Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. V Lunes de Cuaresma
Déjate perdonar
V Lunes de Cuaresma
(Daniel 13,1-9.16-17.19-30.33-62; Salmo 22; Juan 8,1-11)
Texto bíblico
“El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; | me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; | me guía por el sendero justo, | por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, | nada temo, porque tú vas conmigo: | tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas una mesa ante mí, | enfrente de mis enemigos; | me unges la cabeza con perfume, | y mi copa rebosa. Tu bondad y tu misericordia me acompañan | todos los días de mi vida, | y habitaré en la casa del Señor | por años sin término” (Sal 22,1-6).
Tiempo de dejarse perdonar
Es necesario aceptarse a uno mismo, y no como tolerancia, sino desde una dimensión teologal, por haber sido hecho a imagen de Dios. Los textos que hoy se proclaman fundamentan la estima que debemos tenernos. No es solución despreciarse a sí mismo, tampoco la falta de aceptación personal, si se confiesa que el Señor nos acompaña, nos cuida, y busca lo mejor para cada uno.
Jesús, divina misericordia
No es indiferente observar la silueta de los dos protagonistas de la escena evangélica: Jesús aparece agachado, y la mujer de pie. Por el abajamiento del Maestro, levanta la cabeza la humanidad pecadora. Así lo canta el salmista: “En su camino beberá del torrente, por eso levantará la cabeza” (Sal 109). “Misericordia et misera” son las dos palabras que san Agustín usa para comentar el encuentro entre Jesús y la adúltera (cf. Jn 8,1-11). En cada época, se percibe el acompañamiento de la Providencia por las revelaciones privadas que autentifica la Iglesia. En estos tiempos sobresale el ofrecimiento de la misericordia divina.
Propuesta
“«Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho». Le contestó: «Voy yo a curarlo». Pero el centurión le replicó: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe»” (Mt 8,6-10).