Como atestigua la carta pastoral del arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar La Iglesia salvadoreña, preocupada con la deriva autoritaria del gobierno del Presidente Bukele
“La praxis política de este país ha mantenido al país sufriendo los flagelos de la pobreza y la muerte”, resume el arzobispo Escobar
A la hora de juzgar, la Pastoral del Arzobispo recorre el magisterio de la Iglesia desde el Concilio Vaticano II hasta el pensamiento del hoy santo Monseñor Romero
Pide una reforma tributaria progresiva (el sistema impositivo actual es sumamente regresivo), e insiste en la universalización de derechos como la salud, la educación, las pensiones, hoy garantizados con calidad a poco más del 25% de la población
La Carta del arzobispo es una verdadera orientación democrática y en un proyecto de trabajo en favor de una convivencia racional y orientada al desarrollo social
Pide una reforma tributaria progresiva (el sistema impositivo actual es sumamente regresivo), e insiste en la universalización de derechos como la salud, la educación, las pensiones, hoy garantizados con calidad a poco más del 25% de la población
La Carta del arzobispo es una verdadera orientación democrática y en un proyecto de trabajo en favor de una convivencia racional y orientada al desarrollo social
| José María Tojeira sj
La Iglesia salvadoreña ha estado preocupada con la deriva autoritaria del gobierno del Presidente Bukele, hasta ahora gran ganador de elecciones, tanto presidenciales como, el 28 de Febrero pasado, legislativas y municipales. El episcopado en pleno publicó un par de semanas antes de las elecciones legislativas un comunicado recogiendo las preocupaciones en favor de una democracia que sepa dialogar, que mantenga la atención a los más pobres, que impulse reformas estructurales que lleven al desarrollo y a romper el círculo de la desigualdad, tan oprimente en nuestros países y causa de violencia y migración.
El Arzobispo de San Salvador, Mons. José Luis Escobar, publicó pocos días antes de las elecciones su cuarta Carta Pastoral, titulada “Escúchenlo” (Lc. 9, 35) siguiendo el esquema, muy popular en América Latina, del “ver, juzgar y actuar”. Al resumir su amplio ver, referido a la historia de El Salvador hasta el presente, el Arzobispo terminaba diciendo: “La praxis política de este país ha mantenido al país sufriendo los flagelos de la pobreza y la muerte”.
A la hora de juzgar, la Pastoral del Arzobispo recorre el magisterio de la Iglesia desde el Concilio Vaticano II hasta el pensamiento del hoy santo Monseñor Romero. Y en una síntesis final define la política orientada al bien común como una praxis que no se puede “someter... bajo el dominio absolutista del gran capital”. Recuerda que la política debe “permitir la participación activa del pueblo en la cosa pública” y que se debe terminar con la impunidad de los gravísimos crímenes del pasado, así como los del presente.
Pide que los políticos “combatan la corrupción en todas su formas”, insiste en los derechos económicos y sociales, tradicionalmente olvidados en El Salvador e insiste en la defensa de un estado social y democrático de derecho, que supere las debilidades que han estado presentes hasta ahora.
En el actuar, la Pastoral es sumamente concreta. Pide una reforma tributaria progresiva (el sistema impositivo actual es sumamente regresivo), e insiste en la universalización de derechos como la salud, la educación, las pensiones, hoy garantizados con calidad a poco más del 25% de la población.
Insiste en la mejora del salario mínimo, que “hasta el presente no ha permitido la concreción de las tres T... tierra, techo y trabajo”, definidos por el Papa Francisco en Bolivia como “derechos sagrados por los que vale la pena luchar”.
El derecho a la alimentación, al agua y el saneamiento, la protección de los migrantes y de los pueblos indígenas, la construcción de una cultura de paz y diálogo, son parte de las recomendaciones que aparecen en esta parte del actuar. Se opone al servicio militar obligatorio que algunos funcionarios del gobierno mencionaron como posible, pide eliminar la prescripción de los delitos de enriquecimiento ilícito (hoy prescriben a los 10 años) e insiste en que se apruebe la inclusión en la Constitución del derecho a la alimentación adecuada y del derecho al agua y saneamiento, que la misma Iglesia ha impulsado sistemáticamente.
En la reunión del clero posterior a las elecciones y a la publicación de la Carta, un conocido analista y profesor de Derechos Humanos de la Universidad Nacional, resaltó la importancia de este documento del arzobispado en las actuales circunstancias. Las tendencias autoritarias del actual presidente, las continuas amenazas e insultos a una oposición cada vez más débil, la violación de Derechos Humanos y el desprecio de la sociedad civil, a la que confunde con la oposición política si le hace alguna crítica, han convertido la Carta del arzobispo en una verdadera orientación democrática y en un proyecto de trabajo en favor de una convivencia racional y orientada al desarrollo social.
Frente a una sociedad política cada vez más desprovista de valores, unir el mundo de los valores religiosos y de la fe cristiana a los valores democráticos y de justicia social, resulta indispensable en nuestros países en vías de desarrollo.
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