Extraido de "Trazos de evangeliio, trozos de vida" (PPC) Vulnerables con vocación de eternidad. La DANA en cada carne.

Vulnerables con vocación de eternidad.  La DANA en cada carne.
Vulnerables con vocación de eternidad. La DANA en cada carne. Clara Pedrol

Buscamos culpables, pero también necesitamos razones. La culpabilidad de la gestión no ha de separarnos de la reflexión de nuestra condición de vulnerabilidad en el contraste con nuestro deseo de vivir más allá de los límites y de la muerte. La afirmación rotunda de que todos somos vulnerables y que todos necesitamos de todos, la creencia firme de que ante la vulnerabilidad necesitamos el cuidado y el amor para vivirla con sentido ha de ser fundamental. Esta clave se da en el acontecer de lo diario y hay hermanos, compañeros de camino, que nos lo hacen evidente, desde su vivencia personal del límite y de la muerte, cuando menos la esperaban. Ana María es una de ellas. La imagen es de su hijo Juan Carlos que une la vulnerabilidad de lo corporal con el arte, la belleza y la poesía, el circo como visión de lo esperado y lo eterno, donde se une barro y divinidad.

“Me dormí una vez en mi patio

y era de noche y no había salido la luna

y allí, entre el romero recién cortado,

decidí quedarme con mis manos recién cortadas

para regarlas por amor.

¿Tú crees en esas cosas?”

 (Juan Carlos Panduro)

Domingo, XXXIII TIEMPO ORDINARIO

Solo el Padre

El misterio de la realidad se funde entre el punto alfa y el omega. Tanto el origen como punto de partida, como la plenitud de destino–omega- son y pertenecen al saber del Dios de la vida, que se nos manifiesta con un amor incalculable. No hay una razón de origen y de destino que pueda estar en nosotros mismos, en nuestros propios cálculos, la verdad de todo está en el corazón de nuestro Padre. Mientras tanto, nosotros hemos de vivir y esperar confiados en los signos de los tiempos, atentos con una mirada de esperanza sabiendo que el juicio que justificará toda la historia y todos los momentos se nos ha comenzado a descifrar en la resurrección de nuestro señor Jesucristo. Cuando la realidad se nos derrumba y aparece el barro de lo humano y de nuestra constitución de ser nos toca vivir confiados y esperanzados más allá de la muerte y del dolor, pasando de culpabilidades y razones a la esfera del amor y del deseo de vivir. 

Evangelio: Marcos 13,24-32

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «En aquellos días, después de una gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues, cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre».

Nosotros vivimos de un maranathá permanente, aguardando la venida del hijo del hombre sobre las nubes del cielo con gran poder y majestad, acompañado de todos los que hemos sido elegidos de los cuatro vientos por pura gracia. En la promesa de Dios no vivimos del pasado, sino fecundados por el futuro aguardado, por eso anunciamos su muerte, proclamamos su resurrección y pedimos con toda la creación “ven Señor, Jesús”.

Ensanchar la vida

A lo largo del curso pastoral en nuestra parroquia hemos estado trabajando el tema de los cuidados en distintas dimensiones, el cuidado de uno mismo, de los demás, el equilibrio entre ambos, el de la naturaleza, hasta el proceso más de ultimidad como el acompañamiento en cuidados paliativos. En la última sesión estuvieron profesionales de equipo de paliativos, Rafael y Teresa, médico y enfermera. Ellos llevan muchos años dedicados a esta labor de formar, concienciar y acompañar las etapas de mayor dolor y enfermedad, para paliar en la medida de lo posible. Se mueven con el deseo de lograr comunidades compasivas.

Traigo a colación un canto que Teresa, enfermera, quiso que presidiera el acto, una canción interpretada por el cantautor Migueli y que tiene por lema ensanchar la vida, “una red de cuidados”. Lo presentaba como un himno de las comunidades compasivas que promueven.

Ella nos manifestó que estaba allí, en esta mesa compartida de reflexión, porque se lo había prometido a Ana, una paciente que acompañó, que era miembro de nuestra comunidad y que estuvo participando con su testimonio personal en la primera conferencia que hicimos en el mismo salón sobre la experiencia de vulnerabilidad. En aquel momento recordé cómo Ana Romero nos confesaba el valor de lo fundamental aprendido en el proceso de vulnerabilidad de una enfermedad que ya la tenía a las puertas de la muerte, pero que no le había quitado la vida:

“En septiembre de 2020 una revisión médica me puso en una situación extrema en la que no me había visto antes: el diagnóstico de un carcinoma de pulmón en estadio IV, un cáncer con muy mal pronóstico. A partir de este momento toda la vida organizada y feliz que teníamos, dio la vuelta, ya no había nada seguro, de repente ya no podíamos controlar nada de lo que iba a pasar, de repente ya nada dependía de mí, ya no era dueña de mi vida. Hasta ese momento me había creído que lo era.

Desde los cambios más pequeños que este diagnóstico provocó, toda mi vida pasó a depender de la actitud de los que me rodeaban: mi marido, mis hijos, mi familia más cercana que intentaban a la vez que se enfrentaban a su propio dolor, ponerse en mi situación y tratar de animarme, mis compañeros de trabajo que intentaban descargarme de mis tareas de forma que pudiera concentrarme y sobreponerme a la difícil situación en la que me encontraba, todas las personas a las que se lo fui contando que me hicieron llegar de todas las maneras su solidaridad, su energía positiva, toda la ayuda posible que pudieran prestarme.

El ser humano perdió el paraíso terrenal y empezó a crear uno en su mente, del que eliminó toda realidad negativa y la que no pudo eliminar la ocultó todo lo que pudo. La receta para la felicidad desde lo que vivo sería para todos: preocúpate más por el tiempo que por el dinero.”

La apocalíptica del tiempo vivido

No es lo mismo el tiempo vivido que el tiempo pensado. Vivimos en la tentación de pensarlo y repensarlo sin vivirlo, queriendo hacerlo rápido y atrapándolo. Pero el tiempo es para la vida. La sagrada escritura distingue existencia de vida. El existir se transforma en vida cuando está colmado y ultimado por la verdad profunda de lo amado que lo hace permanente y eterno. La queja de nuestra sociedad es que no tiene tiempo, pero la pregunta urgente y fundamental es si está teniendo vida.

La teología de la creación y de la historia nos muestran una consideración de lo temporal que se valora cuando se realiza en el contexto de la verdadera comunión consigo mismo, con Dios y con los demás. El punto de partida de la revelación es la armonía de un paraíso, que no se refiere a un lugar concreto espacial, ni a un momento temporal específico, sino a una relación de verdad y encuentro que hace de ese existir un vivir felicitante de paz y de comunión. Se trata de una corriente de amor que arranca del Padre, pasa por las criaturas, se proclama y vivencia en el corazón del hombre y vuelve como alabanza al creador.  El tiempo considerado así no tiene precio, no es oro, es lugar y sacramento de eternidad.

Jesús nos enseña a saber vivir el momento con una esperanza confiada en el corazón de Dios que tiene en sus manos el principio y el fin, el alfa y el omega. El da gracias por los momentos, los seres, las relaciones que se dan en la armonía de una contemplación viva y despierta de todo lo que se nos da en favor nuestro. Mientras la gente se afana por controlar el tiempo y los lugares del Reino, Él tiene claro que no es cuestión de que esté aquí o allí, en esta hora o en la próxima, el Reino ya está entre nosotros y lo aguardamos en su plenitud. Nos enseña a experimentarlo y a pedirlo en plenitud.

 Ahora lo que toca es saber detectarlo y construirlo, acelerarlo en la vivencia de un presente augurado como definitivo, por el crucificado que ha resucitado. No estamos llamados a ser sabios o adivinos con respecto al día, ni a apocalípticas sectarias, sino a ser conscientes del presente con la tensión de la promesa futura definitiva de una vida eterna que está configurada por la fraternidad universal y enlazada con todas las criaturas.  Nos toca acercarnos a ese día con la red de comunidades compasivas que no están esperando a que llegue nada de fuera, porque la compasión ya está dada en el corazón de los que confían en la misericordia y trabajan por el reino que va avanzando a la eternidad y a la Trinidad.

Una vez que el crucificado ha resucitado, el día ya está aquí y nos vamos introduciendo en él según nos vamos cristificando y dejando que su voluntad se haga en nosotros, que sus sentimientos nos posean, ya estamos tocados con la gracia de lo definitivo en la fragilidad y lo vulnerable de lo diario, lo eterno ya ha comenzado en nosotros. El Espíritu santo nos habita y nos introduce en la definitividad del amor.

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