¿Te sabes en la mirada del Pastor Bueno? 22 IV Domingo de Pascua
El Buen Pastor
22 IV Domingo de Pascua
Jornada mundial de oración por las vocaciones de especial consagración
Texto bíblico
“Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente».” (Jn 10,11-18)
Comentario
Es el día del “Buen Pastor”, y de aquellos que reciben en la Iglesia la vocación de pastorear. El pastor tiene una gran capacidad de soledad y de silencio. Observa el viento, las nubes, las estrellas. Conoce a cada una de las ovejas y las llama por su nombre, habla con ellas, las quiere. Pasa los días con ellas, no hay descanso para el pastor.
Acércate al regazo del Buen Pastor y escucha su voz susurrándote al oído: “Yo soy el Buen Pastor. Doy mi vida por mis ovejas. La entrego libremente. Conozco a cada una de ellas.” En la cultura evangélica, el papel del pastor solía ser marginal. Sin embargo, la parábola diferencia entre el asalariado y el dueño. Jesús se presenta como el dueño del rebaño, quien, en frío o calor, con nieve o sol, siempre vela por el bienestar de sus ovejas. Las lleva a los pastos y a las fuentes para que no les falte nada.
Jesús como el pastor bueno sabe apacentar, abrevar, sestear, guiar. Dice el poeta: “Pastor que con tus silbos amorosos/ me despertaste del profundo sueño,/ Tú que hiciste cayado de ese leño,/ en que tiendes los brazos poderosos,/ vuelve los ojos a mi fe piadosos,/ pues te confieso por mi amor y dueño,/ y la palabra de seguirte empeño,/ tus dulces silbos y tus pies hermosos./ Oye, pastor, pues por amores mueres,/ no te espante el rigor de mis pecados,/ pues tan amigo de rendidos eres./ Espera, pues, y escucha mis cuidados,/ pero ¿cómo te digo que me esperes,/ si estás para esperar los pies clavados?” (Lope de Vega)
Propuesta
¿Te sabes en la mirada del Pastor Bueno?