En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios” (2Cor 5,20). I Viernes de Cuaresma
Tiempo de reconciliación
I Viernes de Cuaresma
(Ezequiel 18,21-28; Salmo 129; Mateo 5,20-26)
Texto bíblico
“Si el malvado se convierte de todos los pecados cometidos y observa todos mis preceptos, practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá. Se tendrán en cuenta los delitos no cometidos; por la justicia que ha practicado, vivirá. ¿Acaso quiero yo la muerte del malvado —oráculo del Señor Dios—, y no que se convierta de su conducta y viva? (Ez 18,21-23)
Tiempo de reconciliación
En tiempo de Cuaresma, la Iglesia nos llama a reconciliarnos, llamada que abarca las dimensiones esenciales y engloba la reconciliación personal, la reconciliación social y la reconciliación teologal. Dios tiene poder para perdonar. Ante Él hay que solicitar humildemente misericordia. Nunca nos faltará el abrazo entrañable de Dios, si lo pedimos con sinceridad, y estamos en tiempo favorable para recibirlo.
Jesús nos reconcilia
Jesús, en la sinagoga de su pueblo, se presenta ante los suyos representando el tiempo de gracia. «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor» «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír». (Lc 4,18-19.21) Una de las escenas evangélicas en las que el Nazareno revela su poder de perdonar que ha recibido de Dios, sucede en Cafarnaún, ante el paralítico que le pusieron delante: “Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados»” (Mc 2,5). Y en los diálogos con Nicodemo, el Maestro afirma: “Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3,16-17).
Propuesta
“Nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios” (2Cor 5,20).