¿Observas? ¿Amas? ¿Ofreces? Epifanía
Adorar y ofrecer
Epifanía
Texto evangélico
«Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo». Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra” (Mt 2, 8-11).
Comentario
San Mateo describe la escena de la adoración de los Magos de Oriente: “Cayendo de rodillas, lo adoraron”. El proceso que mueve a generosidad, primero parte de observar, después surge el amor, y por último nace la ofrenda. Los Reyes miraron hacia arriba, a la luz que viene de lo alto, por la que todo se transfigura, y la realidad muestra a quien la mira con fe el sentido trascendente que contiene.
La postración, para no sentir humillación ni esclavitud, ha de nacer del amor. El que ama se rinde ante el amado, y el gesto aparentemente más despersonalizador, se convierte en la expresión enamorada, que manifiesta lo que siente el corazón, que se convierte a la vez en menesteroso y pródigo.
Los dones del oro, del incienso y de la mirra abarcan las relaciones más existenciales, por las que se vence la idolatría del dinero y se impulsa a la ofrenda generosa de los bienes; se vence el narcisismo ególatra y se adora al único Dios; y se libra del engaño del corazón, convirtiéndolo en expresión de amor fiel y confiado.
Propuesta
¿Observas? ¿Amas? ¿Ofreces?