Muchos de sus discípulos, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?». Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os escandaliza?«¿También vosotros queréis marcharos?». Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios» (Jn 6, 60-61. 68-69).
La crisis es beneficiosa para el discernimiento. Jesús no manipula la Verdad. Él revela su propio misterio, aunque escandalice y produzca rechazo. La enseñanza del Maestro no es estrategia para cautivar adeptos, sino revelación que suscita seguidores enamorados. El Evangelio no es manipulable.
En este mundo, nada ni nadie complementan el corazón y plenifica a la persona como lo hace Jesucristo. Él es el pan que sustenta nuestras fuerzas en la travesía de la existencia y sacia nuestra hambre de sentido. Con razón puede ofrecerse como alivio y descanso: “Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».” (Mt 11, 29-30)
Hoy, en el momento más crítico, se proclama el pasaje que describe, por una parte, la decisión de algunos discípulos de marcharse, por haber querido encontrar en Jesús la confirmación de sus ideas, y de su manera de pensar. Y de otra parte, la determinación de los apóstoles de adherirse de por vida a Jesús y de confesarlo como Señor. A punto de comenzar el curso, es tiempo propicio de optar por Jesús y por su enseñanza.
¿Quién es para ti Jesús? ¿Te adhieres a su enseñanza? ¿Reconoces que es Él quien más nos puede alegrar el corazón?