“Subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. En esto se produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron y lo despertaron gritándole: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Él les dice: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?».Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma. Los hombres se decían asombrados: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar lo obedecen?».” (Mt 8, 23-27)
“Una fe sin sensibilidad es intelectualismo o moralismo”. “Seguir a Jesús no es un concepto” (Carlos del Valle). La oración se sostiene por la fe y a la vez fortalece la adhesión a Jesús. El texto evangélico señala que los discípulos siguieron a su Maestro. Seguir a Jesús implica conocerlo, amarlo, pertenecerle.
Es verano, para muchos el mar es un destino vacacional. Estar en la playa posibilita la composición de lugar, para meditar de forma realista el pasaje del Evangelio. Pero cabe interpretar el pasaje interiormente, percibir la tormenta en el corazón, y el miedo de ser víctima de las circunstancias internas o externas. Jesús calma la tempestad.
El deseo legítimo de descansar unos días, posibilita para muchos la contemplación del mar, o de la montaña, en ambos espacios cabe que se levante el viento y se provoque la tormenta. En este caso salva el grito de socorro: “Señor, sálvanos”.
Reza todos los días, y rezarás cuando acosen las circunstancias.