“Jonás se disgustó y se indignó profundamente. Y rezó al Señor en estos términos: — ¿No lo decía yo, Señor, cuando estaba en mi tierra? Por eso intenté escapar a Tarsis, pues bien sé que eres un Dios bondadoso, compasivo, paciente y misericordioso, que te arrepientes del mal. Así que, Señor, toma mi vida, pues vale más morir que vivir. Dios le contestó: — ¿Por qué tienes ese disgusto tan grande?
El creyente, a la hora de dirigirse a Dios en la oración, puede expresar su gratitud o su disgusto, su alabanza o su necesidad. Lo importante es mantener la relación teologal e iluminar todo acontecimiento con la Palabra.
La oración es un rayo de luz en la noche más oscura, un vaso de agua en la sed más terrible, una mano tendida cuando se siente el ahogo. Puede tomar la forma de grito solidario, queja, pregunta… En todos los casos se manifiesta la fe en Dios.
La oración es percepción de la voz más íntima y amiga, respuesta trascendente, relación desinteresada en razón del Otro, respuesta agradecida por la conciencia de los dones recibidos, cántico de alabanza, desahogo del corazón remecido de amor, centella luminosa en el camino desconocido, en los pasos perdidos. La oración es la posibilidad de mantener una compañía secreta y permanente.
Reza en toda circunstancia