“Pero llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios V Sábado de Cuaresma
Tiempo de esperanza
V Sábado de Cuaresma
(Ezequiel 37,21-28; Jeremías 31,10-13; Juan 11,45-57)
Texto bíblico
“Escuchad, pueblos, la palabra del Señor, anunciadla en las islas remotas: «El que dispersó a Israel lo reunirá, lo guardará como un pastor a su rebaño; porque el Señor redimió a Jacob, lo rescató de una mano más fuerte». Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión, afluirán hacia los bienes del Señor: hacia el trigo y el vino y el aceite, y los rebaños de ovejas y de vacas; su alma será como un huerto regado, y no volverán a desfallecer. Entonces se alegrará la doncella en la danza, gozarán los jóvenes y los viejos; convertiré su tristeza en gozo, los alegraré y aliviaré sus penas” (Jer 31,10-13).
Tiempo de esperanza
Hoy, la liturgia en vez de tomar un salmo como respuesta interleccional, ofrece la profecía de Jeremías, por la que más allá de los nubarrones pesimistas que se ciernen sobre Jesús, la visión adelanta el horizonte: “Entonces se alegrará la doncella en la danza, gozarán los jóvenes y los viejos; convertiré su tristeza en gozo, los alegraré y aliviaré sus penas” (Jr 31,13).
Jesús, nuestra esperanza
Jesús no defrauda. Él va a decir: “¡Bienaventurado el que no se escandalice de mí!” (Mt 11,6) El salmista reza: “Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.” (Sal 26, 13-14) Y ante la desbandada de muchos que se marcharon, el apóstol Pedro confiesa: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».
Propuesta
“Pero llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Atribulados en todo, mas no aplastados; apurados, mas no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, mas no aniquilados, llevando siempre y en todas partes en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.” (2Cor 4,7-10).