compartir y poner sobre la mesa lo que en miles de comunidades se está desarrollando en todo el mundo.
Agenor Brighenti: “La colegialidad episcopal no se da al margen de la sinodalidad eclesial”
La sinodalidad es la referencia teológico-pastoral en el pontificado del Papa Francisco, una idea defendida por Agenor Brighenti en su ponencia dentro del Seminario Virtual.
Las Conferencias Episcopales y la sinodalidad
El teólogo brasileño, que ha reflexionado sobre
las Conferencias Episcopales y la sinodalidad, partió de que “desde la primera hora de su pontificado, el Papa Francisco ha puesto en marcha un proceso de
reforma de estructuras de la Iglesia, a comenzar por la Curia romana, por el ministerio del Primado”.
En su aportación Brighenti hizo ver que las conferencias episcopales son un fenómeno relativamente reciente en la historia de la Iglesia, destacando que en América Latina y el Caribe, “desempeñaron un papel preponderante, particularmente en el proceso de recepción del Concilio Vaticano II y en la tesitura de la tradición eclesial liberadora en torno a Medellín”. Sin embargo, eso fue estancado durante más de tres décadas, en las que “pasaron a tener una relevancia eclesiológica cada vez menor”.
Más que un rol pragmático y funcional
Las Conferencias Episcopales tienen su prehistoria en los concilios particulares, provinciales o regionales, pero
siempre han vivido en una tensión con “el temor de lo nuevo y el centralismo de la Curia romana”, lo que las llevó a perder autonomía, según el teólogo. En ese sentido, reflexionaba sobre el control ejercido por la Curia en las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano, y sobre las Conferencias Episcopales, a las que en 1985 se les atribuía desde la Congregación para la Doctrina de la Fe, “
un rol meramente pragmático y funcional”, algo que contradecía las propuestas del Vaticano II.
Al reflexionar sobre la relación intrínseca entre sinodalidad eclesial y colegialidad episcopal, Agenor afirmó que “la colegialidad episcopal no se da al margen de la sinodalidad eclesial”, insistiendo en que “es en la comunión del obispo con su Pueblo y de su Iglesia con las demás Iglesias Locales, que acontece la sinodalidad eclesial”. Esa idea le llevaba a afirmar que “los concilios, sínodos y asambleas de Conferencias Episcopales son realizaciones o actos concretos del ser sinodal de la Iglesia, al que está vinculado el Colegio de los obispos”.
Modos sinodales del Colegio episcopal
En opinión de Agenor Brighenti, las Conferencias Episcopales tienen más que una finalidad pragmática, afirmando que “
un obispo que se aísla del Colegio y aísla a su Iglesia de las demás Iglesias, se sitúa fuera de la Iglesia”. Por eso, es necesario reflexionar sobre los modos sinodales del Colegio episcopal, una reflexión que parte de la doctrina del Concilio Vaticano II.
En esa reflexión conciliar, donde se habla del “colegio” de los Obispos, “entendido éste como el conjunto del cuerpo de los Obispos, que constituyen con el Romano Pontífice, su Cabeza, una comunión jerárquica estable e indivisible”, según el teólogo brasileño. Brighenti exponía lo recogido en la Christus Dominus sobre las Conferencias Episcopales, que “de modo alguno ponen en cuestión la autoridad del Primado (Cabeza del Colegio) y tampoco comprometen la autonomía del Obispo diocesano al frente de su Iglesia Local”. A partir de ahí definía las Conferencias Episcopales, como los organismos “que permiten superar tanto un universalismo generalizante, como diocesanismos estrechos”.