No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. II Miércoles de Cuaresma
Tiempo de seguir a Jesús
II Miércoles de Cuaresma
(Jeremías, 18,18-20; Salmo 30; Mateo 20,17-28)
Texto bíblico
“«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará». (Mt 20, 18-19)
Tiempo de seguimiento
El Evangelio narra la última subida de Jesús a Jerusalén, mientras sus discípulos le siguen. Las lecturas, sobre todo el salmo, explican la razón por la que Jesús se dirige a Jerusalén, a pesar de que sabe el trato que va a recibir de las autoridades. No parece lógico que sabiendo lo que le espera, suba de forma tan decidida, si no fuera porque sigue la voluntad de su Padre, a la que se adhiere con toral confianza. El salmo sugiere la oración que quizá vino a la mente y al corazón del Nazareno.
Jesús, modelo de seguimiento
El segundo domingo de Cuaresma recordábamos la Transfiguración en el monte alto, momento en el que, de nuevo, Jesús sintió el amor de su Padre, mientras hablaba con Moisés y Elías de su próxima Pasión. En este contexto, se comprende la razón de la decisión de obedecer la voluntad de Dios. De tal forma que es la respuesta confiada y amorosa la que da razón de la entrega de Jesús. “El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada” (Jn 8, 28-29). Este es el secreto de Jesús, y este debería ser el motivo de nuestra entrega.
Propuesta
“Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna” (Mt 10, 27-28).