La espiritualidad: único lugar en el que podemos encontrarnos todas las religiones (1)
| Victorino Pérez Prieto
El único lugar en el que podemos encontrarnos los creyentes de todas las religiones y las personas no religiosas que buscan vivir con intensidad y honestidad su existencia es en la espiritualidad, la mística. Ese lugar es el camino de la salvación o liberación cristianas, semejantes a la realización o la iluminación orientales.
Raimon Panikkar ha escrito sabiamente:
“La historia de la espiritualidad coincide con la historia misma del ser humano. En el fondo, es la dimensión más real y efectiva de la historia humana, puesto que verdadero quehacer humano no es tanto hacer guerras, naciones o culturas, como hacerse a sí mismo y llevar a cabo su ‘salvación’… El ser humano es un ser a medio hacer y la espiritualidad señala los caminos y los medios para hacerse real” (Espiritualidad hindú. Sanātana dharma, Barcelona 2004).
En la tradición cristiana occidental, espiritualidad fue usada en el s. XVI de modo negativo contra las formas elitistas de práctica religiosa subjetiva de los “iluminados” o “alumbrados”. El iluminismo fue un movimiento religioso español del siglo XVI y movimientos similares desarrollados en Europa en los siglos XVI-XVII, que defendían la posibilidad de alcanzar la perfección mediante la oración, sin necesidad de culto alguno; los mismos Juan de la Cruz y Teresa de Jesús
Hoy, el términoespiritualidad, y cada vez más el de mística, es reivindicado como la experiencia religiosa más profunda y auténtica. Y aún para muchos se presenta como oposición a la religión establecida, con sus credos, ritos y estructuras jerárquicas, que dificultarían una auténtica experiencia mística. Incluso se habla del “agotamiento” de la religión y un resurgimiento de la espiritualidad más allá de ella. Por eso, no solo se habla de espiritualidades religiosas, sino también de espiritualidades laicas y ateas.
Estas espiritualidades serían diferentes vías en la búsqueda de una existencia genuinamente humana, más allá de las exigencias puramente biológicas de la vida de cada día marcadas por los instintos. Interioridad, vida interior o camino interiorfuncionan como equivalentes de espiritualidad o mística, y vienen a ser hoy como un “paradigma emergente” (Martin Velasco, D. Aleixandre y otros, La interioridad: unparadigma emergente) en occidente, dentro y fuera del cristianismo. Un paradigma que parece volver a la máxima estoica “vivir con uno mismo”, “habitar en la propia casa”. Es la vuelta hacia sí mismo, hacia el propio centro unificado, hacia la propia consciencia, que está íntimamente unida a la Consciencia; frente a la constante salida de si, el extrañamiento y la alienación del propio centro. Se trata de un ensimismamiento no narcisista que es lo contrario del egocentrismo; aunque es preciso reconocer que hay hoy también mucha falsa espiritualidad y mucho falso maestro/guru egocéntrico.
En la mejor perspectiva, este cambio de paradigma invita a entrar en el Silencio; silencio exterior e interior, contemplativo… místico. Hay una abundante bibliografía al respecto: Teresa Guardans La verdad del silencio (2009), Sara Maitland Viaje al silencio (2010), Pablo D’Ors Biografia del silencio (2012), etc.
La mística, presente en toda la historia de la humanidad de Oriente a Occidente, busca una experiencia integral de la Realidad, una vida en plenitud: la consciencia de comunión profunda con toda la Realidad. Raimon Panikkar la define como una “experiencia plena de la vida” a la que está llamado todo ser humano (De la mística. Experiencia plena de
la vida). Es la experiencia del ser humano que es “espíritu místico, tanto como animal racional y ser corporal”, expresa Panikkar; no una “especialización”, sino la visión integral del ser humano; “experiencia integral de la vida” o de la Realidad, más que experiencias extáticas o elucubraciones conceptuales.
Vivir con plenitud es vivir de modo consciente, con atención plena; abrir los ojos a la realidad más allá de toda mediación; atreverse a verla más allá de nuestra ideas y creencias, temores y deseos, más allá de la razón, pue el ámbito de lo real desborda lo inteligible, ya que la razón es limitada. No se trata de renunciar a la razón, sino de relativizarla, para llegar a lo transracional. Por eso, la experiencia mística supone tener muy despiertos los tres ojos: el ojo sensible/empírico, el ojo racional/filosófico y el ojo espiritual/contemplativo (el “tercer ojo”), para poder gozar plenamente de la vida.
Los místicos de todas las religiones experimentaron la realidad Absoluta, la dimensión Última… o para los teístas, la Divinidad: ser Dios con Dios. Las diversas tradiciones han definido esta experiencia con palabras como:
“En ti mora el mundo” (Bagavad-Gita).
“Mi ‘yo’ es Dios” (Al-Hallaj).
“Mi Dios y todas las cosas” (S. Francisco de Asís).
“Es necesario entrar en nuestra alma, imagen eviterna de Dios, espiritual e interior… Es necesario trascender al Eterno espiritualísimo y superior a nosotros” (S. Buenaventura).
“El alma ve las cosas... en Dios con su fuerza, raíz y vigor, es tanto lo que conoce ser Dios en su ser con infinita eminencia todas estas cosas, que las conoce mejor en su ser que en ellas mismas” (S. Juan de la Cruz).